Divagaciones de una Poulain
by Nea Poulain
Mostrando entradas con la etiqueta Ayn Rand. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Ayn Rand. Mostrar todas las entradas

martes, 16 de abril de 2019

Booktag de los hechizos | Harry Potter

Bueno, con la noticia de que hace un montón de tiempo (en enero o febrero), Hitzuji me taggeó en este booktag, así que le voy a dar un poco de descanso a las reseñas de cosas para recomendarles libros. Obviamente el tag llamó mi atención automáticamente porque las consignas tienen que ver con hechizos que aparecen en Harry Potter y ya se sabe lo fan que soy yo. Sin más, vamos al tag.


1. Expecto Patronum: Un libro de la infancia que me trae buenas memorias



Aquí, definitivamente, creo que La peor señora del mundo de Fransisco Hinojosa. Es un libro que me regalaron cuando estaba muy chiquita y creo que lo he leído muchas veces. También Los Buscalacranes, que me gusta mucho. Fueron dos libros que aproveché mucho cuando estaba pequeña y que he recomendado cantidad de veces porque les tengo mucho cariño. Ambos son muy divertidos, así que se los recomiendo.

2. Expelliarmus: Un libro que te tomó por sorpresa



La mayoría, la verdad. Pero creo que Cuanto te golpeo de Meena Kandasamy, uno de los últimos reseñados me tomó muy por sorpresa. No esperaba que fuera lo que fue en ningún momento. No esperaba que fuera tan fantástico de ninguna manera y por eso los invito a todos a leerlo. Es maravilloso en todo sentido. Me fascinó la manera en la que Meena Kandasamy usa el lenguaje, la manera en que cuenta la historia y la manera en que transmite los sentimientos. Pero bueno, todo eso está en la reseña.

3. Priori Incantatem: El ultimo libro que leíste



Lo último que leí al día de hoy (12/04/19) fue el primer volumen de Cave Carson Has a Cybernetic Eye, que se llama Going Underground. Es un cómic. Lo coescriben Gerard Way y Jon Rivera y no les miento si es el único título de Gerard Way que me daban ceromil cerocientas cero ganas de leer. Cave Carson y su ojo cibernético es algo que me no me importa en lo más absoluto en el mundo. Es parte del imprint de Young Animal (del que Way es creador y curador y algo más) de DC Comics y yo iba a pasar de largo completamente, hasta que me interesó leer un evento que hizo DC (Milk Wars) y aquí me tienen, leyendo todo Young Animal (porque a los de la Liga de la Justicia no los voy a tocar, eh).

4. Alohomora: Un libro que te introdujo a un nuevo género



Voy a mencionar Persépolis aquí. Es de Marjane Satrapi y es una novela gráfica autobiográfica. Estoy convencida de que es el libro que me introdujo al maravilloso mundo de las novelas gráficas (que no comics, esos ya los leía, al menos los mangas). Es una historia que me gusta mucho y que además me introdujo a todo un mundo que no conocía.

5. Riddikulus: Un libro divertido



No sé. No me gusta leer comedia. Dicho eso, no significa que no haya leído libros divertidos y uno de los más divertidos que recuerdo es La isla menguante, donde vivía una familia pirata con dos hijos, donde El Pirata vive esperando la aparición de su archienemiga, Mediacara. Me reía mucho leyendo ese libro, así que se los recomiendo si tienen niños pequeños. La autora es Pilar Mateos.

6. Sonorus: Un libro del que todo el mundo debería saber



¡Tengo muchos que recomendar! Pero creo que me iré por mis recomendaciones clásicas y les echaré un choro de por qué deberían leer La mitad del cielo de Claudie Broyelle. Es un libro que habla de la Revolución Cultural en china y le da la palabra directamente a las mujeres. Me parece que el libro compila un montón de testimonios valiosos, así que todo el mundo debería conocerlo.

7. Obliviate: Un libro o spoiler que quisieras olvidar

 

 En realidad no quiero olvidar los spoilers, a veces los busco activamente, no me molestan en ningún sentido. Libros, hay muchos que quiero olvidar. Pero uno en especial que me haría muy feliz no acordarme de haber leído es La rebelión del Atlas de Ayn Rand. Más de mil páginas desperdiciadas alabando al capitalismo presentándolo como algo que funciona cuando, claramente, podemos notar que no en la vida real. Por favor, ya no quiero recordarlo.


8. Imperio: Un libro que leíste en la escuela



¡Leí muchos! Supongo que puedo mencionar cualquiera, así que voy a mencionar uno que me gustó mucho. Mi maestra de Civismo en secundaria nos hizo leer Crónicas Marcianas de Ray Bradbury y, a la fecha, me sigue pareciendo un libro de ciencia ficción que es magnífico. Me gusta mucho. Es una compilación de relatos relacionados unos con otros y son, precisamente, crónicas marcianas.

9. Crucio: Un libro doloroso de leer



Supongo que hay muchos maneras de sentir que un libro es doloroso. A veces son dolorosos porque te llegan muy adentro y te gustan mucho pero no dejan de tirarte pedradas. Y a veces son dolorosos de lo malos que son. No sabía que elegir, pero como la maldición es crucio y es algo bastante malo en el universo de Harry Potter, vamos a hablar de un libro que me dolió leer de lo malo que era: Peligro de suerte de Norma Muñoz Ledo. Es tan... malo. Tan... nada. Tan 600 páginas de relleno y de horrores narrativos. Ya lo dije todo en la reseña, pero de verdad, ese libro me duele.

10. Avada Kedavra: Un libro que podría matar. 



No sé como interpretar esta consigna. Supongo que hay libros por los que sí se ha matado (las épocas y lugares en los que tener un Manifiesto Comunista era algo peligroso) pero estoy casi segura de que la consigna no se refiere como tal a eso. Que yo sólo pensé eso porque claremente era algo que yo iba a pensar. En fin, también podría referirse a un libro que te mató de aburrimiento, que casi te moriste terminando por orgullo... Así que aquí vamos a poner a creo que los libros que más me hicieron morir por dentro, más incluso que el mencionado anteriormente: Sangre de Campeón de Carlos Cuauhtémoc Sánchez. Leer ese libro duele. Nunca lo hagan. Además de que si saben lo mínimo de edición van a llorar al ver una edición de este horror.

martes, 18 de junio de 2013

La rebelión de Atlas, Ayn Rand | Reseña

Sinopsis: Entre 1933 y 1982 Ayn Rand lanzó al mundo su filosofía objetivista con una claridad de razonamiento que la convierte en una figura gigante de la filosofía. Su precisión y sencillez son singulares. Su sistema filosófico racional, basado estrictamente en la lógica y en la realidad, carece de contradicciones y resulta coherente con la naturaleza del hombre.Dijo Ayn Rand: "La libertad y la razón son corolarios. Su acción es recíproca. Cuando los hombres son libres triunfa la razón, cuando los hombres son racionales la libertad se impone. La libertad intelectual no puede existir sin libertad política y la libertad política no puede existir sin libertad económica. Una mente libre y un mercado libre son también corolarios".

No comparto las ideas de Ayn Rand, ni su filosofía, de hecho, las odio bastante. Pero leí La rebelión de Atlas un día que no había qué leer en mi casa (donde también odian a Ayn Rand). La rebelión de Atlas es la materialización de su filosofía, del individualismo y de sus ideas (que pueden ser consultadas en la sabelotodo Wikipedia si no quieren leer nada más). Y me encontré con algo que parecía… bueno y malo a la vez. 

Los personajes de Rand están divididos en dos grandes categorías, de las que no saldrán en ningún momento: los que están de acuerdo con ella y los que no. Los que no están condenados al papel de los chicos malos y los que sí, supuestamente individualistas, repiten las mismas ideas toda la novela, sin mayores cambios. Son como copias, como robots programados para pensar igual que Ayn Rand. Hay algunos rescatables, como Dagny Taggart, y, por supuesto, John Galt, pero los demás acaban difuminados, encasillados en un mismo colectivo, sin nada que los distinga. 

La Rebelión del Atlas llega al límite el capitalismo, olvidando que no todo en el capitalismo es miel sobre hojuelas, y ridiculiza al socialismo, olvidando que en el socialismo no todo es malo. Ayn Rand lo vuelve todo a su modo, como le conviene a ella y a su trama. Se vuelve todo un blanco y negro, donde los malos quieren meter el humanismo a los directores de las empresas que mueven Estados Unidos, y los capitalistas, que no piensan más que en su empresa. Parecen robots programados, todos con la misma aversión a las fiestas y a lo social, todos con los mismos pensamientos, con la única obsesión de hacer más y más dinero. Ayn Rand se olvida que también son humanos y los pone por encima, como dioses. Lo irónico es que ella, que aboga por el individualismo, dibuje unos personajes tan iguales unos de todos, como una serie de robots que piensan lo mismo y lo repiten para sí mismos una y otra vez. Dagny sólo piensa en ferrocarriles, mientras que los hombres no le preocupan, Rearden lleva ocho años casado con una mujer insípida a la que no atiende y que parece no importarte. 

Las relaciones sociales se marchan al segundo plano, como si no importaran, como si lo único que importara es el dinero. 

Mueven al mundo, como dice Rearden, pero pocos, por no decir poquísimos, son personajes que vale la pena. Quizá sólo Dagny Taggart, con sus intentos de matices fallidos. O John Galt, el pilar de la huelga de los emprendedores, de los empresarios, de esos que mueven al mundo. Porque mueven, al mundo, y es cierto (el capitalismo es la clave), pero no mueven al mundo siendo algo superior a un humano corriente. Mueven al mundo porque son los dueños de las poderosas y omnipotentes empresas que se encargan de mover Estados Unidos.


Algunas ideas de Rand, son, por supuesto, rescatables (como el 0.000000000001% del libro nada más). Pero sin matices nada sirve, porque Rand pone en el papel las virtudes del capitalismo, que hoy los detractores del sistema parecen olvidar, pero lo vuelve tan perfecto, tan ideal, que se olvida de que el mundo no funciona así. En su mundo sólo hay negros o blancos, ni un solo gris. Y todos los supuestos individualistas se funden en un mismo colectivo que según Ayn Rand es el bueno, porque está de acuerdo con ella. Y los encargados del estado, los que aspiran al socialismo, caen en el ridículo más profundo, porque Ayn Rand los caricaturiza de manera que no quede en duda su maldad. 

Pero por supuesto, se olvida de los matices. No todo en el capitalismo es perfecto. No todo en el socialismo es una porquería. 

Y ese es el irremediable error de la "obra maestra" de Rand, de más de mil páginas de relleno: la falta de grises, que son infinitos, y diferentes. Pero sobre todo, individuales.