Divagaciones de una Poulain
by Nea Poulain
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viernes, 29 de septiembre de 2017

El patriarcado no descansa

Este artículo no es una investigación seria ni nada, más bien es el vómito de todo lo que traigo adentro y aquí está.

Debo reseñas, entradas, listas, pero no tengo cabeza para nada. Si soy completamente honesta, acabé la entrada de las mujeres en la independencia de México nada más porque ya la tenía empezada. Y ya. Porque me sentía en compromiso conmigo misma para acabarla. Porque hacía dos días habían asesinado a Mara Castilla (que fue a parar a las viles estadísticas como una más de las siete víctimas de feminicidio al día en México), porque el caso de Mara Castilla era otro más a la lista. Porque. En realidad tenía tantos porqués que ya se me olvidó la mitad. El lunes me dije que tenía que respirar hondo, volver al blog, quería escribir algo del feminicidio en México, pero quería leer primero, quería difundir algo. Quería sentirme útil. Y luego el martes tembló

Y se acabó todo.


Iba camino a la escuela, estaba en el carro con mi mamá. Al lado había un camión de pasajeros, estábamos paradas para que un trailer pudiera dar la vuelta y sentí como que el carro brincó. Por medio segundo pensé que era mi imaginación y que era porque el carro hijo de la chingada se había acelerado. Pero no, brincó otra vez. Y obvio estaba temblando. Alcancé a mandar un mensaje al grupo de whatsapp que tenía abierto. «No mamen, está temblando». Enviado. Fue la última señal que tuve creo que como en 20 minutos. Curiosamente, no sentí feo el temblor, sólo pensé que había estado fuerte y que lo había sentido más porque estaba ya en la Ciudad y no en mi cerro del Edomex (que ni es un cerro, pero no se sienten los temblores). Se había ido la luz. Pero pensé que nada había pasado. Para no quedarnos atoradas en el caos, porque todavía podían avanzar los carros, llegué a la escuela, no había como dar vuelta de regreso e irse (eso sí era ya un caos). Me bajé y fui a ver a donde estaba concentrada la gente. 

Y luego tuve internet y vi el desastre que había sido en realidad y entré en un raro modo automático que suponía leer noticias, buscar a todos los que no se habían reportado, hacer algo, ser útil como se podía. No les voy a contar de eso. Ya hay muchos hablando de la Solidaridad Mexicana, así, con mayúsculas. Hay tantos, que ya hasta los organismos oficiales y las Fuerzas Armadas andan haciéndose propaganda con la Patria y otras madres. Hay tantos diciendo que hay que dejar al lado nuestras diferencias para ayudar, que le gritan feminazis a las mujeres de la Brigada Feminista cuando quieren hablar de las (malas) condiciones de las costureras de Chimalpopoca. Porque ellas sí separan y los que nos dicen feminazis no (seguro). A mí, además de el gran corazón que tiene mucha gente que conozco, lo que me quedó claro es que el patriarcado no descansa.

Perdón si para ustedes estoy dividiendo. Si piensan eso, ¿qué vergas hacen aquí? Cierren la pestaña y podemos todos vivir en paz. Bueno. Volvamos a que el patriarcado no descansa (y obvio se ayuda del capitalismo y vivimos en un desastre y ya). Porque el 19 de septiembre ya había quien se aprovechaba de que había gente que estaba en una zona de desastre para intentar violar mujeres. En el multifamiliar de Tlalpan, que se derrumbó, un hombre intentó abusar de una menos de edad el mismo 19 de septiembre en uno de los departamentos aledaños al edificio derrumbado. Ella alcanzó a pedir auxilio y la gente casi lincha al agresor. Y no es para menos


La creación de la Brigada Feminista (que debe su nombre a que la convocaron varias organizaciones feministas) hizo que se levantaran más hombres con ganas de insultar que de ayudar. Lo único que ayudaron a hacer unos cuantos fue a propagar la desinformación de que la Brigada  Feminista sólo rescataba a mujeres y niños: nada más lejos de la realidad. Peor resultó que la Brigada Feminista estuviera ayudado en las labores de rescate de una fábrica textil en Chimalpopoca y Bolívar y reclamando el censo de las costureras que allí trabajaban. Porque en este mundo capitalista a nadie le interesan las costureras de Chimalpopoca, ni en qué condiciones trabajaban y la gente prefiere que no le cuenten en qué condiciones de explotación fue fabricada la ropa que traen puesta. No hubo censo.
«Trabajaban unas 60 personas, en total –cuenta una vecina–, casi todas mujeres. El problema es que para entrar había que pasar por dos puertas de seguridad, con huella digital. Sólo podían salir de una en una. El edificio se cayó unos minutos después del sismo, pero no tuvieron tiempo para salir. Yo las conocía a todas ellas porque vendo dulces y refrescos. Ellas me compraban, pero también eran mis amigas, a todas las conocía».
Y por lo que de ese párrafo supongo, tampoco había una ruta de evacuación o un plan de contingencia. Pero no hay que olvidarlas, a las costureras, porque el que olvida su historia está condenado a repetirla (dicen) y esto ya había pasado una vez el 19 de septiembre de 1985.


Los feminicidios no se detienen, ni los abusos ni la discriminación. El patriarcado no descansa y, de algún modo, hay personas que dicen que las feministas no paramos de mover nuestra agenda y que deberíamos deternernos aunque sea por el temblor. Perdón, pero no. Desde el 19 de septiembre hasta el día de hoy me la he pasando viendo noticias de la verga sobre mujeres muertas, abusadas y violadores que salen libres. Si el patriarcado no descansa, ¿por qué habría de hacerlo yo?