Divagaciones de una Poulain
by Nea Poulain
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lunes, 29 de julio de 2019

Dos libros de Lydia Cacho | Reseñas

Mañana, martes 30 de julio, es el Día Mundial contra la Trata de Personas. La trata en el mundo afecta principalmente a las mujeres, puesto que la mayor trata en el mundo es aquella con fines de explotación sexual (donde las mujeres están precisamente en medio del huracán). Por eso y otras cosas, decidimos dedicar este mes al tema en Libros b4 Tipos (a estas alturas asumo que ya saben del colectivo del que soy parte, pero si no, pueden revisar su página web). La lectura elegida es un libro del que voy a hablar en esta entrada, escrito por Lydia Cacho y que seguramente conocen: Esclavas del Poder. Además lo estaremos discutiendo en un hangout en mi canal (que sólo sirve para hangouts) el día 9 de agosto a las 16 horas, no olviden vernos (cambió la hora porque razones, pero ejem).

   

Los demonios del Edén


Sinopsis: A partir del caso de un hotelero de origen libanés y residente en Estados Unidos, Jean Succar Kuri, que abusó sexualmente de menores en Cancún y contó con la protección incondicional de autoridades locales y políticos de gran envergadura, Lydia Cacho nos descubre una monstruosa trama de corrupción, pederastia, tráfico de influencias y blanqueo de dinero. Un caso aún por resolver que pone de manifiesto la indefensión ante los abusos de la autoridad y expone una de las más graves lacras de nuestra sociedad: la pornografía infantil.
Este fue el primer libro que leí de Lydia Cacho hace ya varios años (Goodreads sabe el año exacto, yo no, porque tengo una memoria de mierda). Cubre el caso de Jean Succar Kuri, el hotelero libanés que se dedicaba a la producción y distribución de pornografía infantil (caso donde fueron mencionados además Kamel Nacif, el rey de la mezclilla, el gober precioso, un montón de políticos que todavía tienen carrera) y que fue acusado de abusar de varios menores. Es una historia horrible. Parte de lo horrible es que Los demonios del Edén es un libro periodístico y sabes que son historias que realmente pasaron.  

En este libro Lydia Cacho narra el modus operandi de Succar Kuri, cuenta la historia de una de las víctimas (de hecho, la autora está demandada por daños morales puesto que las víctimas de Succar Kuri alegan que ha lucrado con su historia, no sé en qué va el caso, la verdad, les recomiendo checarlo en google) y resultó decisiva a la hora de lograr (por primera vez) una condena en México y toda Latinoamérica por tráfico sexual de niños y pornografía infantil (112 años para Succar Kuri). Conforme el libro va avanzado, Cacho analiza la manera en la que se relaciona la cultura de la pornografía con la violencia sexual (un análisis que vale la pena leer, razón por la cual sus libros se encuentran en mi guía de sexualidad y capitalismo).

El negocio de lo pornografía infantil no es sólo el horror y la violencia. Se trata de la corrupción (a muy altos niveles), el lavado de dinero (se habla aquí de como toda la operación de Succar Kuri hacía pasar las ganancias por ingresos legítimos, a veces hasta aparentando que los hoteles estaban llenos, aunque todas las habitaciones estuvieran vacías). A Succar Kuri no sólo lo investigaron por los cargos de abuso sexual y la distribución de pornografía: también se le investigó por ofrecer a niñas en la red para fomentar el turismo sexual infantil.

En fin, esta es una investigación muy completa de muchas de las variables que influyeron en este caso. Es un libro muy fuerte, pero es una mirada a lo que ocurre con la industria sexual. Este se enfoca en un sólo caso en particular, mientras que en una investigación que realizó más adelante, Cacho, intenta mapear la trata de personas con fines de explotación sexual por el mundo. Y es el libro del que les voy a hablar a continuación.
   

Esclavas del poder


Sinopsis: A partir de casos concretos, así como de historias conmovedoras, Lydia Cacho sigue una línea de investigación para llegar a las mafias de tratantes de mujeres, que la conducen desde México hasta Kirguistán, pasando por Malasia, Japón y Myanmar, entre otras partes del mundo. Lydia Cacho lleva al lector de la mano por un viaje emocionante en el que encuentra la voz de las víctimas y al mismo tiempo expone a los servidores públicos dedicados a proteger a dichas mafias.
Esclavas del poder es un mapa global de la trata de mujeres. Un viaje de ida y vuelta, en el cuál la autora sigue la cadena de lo que los expertos han llamado "la esclavitud del siglo XXI".
¿Cómo sabe un cliente si la mujer está ahí por propia voluntad o es esclava de una red de tratantes que la controlan con deudas impagables, amenazas y aisloamiento?
Este es el libro que es la lectura del mes en Libros b4 Tipos y es una investigación sobre el negocio de la explotación sexual. Lydia Cacho viajó por varios países para integrar este libro en un intento de mapear cómo ocurría este fenómeno. Se habla de la relación muy estrecha que existe entre el capitalismo y las redes de trata, puesto que este sistema en el que vivimos se alimenta precisamente de la precariedad de las mujeres y de la pobreza y del mito de la libre elección (que no es más que eso, un mito que nos hace creer que está bien entre elegir la explotación y morir de hambre). Justo esta relación puede parecer algo obvio, pero luego sí se les olvida.
Lydia Cacho habló hasta con los tratantes durante todo este viaje y toda esta investigación. Desde tratantes en México que enamoran a las mujeres para llevárselas a otras ciudades y meterlas a la prostitución hasta tratantes que compran a niñas en Asia. Hay un fragmento del libro que siempre me impresionó mucho: 
«No entiendo a que viene tanto escándalo. La gente dice: "Ah, matan a las niñas". Los chinos matan a las niñas porque sólo pueden tener un hijo. Nosotros no las matamos, nosotros les conseguimos trabajo. Oh, y dice: "Ah, las venden, qué malos son los chinos". Pero yo le digo: "Ellas tienen esposos y trabajo, les conseguimos eso en otros países"». Un tratante arrestado en la provincia de Chongquing.
Se habla también de como los tratantes tienden a apoyar el discurso de la libertad de elección del regulacionismo porque finalmente les beneficia (misma cosa que remarca Kajsa Ekis Ekman en El ser y la mercancía): diversas investigaciones periodísticas hablan de como en Alemania, tras la regulación, la trata de mujeres ha aumentado (una de ellas puede ser consultada aquí).
Estuve haciendo algunos apuntes sobre el libro en mi twitter que ahora les puedo poner aquí. Hay muchas cosas qué discutir sobre él, así que los invito a unirse al hangout el 9 de agosto. Sí les recomiendo estas lecturas si les interesa el tema, son investigaciones muy claras sobre la trata de personas y la violencia sexual que ayudan un poco a entender el panorama local y global. Los espero en la transmisión.

sábado, 29 de junio de 2019

La cámara sangrienta, Angela Carter | Reseña


Sinopsis:  La cámara sangrienta, publicada originalmente en 1979, es una colección de diez relatos explícitamente basados en cuentos de hadas, en especial, de Charles Perrault, pero también de Jeanne Marie Leprince de Beaumont, del folclore europeo, e incluso de la radionovela, con claras influencias de la narrativa del Marqués de Sade. Su autora, Angela Carter, afirmó que se sentía impelida a escribir -cuentos góticos, cuentos crueles, cuentos de terror, narrativas fabulosas que tratan directamente del imaginario del inconsciente-. Pero Carter no se limitó a versionar cuentos de hadas desde una nueva perspectiva, sino que los recreó por completo -al extraer el contenido latente de los cuentos tradicionales y usarlo como punto de partida de nuevas historias; y el contenido latente es violentamente sexual-. Así, estos relatos ahondan en temas de feminismo y metamorfosis, con un énfasis especial en los roles de las mujeres en las relaciones, en los aspectos inmorales y perversos del matrimonio y el sexo, y en el equilibrio de poder en esas relaciones. La ilustradora chilena Alejandra Acosta ha puesto sus lápices al servicio de estas historias sorprendentes y necesarias, convirtiendo este clásico en una obra, si cabe, infinitamente más bella. Como muchos críticos han comentado en las últimas décadas, el motivo por el que la cámara sangrienta deslumbra con brillantez es que consigue ilustrar un argumento feminista realmente moderno: que las mujeres tienen un poder y unos derechos inherentes, así como la responsabilidad de utilizar el primero y reivindicar los segundos. Y con su trabajo, Carter y Acosta lo han demostrado sobradamente.

Sexto Piso, pregunta seria, ¿por qué tus sinopsis son tan largas?

Después de esa pregunta pues por fin me dispongo a reseñar estos cuentos de la escritora británica Angela Carter a la que todavía no había leído (¿pueden creerlo? Yo no). Esta colección llena de reinterpretaciones de los cuentos clásicos me fascinó, entonces quiero hablarles mucho de ella. la publica Sexto Piso con una traducción de Jesús Gómez Gutiérrez e ilustraciones de Alejandra Acosta que fueron, en parte, de las cosas que más disfruté del libro. Las ilustraciones de Acosta combinan perfectamente con el aura tenebrosa de todos los cuentos y de las reinterpretaciones de las historias clásicas que hace Angela Carter. A lo largo del libro está Barba Azul vuelto a contar, reinterpretaciones de Caperucita Roja y de La bella y la bestia; también de Blancanieves y del Gato con Botas, incluso una historia que parece combinar a la leyenda de Nosferatu con La bella durmiente.


Angela Carter es una escritora cuya obra se enmarca en la literatura fantástica, aunque también se remarca como tiene algunas influencias del surrealismo. Se la ha etiquetado también dentro de la literatura posmoderna, si quieren saber. Además, Angela Carter fue una escritora abiertamente feminista y esta ideología se adivina al leerla; está entre líneas, entre los cuentos, obvia para aquel que quiera verla. Me parece importante remarcar esto porque es una autora a la que es muy sencillo hacerle una lectura desde la literatura de género y analizar el papel de las mujeres en sus cuentos. En la colección de La cámara sangrienta las mujeres que aparecen son todas diferentes entre sí, pero siempre destacan como personajes que buscan elegir y escribir su propio destino. Desde la esposa de Barba Azul, joven (y hasta podríamos tacharla de ingenua, puesto que es inocente), hasta la misma Lobalicia, que se desenvuelve en un mundo que no acaba de entender, criada por lobos, adolescente que no entiende las convenciones del mundo humano. Angela Carter no sólo voltea los cuentos: expone todo el horror que a veces entrañan y, muchas veces, los monstruos no son sino simples seres humanos (como en el caso de Barba Azul, al que le gusta jugar a ser dios en un juego en el que el mueve todas las piezas y sabe que todas sus esposas fallarán).


La Bella Durmiente es una vampiro, por ejemplo. Las descripciones (en especial las de ese cuento, pero es algo que se va viendo por todo el libro), recuerdan al estilo gótico. El leñador es una soldado de la primera guerra mundial. Los cuentos se modernizan, pero el espíritu que los envuelve y que nos ha hecho contarlos una y otra vez en todas las versiones posibles, sigue allí. La caperucita mata al lobo o se enamora de él... o es ella misma el lobo. Todos conocemos los cuentos clásicos (tanto que se han versionado y versionado y versionado y versionado hasta el cansancio) y Angela Carter los escribe con elementos fantásticos, pero acercándose también al terror y a lo extraño. Sus personajes femeninos se revuelven entre las mujeres buscándose a sí mismas (sobre todo las adolescentes, se adivinan muchos elementos coming-of-age en muchos cuentos) y entre criaturas extrañas e incomprendidas (lobalicia, la vampiresa bella durmiente).


El trabajo de Alejandra Acosta como ilustradora es magnífico. De hecho, le tomé varias fotos al ejemplar que leí de la Biblioteca Vasconselos (ahí lo pueden encontrar, hay varios ejemplares) porque me encantaban todas las ilustraciones que veía. Aquí en la entrada les voy a poner las fotos, por supuesto. Bueno, sin más que decirles, les recomiendo muchísimo este libro, sobre todo si les gustan los cuentos clásicos y el estilo gótico, se van a encontrar con versiones increíbles de los mismos (de los cuales se pueden hacer lecturas de género, desde luego). Sin más aquí les dejo fotografías de las ilustraciones que tomé: 




jueves, 18 de abril de 2019

Mujercitas, Good Wives y una bloguera divagando

A ver, vamos a sacarnos de encima el elefante del cuarto: no me gusta Mujercitas. Esto se deba a un montón de subjetivas razones que he cultivado a lo largo de los años, al echo de haber conocido un horror que yo conozco como Good Wives (la segunda parte, que muchas veces creo que se vende junto con la primera), a que no creo que sea mi tipo de historia y a que sencillamente, no me gusta. Si a ustedes les gusta, disfruten la historia, creo que es un libro que es un clásico por una razón y que no está mal escrito y que Louisa May Alcott es una buena escritora. Ahora, como este es mi blog, escribo de lo que quiero y, como este libro es la lectura mensual en Libros b4 Tipos, pues quiero hablar de Mujercitas.

Por si viven debajo de una piedra y no saben de qué se trata Mujercitas, acá les dejo una sinopsis:  Mujercitas es la historia de los March, una familia acostumbrada al trabajo y al sufrimiento. Aunque el padre está lejos sirviendo en el ejército de la Unión, las hermanas Meg, Jo, Amy y Beth mantienen sus espíritus en alto junto a su madre, a quien cariñosamente llaman Marmee. Su amistoso regalo de un desayuno en Navidad a una familia vecina es un acto de generosidad recompensado con el obsequio del Sr. Laurence de un banquete sorpresa. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos para ser buenas, las muchachas muestran defectos: la linda Meg está descontenta con los niños a los que da clases; la infantil Jo pierde sus estribos con regularidad; mientras la colegiala de cabellos de oro Amy se inclina hacia la afectación. Sin embargo, Beth, quien mantiene la casa, es siempre amable y apacible.

Los editores de Louisa May Alcott le recomendaron que escribiera una novela sobre chicas. Que eso tendría éxito. A la escritora al principio la idea no le entusiasmaba, pero finalmente lo hizo y la historia se volvió un clásico (que después tuvo cuatro partes y aun hoy se sigue leyendo). Como es un clásico conocido llegó a mis manos como a los catorce o quince años cuando lo compré yo (porque mi mamá tampoco es fan, entonces nunca me lo dio y nunca hubo un Mujercitas en mi casa). Desde entonces, lo habré leído unas cuatro veces y he pensado cosas diferentes las cuatro. Pero el sentimiento de que es un producto que no es para mí me supera y del que he sacado toda la verborrea de esta entrada.


1. Me resisto a lo moralino. Y Mujercitas es un libro que lo es profundamente. Es algo que no puedo ignorar. Toda la verborrea sobre ser *bueno* con los pobres, porque son gente que tiene menos que tú, siempre me daba más tinte a lástima que a ser buenas personas; toda la verborrea sobre cómo debían comportarse las señoritas en la época en la que está retratado el libro (la guerra de secesión); toda la verborrea sobre los valores familiares y morales de la época: no puedo dejar de verlo. No puedo. Es un excelente reflejo de la siempre más conservadora sociedad americana, con todo y lo trasngresora que fue en algunas cosas la escritora para su época. Eso se lo concedo. Pero me resisto a los libros que me dan lecciones morales y, por principio, ninguno me gusta.


2. Nunca me identifiqué con ninguna de las March porque nunca pude dejar de juzgar la historia con ojos actuales. Esto es algo muy personal. No porque fueran personajes malos, sino que creo que Louisa May Alcott los perfiló de manera muy interesante. Cada una de las March era diferente y cada una buscaba diferentes cosas y buscaba ser libre (o lo más libre que podía ser una mujer en la época) de maneras diferentes. La que más me atraía, por razones obvias (¡le gustaba escribir!) era Jo. El problema es que nunca pude dejar de juzgar la historia con ojos actuales, probablemente porque la primera vez que leí los dos libros me impresionaron algunas cosas que luego me hicieron casi ponerme a chillar de la frustración. Una es cuando el esposo de Meg la hace dejar a sus hijos llorando porque ¡está celoso de que Meg le ponga más atención a sus hijos! Lo que me hizo chillar de la pura frustración fue que la misma señora March se pone del lado del yerno. Y ya después, cuando la leí una tercera y una cuarta, supuse que quizá era algo normal en la época, pero nunca se me quitó esa frustración. ¡Menos cuando se trataba de un libro abiertamente moralino que le estaba diciendo a una mamá primeriza que no olvidara que, además de mamá, era esposa, porque el inútil de su marido estaba celoso de unos bebés! Otro de esos momentos que me hizo aventar el libro por la ventana es cuando el futuro marido de Jo critica muy duramente lo que escribe. Tenía trece años y quería escribir, fue un momento personal. Después, cuando leí la vida de Louisa May Alcott, creo que también fue algo personal para ella: se negó a casarse y nunca dejó de escribir para mantener a su familia. De hecho, en una carta despotricó contra los fans de Mujercitas que querían que Jo se casara, preguntándose si acaso necesitaba un esposo para ser alguien respetable. Sin embargo, acabó casando a Jo por presión de sus mismos editores. Y no sé sin querer o queriendo, reflejó lo fiscalizada que ha estado y en algunas partes sigue estando, la escritura de las mujeres.

3. Esta es otra razón muy muy personal: Laurie pasó de parecerme un pendejín simpático a un insoportable imbécil en el transcurso de unos cuantos años. No tengo más explicaciones, simplemente me parece que Laurie refleja muy bien a los hombres que se aprovechan de la red de mujeres a su alrededor sin querer y sin darse cuenta, luego se enamoran y no saben manejar el rechazo. Y probablemente Alcott lo hizo adrede, porque Laurie no es sólo eso, también sabe ser adorable, buen amigo, simpático y empático. Y un idiota. Seguido quiero darle con una silla en la cara.


4. He visto que tantas veces se refiere a este libro como feminista que me hace preguntarme, ¿qué hace feminista a una novela? A Mujercitas lo más que le puedo conceder yo es que tiene ciertos tintes protofeministas. Intento no comparar el libro con ninguna novela de Austen, por ejemplo, porque sus heroínas me parecen más irónicas, más sarcásticas y su escritura mucho menos moralina. Y con mis análisis subjetivos, sale perdiendo. Intento tampoco compararla con ninguna de las Brontë, porque Mujercitas está escrita en un contexto totalmente diferente, la literatura inglesa y la americana tienen diferencias muy profundas. No me gustará, pero le reconozco que por esa novela he visto a muchas niñas acercarse a la literatura buscando modelos con los que identificarse que muchas veces encuentran en Meg, Jo, Amy o Beth y buscar cierta libertad e individualidad mientras construyen su identidad. Finalmente, Mujercitas es un coming-of-age donde muchas chicas pueden verse reflejadas y descubrir que no son tan diferentes a cómo eran las mujeres en el pasado, a que quizá tienen sueños parecidos, vidas parecidas e ilusiones parecidas. Lo digo porque yo sentí eso cuando lo leí al mismo tiempo que rodaba los ojos cada vez que la señora March abría la boca (y esto pasaba porque mi mamá casi nunca estaba de acuerdo con la señora March, así que yo decidí que si mi mamá no estaba de acuerdo con ella, yo también podía no estarlo). Sin embargo, ¡tres años en un colectivo feminista y me sigo preguntando qué hace que digamos que un libro es feminista! Y aunque entiendo porqué hay personas que dirían eso de Mujercitas (en un panorama donde las mujeres buscan encontrarse reflejadas desesperadamente en la cultura popular desde una mirada que no sea puramente masculina, es obvio que nos agarramos a todo lo que encontramos, especialmente si es bueno), reflexionando sobre mis impresiones del libro, yo no lo diría nunca. Siento que, al contrario de las heroínas de Austen, que reclaman la libertad de casarse con quien quieran y aceptan que es la única opción que se les presenta, por lo que se aferran si quiera a poder elegir, todas las March casadas (con excepción de Beth), pierden algo de su esencia (libertad) cuando se casan. Y, oh, carajo, les juro que eso me duele, especialmente por el caracter moralino del libro. Pero no es lo único.

5. Siento que hay un subtexto en el libro en el que "no debían quejarse de ser pobres y debían trabajar duro". CAPITALISMO, IS THAT YOU? Por supuesto que sí, considerando que los yanquis son en parte papis del capitalismo (un poquito). Debo decir que esa clase de mensajes, no me importa de dónde vengan o de qué época, me dan roña y me parecen mensajes de mierda. Sobre todo considerando que El Capital y Mujercitas son de la misma época (o sea, ya un señor barbón era consciente de que la pobreza no se arreglaba *trabajando duro*). Again, otro de mis puntos hacia lo bien que refleja Mujercitas el pensamiento de la época


6. A pesar de todo, he acabado defendiendo Mujercitas en la vida de toda la gente que lo encuentra *cursi* y *estúpido* por ser de mujeres viviendo sus vidas. Esos no son mis problemas con el libro. Implicar que la vida cotidiana de las mujeres es cursi y estúpida es no tener ni idea de la vida de las mujeres. Mujercitas se desarrolla en un universo profundamente doméstico mientras en el país se desarrolla una guerra. Habla de las mujeres que se quedan atrás, en sus hogares. Tengo 99 problemas con este libro y ninguno es por estas razones. Creo que hay que dejar de decir que los libros son aburridos porque son sobre chicas. Ese razonamiento está sustentado en ninguna evidencia en absoluto, salvo la creencia misógina de que no vale la pena contar cosas de mujeres porque son aburridas.


7. Creo que, precisamente por el contexto, uno de los valores de Mujercitas es ser perfecto reflejo de las expectativas sociales sobre las mujeres y de la misoginia de la época. Especialmente en el personaje de Meg, cuyo arco argumentativo para demostrar como se deben comportar las chicas y como ser una buena esposa (aunque el personaje logra ser un poco más que un manual de instrucciones, por más que lo parezca). Creo que por eso chillé tantas veces. Porque me parece terrible ver que las expectativas sociales que se tenían sobre las mujeres en el siglo XIX sigan vigentes

8. Dicho todo lo anterior, creo, simplemente, que no soy el target de Mujercitas. Cuatro lecturas (quizá cinco) después puedo decir con toda sinceridad: no me gusta, lo resisto porque es moralino y porque refleja ideas que, si bien un reflejo de otra época, me hacen rodar los ojos. Le reconozco el valor histórico, pero creo que voy a dejar de torturarme leyendo este libro un tiempo más.

martes, 5 de febrero de 2019

Quién teme a la muerte, Nnedi Okorafor | #LCOceáno

Sinopsis: Mi madre me llamó Onyesonwu. Significa: ¿Quién teme a la muerte? Un buen nombre. Nací hace veinte años en tiempos difíciles. Irónicamente, crecí muy lejos de todos los asesinatos…
En el África postapocalíptica, el mundo ha cambiado de muchas maneras. Pero en una región, el genocidio tribal sigue asolando la tierra. Una mujer que ha sobrevivido la aniquilación de su pueblo y su propia violación vaga por el desierto buscando la muerte. En vez de encontrarla, da luz a una niña color de arena. Al crecer, Onyesonwu entiende que está marcada por la violencia de su concepción. Pero además comienza a manifestar señales de poseer una magia única, y durante una visita al reino de los espíritus se entera de algo trepidante: un ser muy poderoso la quiere asesinar. Su destino mágico y su naturaleza rebelde la llevan a un viaje en el que se enfrentará con la naturaleza, la tradición, la historia, el amor verdadero, los misterios de su cultura y la razón por la cual recibió su aterrador y poderoso nombre.

APAGA Y VÁMONOS, MEJOR LIBRO QUE HE LEÍDO. Fin de la reseña. Vale, no, no es el final, pero sí creo que este libro es muy bueno, muy interesante y muy hermoso. Para los asiduos a mi blog, ya sabrán que suele gustarme mucho como escribe Nnedi Okorafor (Akata Witch, Kabu-Kabu y Binti) y que ¡este mes la estamos leyendo en Libros b4 Tipos! (literalmente, lo puse en la entrada pasada). Gracias a ello, Océano nos mandó ejemplares de este libro, Quién teme a la muerte (aunque estamos leyendo Binti) del que están haciendo la #LCOcéano. Luego sí me preocupa que cuando me mandan algo o cuando recibo libros directo de la editorial (poco frecuente, la verdad) crean que voy a hablar maravillas, pero luego también recuerdo que soy brutalmente honesta y tengo estándares imposibles de alcanzar, entonces bueno, confíen en mí: este es un buen libro. ¿Por qué? Bueno, eso planeo explicarlo en una larguísima reseña que toca varios puntos sobre la historia.


La inspiración: el conflicto de Darfur


A pesar de que la historia se sitúa muy al futuro, en lo que que antiguamente fue el Reino de Sudán, la inspiración es muy actual. Dice la Wikipedia sobre el conflicto de Darfur:
es un conflicto militar por causa racial en curso en la región de Darfur, en el oeste de Sudán, principalmente entre los yanyauid, un grupo de milicianos formados por miembros de las tribus Baggara de los Abbala (criadores de camellos de etnia árabe) y los pueblos de raza negra, no Baggaras y principalmente agricultores.
Mujeres de Darfur
Es un conflicto de corte racial (y no religioso, como en la Segunda Guerra Civil en Sudán, entre cuyas consecuencias estuvo el referéndum que permitió la independencia de Sudán del Sur) entre árabes y negros. En el marco del conflicto, se ha usado la violencia sexual como arma de guerra y como ataque sistemático contra la población negra (para realizar "una limpieza étnica", que sí, es así de horrible como suena). La situación la explica mejor este artículo del Washington Post, si es que leen en inglés: We Want To Make a Light Baby. Si no, acá un párrafo del mismo artículo, traducido por mí (no soy traductora, tampoco confíen ciegamente en mí) que da una introducción al tema:
Las entrevistas con dos docenas de mujeres en los campos, escuelas y centros de salud en dos provicias capitales de Darfur mostraron reportes consistentes acerca de que los Janjaweed llevaban a cabo olas de ataques contra (específicamente) las mujeres negras africanas. Las víctimas (y otros) declararon que las violaciones parecían ser una campaña sistemática para humillas a las mujeres, sus esposos y padres y para hacer más débiles la ascendencial tribal. En Sudán, como en la mayoría de las culturas árabes, la etnia de un niño está lugara a la etnia del padre.

Sobre ello versa Quién teme a la muerte. Onyesonwu es una hija ewu de una mujer Okeke (de piel oscura) violada por un hombre Nuru (de piel clara). Su origen define como la miran los Okekes y los Nurus, como piensan de ella. En el libro, se dice que los ewu son hijos de la violencia (y, como tal, están predestinados a ella). El libro desafía esta historia múltiples veces, habla de las víctimas fuera de su papel de víctimas (lo cual es precioso). La madre de Onyesonwu sí está y no está definida por la manera en la que Onyesonwu fue concebida. No es sólo eso. Me gusta la manera en la que Nnedi Okorafor se acerca a la historia y cómo no deja que la violencia y el horror sea lo único que defina a los personajes.


Mwita y Onyesonwu 


Fueron mis personajes favoritos por mucho. Su desarrollo me gusta mucho y su evolución también. No son los únicos con una gran construcción y desarrollo: a lo largo de todo el libro, se nota que Nnedi se dio tiempo de darles a sus personajes personalidades, contradicciones, profundidad y motivos. Las amigas de Onyesonwu, Binta, Dita y Luyu también son personajes entrañables, cada una con sus propia personalidad y sus propios pensamientos. Pero por el momento quiero detenerme en Mwita y Onyesonwu. Me gustan mucho, con todas sus contradicciones y defectos. Creo que muestran perfectamente lo difícil de las relaciones humanas y lo difícil que es desaprender los prejuicios. Me gusta el enojo de Onyesonwu al verse apartada por ser mujer o por ser ewu, me identifico con su enojo al ver la injusticia y la entiendo cuando se enoja por nos saber algo (aunque también encuentro bastante acertadas las palabras que le dirige Aro al decirle que nunca podrá comprenderlo todo). Y veo a Mwita y también entiendo sus conflictos, sus ambiciones rotas, la envidia que no sabe cómo enfocar y veo su amor y me sorprenden todas las capas sobre las que está construido un personaje. Ambos son terriblemente complejos. Definidos por su destino y su futuro, pero aún así me encanta la manera en que Nnedi muestra que ambos eligen cómo enfrentar al destino.


Hay una escena de Mwita que les pegaría aquí si no fuera un spoiler como una casa, pero bueno, de él lo que quiero remarcar es que Nnedi nos muestra los prejuicios con los que crece y su manera de afrontarlos, de desaprenderlos y de intentar (aunque no lo logre siempre) ser una mejor versión de sí mismo. Me gustó mucho porque me suelen gustan esa clase de personajes y debo reconocer que lo que lo hizo mejor fue su crecimiento y sus contradicciones. La verdad es que toda la construcción de personajes hace que me quiera parar a aplaudirle a Nnedi. Y también de las relaciones entre ellos: complicadas, difíciles, como todas las relaciones humanas, pero también hermosas. La amistad y el romance en el libro fue algo que me gustó mucho.

El viaje del héroe 


Para quien acaso no lo sepa (que lo dudo, estamos en un blog literario) el viaje del héroe es un tipo de arco narrativo que suelen seguir las novelas de literatura fantástica (Harry Potter, por poner un ejemplo o El señor de los anillos), obras de ciencia ficción (Star Wars, sin ir más lejos), historias de aventura y misterio. Este libro no es una excepción a este tipo de arco narrativo (para Carl Jung, el vieja del héroe es componente del subconsciente colectivo) aunque, evidentemente, Nnedi lo adapta a su historia y a sus necesidades. Pero todos los elementos están allí.


La vida cotidiana de Onyesonwu, la llamada a la aventura cuando descubre sus poderes, el rechazo de esta llamada cuando una y otra y otra y otra vez es rechazada como aprendiz por su condición de mujer (algo que juega un papel importante en todo el libro, puesto que en la ciudad en la que vive la protagonista se habla de las tradiciones y del protocolo), el finalmente encontrar un mentor y ahí sí, la aventura, el cruce al otro mundo (que en esta novela es el desierto de Sudán), los amigos y los aliados. El arco narrativo está usado de una manera que a mí se me antoja, de verdad, exquisita. Le da mucha vida y profundidad a la novela. Quien teme a la muerte bebe de la fantasía tradicional y la alimenta con afrofuturismo y con las tradiciones y la magia de Sudán. La mezcla entre lo mágico y lo tecnológico es perfecta dentro de todo el libro y creo que tiene un equilibrio especial.

La vida de las mujeres


Quería dejar esto al final. Quería hablar de las mujeres del libro al final. Como ya mencioné, en el libro se junta la magia con lo tradicional, se habla de la violencia a las mujeres y, sobre todo, se habla de su sexualidad. Se habla de la ablación (la mutilación genital femenina), puesto que hoy, uno de los países donde más ocurre en el mundo es, precisamente, Sudán. En los años setentas, Nawal el-Sadaawi hablaba del fenómeno y de esta tradición por la cual se mutila a las mujeres (en el libro La cara desnuda de la mujer árabe) y hablaba, desde el punto de vista médico, de las observaciones que había podido hacer cuando había atendido a inmigrantes sudanesas en egipto. También, en ese libro, era muy clara en que la ablación no era una tradición que hubiera surgido con el Islam, sino que era mucho más antigua.


En el libro, es una tradición que está presente. Es algo normal. Para las niñas, el Rito de los Once es algo por lo que pasan toda su vida en la ciudad de Jawahir. En otras ciudades y pueblos, como en el lugar donde había crecido la madre de Onyesonwu, había sido abolida mucho tiempo atrás. Me gusta que, debido a la manera en que el rito aparece el libro, se cuestionen muchas cosas sobre la sexualidad de las mujeres, la manera en que hay quien cree que es una mutilación que se hace para protegerlas, que hay quien cree que es la única manera de resguardar su honor y el de la familia (porque este, claramente, se encuentra en el himen, ajá, sí, ejem). Además, la sexualidad de las mujeres y su libertad, es algo que en esta historia se une con la magia y me gusta cómo buscan ser libres de las imposiciones sociales.

En conclusión


Les recomiendo el libro. Léanlo. Se le pueden sacar muchísimas cosas: yo estoy segura de que me dejé muchísimas cosas en el tintero. Es una historia muy hermosa sobre la lucha por la libertad y por el cambio. Además, debo mencionar que me sorprendió la traducción al español, que está muy buen hecha por Raquel Castro y Alberto Chimal (para latinoamérica, en España el libro está/será editado por CronoCiFi y traducido por Carla Bataller Estruch, que tradujó Binti y también es maravillosa, me consta).

Es un libro del cual se pueden debatir muchas cosas, como de prácticamente todos los que he leído de Nnedi. Creo que se está convirtiendo lentamente en una de mis escritoras de fantasía (y ciencia ficción) de cabecera porque después de varias buenas lecturas, confío en un libro que traiga su nombre estampado en la autoría. De verdad, léanlo. Es una obra maravillosa y magnífica.

domingo, 3 de febrero de 2019

Binti, Nnedi Okorafor | #LeemosJuntas

Sinopsis: Su nombre es Binti, y es la primera de los himba a la que se le ha ofrecido una plaza en Oomza Uni: la mejor institución de enseñanza superior de la galaxia. Aceptar esta oferta significará abandonar su casa, su familia y viajar a través de las estrellas entre extraños que no comparten su forma de ser ni respetan sus costumbres. Lo que Binti no sabe es que el conocimiento le costará caro. Una sanguinaria raza alienígena, las medusas, amenazan su viaje y, para poder sobrevivir, necesitará la ayuda de su pueblo y de la sabiduría contenida en la Universidad. Ganadora de un premio Hugo en 2016, un Nébula en 2015 y nominada al Locus, Binti es una historia intensa y condensada. En Binti comprobaremos cómo funcionan los prejuicios con los que crecemos y cómo se desmorona este sistema de creencias cuando se trata de afrontar lo desconocido. Nuevos lugares, nuevos modos de comunicarse y el temido y a la vez cautivador contacto con el otro, ya sea una raza alienígena o una cultura africana, tan distante de la nuestra, que podríamos sentir de otro planeta diferente. Este viaje transformará a quien lo emprende de forma irremediable, sin posibilidad de volver atrás.


Cuando yo tenía menos de cinco años, mi mamá tenía una colección de Vanidades y Marie Claire que llenaban una repisa entera del librero. Mi mamá devoraba la vida de la realeza Europea, las biografías de estrellas de Hollywood, princesas, vedettes... Todo lo habido y por haber. También las novelas de Corín Tellado y las entrevistas de la Marie Claire. Le encantaban las ediciones donde salía Lady Di, llegó a tener varios especiales de su vida cuando murió. Esas revistas se quedaron allí mientras yo estaba ya en la primaria, acumulando polvo. ¿Por qué empecé la reseña con esta historia? Para allá voy. Las Marie Claire de los noventas solían traer siempre reportajes de dos tipos: cosas que ellas consideraban controvertidas (mamás solteras... por ejemplo) y cómo se vivía en otros lugares del mundo. Por otros lugares del mundo no me refiero a todo el mundo, sino a dos tipos de lugares: pueblos que habían sido parte de la URSS donde vivían muy mal (seguramente para mostrar las desgracias del comunismo, yo que sé) y tribus que habitaban lugares de África, América o Asia. Yo, a falta de lectura, devoraba eso (y las biografías sensacionalistas de la Vanidades y las malas novelas de Corín Tellado). 

Foto de un pedazo del reportaje
En una de esas revistas, había un reportaje sobre los himbas. Todavía la tengo. El reportaje se llamaba Las reinas rojas de África y... bueno, no puedo decir que estuviera muy bien hecho. Ese tipo de reportajes estaban dirigidos a un público específico y siempre estaban escritos con un lenguaje condescendiente hacia los habitantes del lugar del que estaban hablando. En el caso de los himbas, los mostraban como salvajes en algunos casos. Sin embargo, recuerdo que la primera vez que lo leí me quedé absolutamente fascinada. El texto qué. Las fotos me dejaron impresionada (yo, admito, era una niña fácilmente impresionable). Luego me olvidé de los himbas por un tiempo. Luego volví a leer el reportaje y me di cuenta de que los mostraba bajo una luz puramente occidental (que considera salvaje o incivilizado prácticamente todos los modelos sociales o formas de vivir que no son las esperadas). Pero así conocí a los himbas.

Binti estuvo en mis ojos desde el momento en que me percaté que Binti era una. Quería por primera vez una visión que no estuviera tan sesgada para mal. Quería algo que por fin me supiera a realidad y no a sensacionalismo. En Binti, una novela futurista de ciencia ficción, creo que encontré exactamente eso. Porque es algo bastante triste que muchas de las imágenes que nos llegan de otras culturas, muchos de los retratos vienen sesgados con una idea de que otras formas de vida son salvajes por ser extrañas o diferentes. Binti, en ese sentido, como libro, es diferente. No es condescendiente con el lector, no le tiene ninguna clase de deferencia. No sé pone a explicarle nada, simplemente presenta su mundo: ahí está, para el que quiera conocerlo. 

Binti es una novela corta pero creo que es muy poderosa en muchos sentidos. No sólo es la primera protagonista himba que conozco, es también una novela que habla del saqueo a otras culturas. Inglaterra y Francia y Estados Unidos y un montón de países de Europa están llenos de reliquias de América, de África y de Asia. Un montón de cosas que se fueron con las conquistas y el colonialismo para nunca volver. El mundo en el que vive Binti es igual. Pero es más grande, es más amplio, los humanos conocen mucho más de él y se mueven en diferentes planetas. Binti se enfrenta a Las Medusas que están dispuestas a todo por conseguir las reparaciones que quieren y recuperar aquello que les fue robado y que otros tienen expuesto como si fuera digno de un museo. Los conflictos, aun con todo el universo enfrente, siguen siendo los mismos. 


Hablando de más cosas por las qué me gustó el libro, tengo que decirles que adoro a Binti y su inteligencia. También sus ansias de conocimiento y su capacidad de armonizar. Creo que, si la conociera de carne y hueso, la admiraría. No porque sea perfecta, sino porque entiendo los ideales por los que hace las cosas. Me gusta el amor con el que habla de los himbas y el orgullo que demuestra por su cultura, al mismo tiempo que se atreve a romper tradiciones para ser ella misma, la curiosidad con la que habla de todo lo que le resta por aprender. Binti definitivamente es una protagonista de la que quiero seguir leyendo. Y seguiré leyendo, porque me quedan dos libros más por conocer.

Así que ya saben, un día pueden ser una niña como de ocho años leyendo fascinada un reportaje culero y después pueden tener veintitrés y estar leyendo un libro sobre el mismo tema que, de hecho, es bueno. Les recomiendo el libro, es la lectura del mes de febrero en Libros b4 Tipos y la estaremos discutiendo en un hangout los primeros días de marzo. Hablaremos del afrofuturismo, de Nnedi Okorafor, que es una autora que no me ha decepcionado con ningún libro que yo haya leído de ella hasta el momento (por lo pronto, les adelanto que la próxima reseña también es de un libro suyo) y de Binti. Sobre todo, de Binti. 

¡No dejen de leerlo!

domingo, 20 de enero de 2019

Crítica a Por qué no soy feminista de Jessa Crispin

Sinopsis: Con una franqueza descarnada, Crispin escribe una mordaz oposición al feminismo contemporáneo. ¿Piensas que las mujeres son seres humanos y que merecen ser tratadas como tales? ¿Qué las mujeres merecen los mismos derechos y libertades que los hombres? Si es así, entonces eres feminista… o eso dicen las feministas. Pero en algún lugar del camino, el movimiento para la liberación de las mujeres sacrificó su significado en pos de la aceptación, y nos dejó con una pose banal, educada e inútil que apenas desafía al status quo. En este fiero e inteligentísimo manifiesto, Jessa Crispin pide más.

Oh, boy, this is gonna be a ride. Una de las cosas que más defiendo en el mundo es leer lo que me salga de los bajos fondos porque me sale de los bajos fondos y porque quiero hacer una lectura crítica. No es la primera vez que le hago una crítica a un libro feminista (ya tengo historia con el infame Teoría King Kong de Virginie Despentes y con El feminismo es para todo el mundo de bell hooks, que no me pareció que estuviera a la altura). Por qué no soy feminista: un manifiesto feminista, de Jessa Crispin, es la lectura con la que Libros b4 Tipos abre el 2019. Con la que abre una nueva dinámica, llamada #LeemosJuntas, en la que estaremos discutiendo temas que atañen a la liberación de la mujer desde la literatura (ficción, no ficción, etcétera).


Pero bueno, vamos a hablar ya de este libro Porque no soy feminista de Jessa Crispin. Es un libro corto de ensayos muy inconexos (primer error) y no lo considero para nada un manifiesto de ninguna clase. Creo que hay mucho rant en este libro como para que sea realmente productivo. Sí, hace críticas al feminismo, pero apenas las fundamenta y, para eso, hay material mucho más amigable. ¿Introductorio? De ninguna manera, no explica ni medio concepto y tiene bases diría yo que muy pobres (por más válidas que sean sus críticas). Además de que la estructura de los ensayos es confusa, no parece haber demasiadas cosas que los conecten (además del rant de la autora) y tiene la mala manía de contradecirse a sí mismo.


Hay mucho rant en este libro y poca crítica fundamentada. Esto es lamentable porque las críticas que hace, por ejemplo, sobre como el feminismo es funcional al capital y ha ayudado a las mujeres burguesas a luchar por los intereses de su clase, no están incorrectas. Sin embargo, tampoco están bien fundamentadas. ¿A qué me refiero? Durante todo el libro, Jessa Crisín da vueltas en torno a la idea de que las mujeres no somos iguales porque nuestra posición económica nos separa, nuestros recursos. Y nunca jamás menciona que, efecticamente, a las mujeres nos separa la clase. Da los ejemplos, pero no se atreve a decirlo: "no somos todas iguales". (Paréntesis para decir que tampoco se atreve a condenar al capitalismo). Me hubiera gustado que se atreviera, hubiera sentido que el libro daba menos vueltas en círculos.

Por ejemplo, menciona lo siguiente, con lo que debo decir que estoy de acuerdo:
Lo peor de todo, sin embargo, es la tendencia del feminismo contemporáneo a ver a las mujeres en el poder como un bien en sí mismo; mujeres como Hillary Rodham Clinton, que siendo senadora anuló programas de bienestar social con graves perjuicios para las mujeres y niños pobres y apoyó intervenciones internacionales que provocaron la muerte y el sufrimiento de miles de civiles; como Mary T. Barra, la CEO de General Motors, que supervisó el encubrimiento de los problemas de seguridad en los productos de su compañía, lo que causó más de una docena de muertos; y como otras mujeres destacadas cuyo comportamiento se ganaría la condena de las feministas si su género fuese otro.
Mi problema (el único) con esa frase es que esto no es producto del feminismo contemporáneo. El feminismo se ha distinguido durante muchos años y muchas décadas por ser un movimiento interclasista que llama a todas las mujeres (de todas las clases) a unirse para acabar con su opresión. Sólo que había un problema: las burguesas luchaban por sus intereses, las proletarias por los suyos. Y nunca fueron los mismos. Ya lo dijo Alexandra Kollontai hace muchísimos años cuando crítico al feminismo burgués en Rusia, que veía como un fin en sí mismo el hecho de que las mujeres consiguieran los privilegios de los hombres (que, para la clase trabajadora, sólo significaba conseguir el derecho a ser más explotadas) en Los fundamentos sociales de la cuestión femenina
Mientras que para las feministas la consecución de la igualdad de derechos con los hombres en el marco del mundo capitalista actual representa un fin lo suficientemente concreto en sí mismo, la igualdad de derechos en el momento actual para las mujeres proletarias, es sólo un medio para avanzar en la lucha contra la esclavitud económica de la clase trabajadora. Las feministas ven a los hombres como el principal enemigo, por los hombres que se han apropiado injustamente de todos los derechos y privilegios para sí mismos, dejando a las mujeres solamente cadenas y obligaciones. Para ellas, la victoria se gana cuando un privilegio que antes disfrutaba exclusivamente el sexo masculino se concede al “sexo débil”. 
De lo que habla Jessa Crispin no es nuevo. Lamentablemente, no es un mal de "terrible" feminismo contémporaneo. La lucha de las mujeres siempre ha dependido de los intereses de sus clases. Ya lo dijo Cecilia Toledo hace casi veinte años en El género nos une, la clase nos separa, las políticas de género dirigidas por la burguesía representan a los intereses de la burguesía, que es justo de lo que habla Crispin arriba al mencionar a Clinton (aunque no se atreva a mencionar a la clase, por Dios):
Las políticas de género, al no asentarse en la clase trabajadora, tienen que asentarse en alguna cosa. Por eso, están siempre dirigidas a los gobiernos burgueses, a los organismos del imperialismo, ONU y FMI, como hacen las organizaciones que ahora dirigen la Marcha de las Mujeres 2000. Tienen siempre al frente una primera dama o una ONG que aportan su “esencia femenina”, su iniciativa personal para salir de los dilemas, el “toquecito femenino” para resolver los conflictos. La política de género pide a la mujer que vote una mujer, no importa cual sea. El objetivo es aumentar la representación femenina en el Parlamento, no derribarlo, ya que no se llama a la mujer trabajadora a votar por mujeres trabajadoras. Es como si no existiesen mujeres burguesas y proletarias, intereses burgueses y proletarios, como si un Parlamento mayoritariamente femenino votase sólo políticas favorables al pueblo.
Así que Jessa Crispin (que sólo da vueltas en círculos en torno a una idea que no llega a concretarse del todo) no descubrió ningún hilo negro. En su defensa, no la he visto decir que lo ha hecho, sólo a algunas personas que recomiendan su libro.
 

Pasando a otro tema, encuentro extraña su manera de rescatar a las teóricas radicales. Las menciona varias veces, especialmente para mencionar como el feminismo (liberal) de hoy las desprecia, pero no hace demasiado por rescatarlas o recuperarlas. No es su obligación hacerlo, debo decir, pero si me gustaría crear más consciencia en que me gusta que la gente que está en la lucha sea «insaciable en aprender, infatigable en enseñar». En este caso, énfasis en el infatigable en enseñar. Especialmente en este caso porque Jessa Crispin critica los métodos de las feministas contémporaneas para atraer a más mujeres (métodos que a mí tampoco me gustan, como el mentado empoderamiento individual que a la lucha colectiva le sirve un carajo y nada). Creo que, si queremos acercar a las mujeres a la lucha por la liberación de las mujeres, hay que trabajar en ello. No basta con decir que lo que se está haciendo ahora está mal, sino que es increíblemente necesario proponer. No es una obligación, pero me gustaría que se fuera más consciente en ese aspecto. Yo, por ejemplo, quizá no tengo interés en dialogar con nadie que no quiera dialogar conmigo en internet (pelearse a través de un montón de pixeles es increíblemente incómodo), pero sí me interesa brindar material para quienes sí quieren, para quienes tienen preguntas. Por eso, quizá, los libros que no van más allá de la crítica y que, además, no tienen fundamentos tan sólidos como me gustaría, ya no me parecen tan atractivos, ni siquiera como material introductorio.
 
Me imagino leyendo este libro cuando apenas acababa de declararme como feminista y me imagino sumida en la confusión. Lo veo con muchas lectoras del libro hoy. Si no me confunde y sólo me frustra, reconozco que es por una evolución ideológica que fue a aventarme a las fauces de Kollontai y del marxismo. Lamentablemente para los libros que leo, esa misma evolución ideológica me hace buscarle cinco patas al gato todo el tiempo. Defiendo la lectura crítica por encima de todo en el proceso de autoformación de cada quien: no se lee por leer, se lee para analizar, para debatir. Y es por eso que no me molesta, pero sí me deja ligeramente insatisfecha, el hecho de que Jessa Crispin no le proporcione herramientas a sus lectores, especialmente, lectoras. Pretende reivindicar a Andrea Dworkin, a Kate Millett, a Catherine McKinnon diciendo que las feministas de hoy (liberales, supongo) las desprecian en busca de la aprobación masculina. No quiero una guía para leerlas (no es obligación de Crispin), pero sí me gustaría alguna clase de invitación a leerlas, sobre todo para entender por qué elige reivindicarlas a ellas. (De las que mencioné, leí a dos de tres, no son mis favoritas, pero aliento la lectura crítica de sus libros).
 

Por otro lado, quizá peco de no entender la crítica a volver al feminismo universal. O sea, entiendo la crítica al hecho de volver el feminismo una cuestión individual, pero no entiendo el rechazo a hablarle a las masas que parece tener Jessa Crispin. Evidentemente, los métodos del capital y del feminismo liberal no son los más eficientes, pues vuelven al feminismo una lucha individual y lo vuelven la única alternativa de liberación que tienen las mujeres. Pero la lucha por la liberación de la mujer debe hablarle a las masas. La revolución no va a ser porque unos cuantos intelectuales sepan en dónde está el origen de la opresión de la mujer. No hay que desechar la idea de hablar con las masas, simplemente cuestionar qué es lo que se les está diciendo. En esa parte le puedo decir a Jessa Crispin que sí acierta: reivindicar la lucha individual no sirve de un carajo.
La segunda manera de engrosar las filas feministas es convencer a las mujeres de que sus vidas serán mejores si se declaran feministas. De este modo, el feminismo se convierte en un nuevo método de autoayuda, en otra voz que les dice a las mujeres que deberían tener mejores orgasmos, ganar más dinero, incrementar su dosis de felicidad y ejercer más poder en sus casas y sus lugares de trabajo. La meta aquí es el empoderamiento —un término muy en boga entre las feministas últimamente—: la capacidad para vivir la vida que hemos escogido sin centrarnos en qué podría o debería ser esa vida.
Finalmente, quiero decir que me parece terriblemente malo que un libro se contradiga (primero dice que los hombres no son problema de las mujeres, luego que los hombres acusados falsamente de abuso deberían de ser problema de las mujeres), pero no planeo comentar nada en ese sentido fuera de gritarle a la pared que el libro se contradice, porque ni sé cuál es la idea que últimadamente defiende Jessa Crispin. El hecho de que se contradiga a sí misma ya habla por sí solo.
  
Ahora, ¿les recomiendo el libro? Sí, les recomiendo leerlo de manera crítica y formar sus propias conclusiones. Cualquier comentario que quieran dejarme sobre el libro, acá abajo es bienvenido. Si no pueden conseguirlo, lo pueden contrar en bookmate en este link. Si no lo han probado o no tienen para pagarlo, pueden usar el código NEAPOULAIN para obtener un mes gratis en la plataforma (canjeándolo en este link). Tampoco se pierdan el hangout de Libros b4 Tipos el 3 de febrero a las 12 del día, estaremos discutiendo el libro y me verán retomar esta crítica, lo más probable.