Divagaciones de una Poulain
by Nea Poulain
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miércoles, 19 de febrero de 2020

La fosa de agua: los feminicidios en el río de los Remedios, Lydiette Carrión

La fosa de agua, desapariciones y feminicidios en el río de los remedios

Sinopsis: Este libro documenta las desapariciones de al menos diez adolescentes - todas estudiantes, con el futuro por delante - en la zona de Ecatepec y Los Reyes Tecámac, en el Estado de México. Lydiette Carrión narra con vértigo la odisea de los padres para encontrar a sus hijas; la precariedad de las investigaciones, realizadas por un sistema policiaco laberíntico, corrupto, criminal y altamente ineficaz, y la estigmatización que sufren las víctimas aún en la muerte. Al final, las autoridades vincularon varias de las desapariciones a Erick Sanjuán Palafox, alias el Mili, y sus cómplices, capturados en 2014 y acusados de feminicidio y narcomenudeo tras un proceso lleno de irregularidades. Aunque este caso confirmó, por la juventud de los victimarios y la brutalidad con que violentaron a la única joven de la que se ha podido esclarecer con certeza su destino, que estamos ante una crisis humanitaria de grandes proporciones, muchas dudas aún prevalecen: ¿cuántas de las desapariciones, de los feminicidios, pueden atribuirse a la banda del Mili? ¿Será que este caso sacó a la luz la evidencia de un tipo de crimen organizado más sádico y voraz? ¿Quién está detrás de las desapariciones que todavía ocurren en la zona?


Miren, llevo desde noviembre mentalizándome que quiero hacer una entrada sobre este libro y como que todavía no me cae el veinte, así que aquí estoy, escribiéndola de todos modos. Ya qué. Cuando leí el libro el número de feminicidios diarios en el país todavía era de nueve. Hoy nos enfrentamos a diez y medio (corrección unos días después, ya son once). Así que no creo que exista algún momento adecuado para hablar de este libro, así que da igual si lo hago hoy o mañana o pasado, total, en algún momento tengo que hacerlo. Así que vamos al asunto.

Luz del Carmen, fotografía interior de La fosa de agua

Este libro fue la lectura conjunta de Noviembre de Librosb4tipos y créanme que es un libro que agradezco haber leído con compañía. Si no me hubiera quedado yo sola con toda mi tristeza sin saber qué hacer.

Escribí hasta la última frase de allá arriba el día que salió la noticia de Ingrid Escamilla. Y luego dejé de escribir porque no sabía que decir. Yo siempre digo en modo self deprecating que vivo en la tierra del feminicidio (y es cierto, en el Edomex tenemos el nada honroso récord) y que es obvio que estoy harta. Vivo harta de muchas cosas. De la indolencia del estado, de la doble moral de la sociedad, de la rapiña de los medios que deciden cuáles casos se vuelven virales y por qué (pista: siempre es porque el morbo es muy fuerte o por qué simple y sencillamente, es una manera de conseguir dinero), del centralismo, de... todo. Más o menos de todo. En fin, ahora sí vamos a hablar del libro.

Lo leímos en Librosb4tipos e hicimos un hangout (lo insertaré al final de la entrada). Es ese hangout al hablar de qué trataba el libro dije algo así como "es el caso de El Mili Palafox, del que quizá hayan oído...". Pasó en Los Héroes Tecamac, Estado de México. En el Estado de México (al menos algunas áreas) se supo porque las autoridades usaron ese caso para darse cuarenta golpes de pecho de que estaban haciendo algo. Y luego una de mis amigas dijo que le llamaba la atención que yo dijera que era un poco conocido porque ella jamás lo había oído. Luego se me olvida que el resto del país no conoce las caras, ni los nombres, sino sólo la estadística que azota al Estado de México y, si acaso, algunos de los municipios donde existe la "alerta de género" (para lo que sea que sirva).

Lydiette Carrión recupera las historias de varias mujeres desaparecidas en el Estado de México, de sus familias (especialmente de sus madres, que las buscan en todas partes y en las fotografías de las SEMEFO) y de sus amigos. Es uno de los relatos más humanos que he visto sobre el tema y que recuerda que las mujeres a las que matan son más que un número y una cruz en un mapa que no deja de acumularlas. También recuerda como nunca ninguna es una "buena víctima". Todavía muertas las mujeres se enfrentan a un proceso de revictimización.

Bianca, fotografía interior de La fosa de agua

En este país de fosas clandestinas, de mujeres desaparecidas, tragadas por la tierra, de niñas de 14 años descuartizadas y arrojadas en el canal, o de 13 años desmembradas y enterradas junto a las vías del tren, en esta región de violencia sexual impune, no hay verdad, hay versiones.

¿Qué es lo que se dice de las mujeres? Igual y recuerdan toda la información no pertinente al caso que salió a la luz cuando encontraron muerta a Lesvy Osorio (porque fue un caso muy mediático) que buscaba culparla de su propia muerte (es más, pasaron meses y creo años antes de que se investigara como feminicidio en vez de como suicidio). Así pasa con muchas de las chicas que están entre las páginas de La fosa de agua. No importa si es verdad o no, hay miles de versiones: "tenía muchos novios", "consumía droga", "no era tan buena como parecía" que se dan por ciertas y ayudan a ese intento de justificar por qué a las mujeres las matan (y suman a esa dicotomía de que matan a las "malas mujeres", como bien dice Una en Una entre muchas). Y luego eso también ayuda a que las mismas autoridades digan: "se fue con el novio a Acapulco", "seguro se escapó", "ay, señora, si su hija fuera tan buena la andaríamos buscando en las iglesias".

Diana Angélica, fotografía interior de La fosa de agua

Convierten la vida privada de las mujeres en un espectáculo mediático con tal de culparlas a ellas de que las hayan asesinado. "En algo han de haber andado", se oye por todas partes.

—Señora, ¿sabe que su hija tiene relaciones sexuales con su novio?
—Señora, es que parece ser que su hija ha llegado a fumar marihuana.
—Si su hija fuera tan buena, la tendríamos que buscar en las iglesias —llegaron a decir.
Y como siempre pasa, también, los policías parecían no ver que fuera una estudiante destacada, deportista, que estuviera aprendiendo música, que tuviera una buena relación con sus padres y su hermana, que tuviera buenos amigos y un novio que la amaba. Ninguna víctima es una buena víctima.

Mariana Elizabeth, fotografía interior de La fosa de agua
Además, a todo el horror se le suma la indolencia de las autoridades que con tal de dar carpetazo entregan cadáveres (o pedazos) que no corresponden, vinculan a chivos expiatorios a los casos (como en el caso de Palafox y los adolescentes vinculados a la desaparición y feminicidio de Bianca Edith Barón Cedillo a los que intentaron hacer responsables de decenas de desapariciones con tal de no seguir removiendo la mierda que son las desapariciones en el Estado de México). Total, aceptar que había más responsables hubiera obligado al gobierno a aceptar que no era una sola banda, sino que llevamos años asediados por múltiples bandas de tratantes, feminicidas y cuánto horror se les ocurra.

A lo largo de los siguientes años, a los adolescentes detenidos se les mostraron fotografías prácticamente de todas las personas desaparecidas del Estado de México. Ellos creían reconocer a algunas de ellas. O quizá ya aceptaban cualquier crimen por aburrimiento o por tratar de conseguir un favor por parte de la fiscalía. Quién sabe. El hecho es que por medio de esas declaraciones informales se les ha investigado por desapariciones ocurridas, por ejemplo, en Ciudad Nezahualcóyotl y en Tizayuca. Familiares de víctimas de otros municipios y otros tiempos han debido agotar tiempo investigando la probable responsabilidad de la banda del Mili.
Y, lo que es peor, después del Mili siguieron desapareciendo muchachas.

Lydiette Carrión
Lydiette Carrión

Esta entrada no es una reseña tal cual. Es más bien una petición para que busquen este libro y lo lean. Si pueden comprarlo, háganlo; si saben en que biblioteca está, léanlo allí (y díganme, me encantaría saber); si no pueden comprarlo, escríbanme a mi tuiter; si no viven en México y no se edita en donde viven, mismo caso. Sólo léanlo. Como sea. Léanlo porque no todos los días alguien voltea a ver al Estado de México y cuenta la historia de las cosas que pasan aquí. Casi todo el tiempo somos un estado, tierra de nadie (no es cierto, tierra del PRI), donde los chilangos no saben muy bien qué hay, salvo transporte culero y gente que pasa dos horas en el tráfico para ir a estudiar y trabajar (y las piramides de Teotihuacán, claro). Léanlo y, no sólo eso: volteen a vernos. Apoyen la descentralización de la protesta. Volteen a vernos, porque somos el resultado de gobiernos indolentes, de desidia de las autoridades (y es que, ¿por qué habríamos de esperar algo de ellas a estas alturas?) y de horrores diarios que acaban despojados de nombre, edad y vida y se convierten en un número en una estadística que crece y crece y crece.

Y volteen a las mujeres, porque si están hartas no es por nada. Esta no es una entrada fácil de escribir y llevar meses posponiéndola es parte de ello. Pero quiero hablar del libro porque quiero hablar de mi estado. De aquí soy y aquí vivo. Volteen a verlo.

Si quieren ver el hangout de Librosb4tipos lo encuentran acá:


domingo, 12 de mayo de 2019

Chicas Muertas, Selva Almada | Reseña

Sinopsis: Un relato que combina percepciones y recuerdos personales con la investigación de tres feminicidios que revela, de modo sutil, la ferocidad del machismo y el desamparo de las mujeres pobres. Tres asesinatos entre los cientos que no alcanzan para titulares de periódicos ni convocan a las cámaras de los canales de Buenos Aires. Tres casos que llegan desordenados: los anuncia la radio, los conmemora un diario de un pueblo, alguien los recuerda en una conversación. Tres crímenes ocurridos en el interior del país, mientras Argentina festejaba el regreso de la democracia. Tres muertes sin culpables. Convertidos en obsesión con el paso de los años, estos casos dan lugar a una investigación atípica e infructuosa.

No puedo decir que me muriera por reseñar este libro.

No me gusta hablar de feminicidios, mucho menos viviendo en un país donde es algo que ocurre en promedio, nueve veces por día. De todos modos, quería hablar un poco de él. Se lo dejé a la suerte (las encuestas de tuiter) y después de un par, votaron porque lo reseñara, así que aquí estoy. Voy a hablar de Chicas Muertas. Y de Selva Almada. Y de los feminicidios, porque son el tema central del libro y es un tema que atraviesa a las mujeres, especialmente a las mujeres de clase trabajadora, que son la clase de mujeres que encontraron en los campos algodoneros de Juárez en los noventas, las que aparecen en el río de los remedios en el Estado de México, las que aparecen en campos baldíos, abandonadas. El feminicidio nos atraviesa.


Chicas Muertas es un híbrido entre novela, crónica, ensayo, crónica novelizada o algo así. Es una manera de acercarse a los feminicidios y hablar de ellos. Hay muchas veces que, como ya he dicho en muchas reseñas, la ficción nos permite imaginarnos mundos mejores, otras veces nos permite imaginarnos mundos mucho peores que queremos mejorar porque nunca paramos de soñar con mundos mejores. Pero también muchas veces y con muchos libros publicados en este tiempo dentro de latinoamérica: muestran partes de nuestra realidad. Es algo que abordé en el ensayo que escribí para Infiltradas, sobre cómo las mujeres en latinoamérica muchas veces abordan la realidad que viven las mujeres en el continente desde distintas maneras de narrar y contar historias, incluso desde distintos géneros. Sí, por si no lo sabían, me publicaron en un libro. Si quieren saber más pueden hablarme al tuiter o conseguir el libro en este link de la editorial Palabaristas. Ahora sí, Chicas Muertas.
Yo tenía trece años y esa mañana, la noticia de la chica muerta, me llegó como una revelación. Mi casa, la casa de cualquier adolescente, no era el lugar más seguro en el mundo. Adentro de tu casa podían matarte. El horror podía vivir bajo el mismo techo que vos.
 

Chicas Muertas recupera tres casos de feminicidio, aislados entre ellos (aunque en realidad el feminicidio es simplemente una forma que tiene de manifestarse este sistema en el que vivimos, no es algo aislado como tal) y Selva Almada toma como misión juntar los huesos de las chicas, armarlas, contar su historia y dejarlas correr hacia donde tengan que ir. A veces, detrás de las horribles estadísticas se nos olvida que hay seres humanos. Es algo común. Las estadísticas son sólo números y, para algunos, ver el horror en números es mejor que pensar en las personas que mueren. Para mí es igualmente horrible, porque la estadística, los números y todo lo que tiene que ver con matemáticas son otro lenguaje que construimos para poder explicar lo que sucede a nuestro alrededor. No puedo olvidar que en la estadística de México (9 mujeres muertas cada día en las que el caso es tipificado como feminicidio) hay personas, hay vidas y hay historias. Y en las estadísticas de Argentina y de toda América Latina pasa lo mismo.


Además de contar la historia de tres feminicidios, entre las páginas del libro de Selva Almada, se esconden otro montón de cosas que afectan y atraviesan a las mujeres. Especialmente, a las trabajadoras. Las mujeres que dependen de sus maridos porque viven en un sistema que las condenó a lo doméstico, sin posibilidades de emanciparse. Maridos que las violentan. Historias de violencia sexual, de mujeres que tienen miedo, que temen por sus hijas, que buscan a sus hijas desaparecidas sin descanso. Hay un fragmento en el libro en el que la narradora cuenta cómo le impactó una vez la noticia de que una mujer de su barrio, la esposa del carnicero López, lo hubiera denunciado por violación.
¿Cómo podía ser que el marido la violara? Los violadores siempre eran hombres desconocidos que agarraban a una mujer y se la llevaban a algún descampado o que entraban a su casa forzando una puerta. [...] Nunca nos dijeron que podía violarte tu marido, tu papá, tu hermano, tu primo, un vecino, tu abuelo, tu maestro. Un varón en el que depositaras toda tu confianza.
No les puedo decir que sea una lectura agradable. Es una lectura corta, pero aún así desgarradora porque siempre es desgarrador leer sobre el tema. Es un libro que, además, explora el duelo de las familias, de los amigos y de todos los cercanos, lo que lo hace aún más difícil, complicado y pesado. Habla de las mujeres muertas, poniéndolas al centro, pero también de los que se quedan atrás. De las madres, las hermanas, los hermanos, los padres, los novios, de sus duelos y cómo viven, a veces, el no saber si las desaparecidas están vivas o muertas, como viven el no saber dónde están sus restos, si es que hay restos. Los feminicidios muchas veces son una historia sin terminar. En las novelas policiacas, que los usan a diestra y siniestra para que, durante el curso de la novela un o una detective busquen a un asesino, siempre hay una recompensa, siempre lo atrapan, siempre quedas con la sensación de que se hizo justicia. Eso no ocurre en la realidad. La realidad es que en México y también en Argentina, la mayoría de los feminicidios quedan impunes. Y eso es algo que se ve en el libro, que se siente, algo que continuamente transmite la prosa de Almada.


Finalmente, para concluir: ¿recomiendo este libro? Claro que sí. Me parece que es un libro desgarrador, pero con mucha fuerza. Almada es buena escritora y, además, es increíblemente sensible al momento de contar las historias de las tres chicas muertas. Así que sí, claro, lo recomiendo.

jueves, 22 de octubre de 2015

Voces de Chérnobil: crónica del futuro, Svetlana Aleksievich | Reseña

Sinopsis: Tal como recalca su propia autora, este no es un libro sobre Chernóbil, sino sobre sus consecuencias ―las pasadas y las futuras―, sobre personas a las que les tocó vivir una nueva realidad que todavía existe pero que aún no se ha comprendido. Aquellos que sufrieron Chernóbil son los supervivientes de una Tercera Guerra Mundial nuclear. Según Alexievich, en este mundo hostil “todo parece completamente normal, el mal se esconde bajo una nueva máscara, y uno no es capaz de verlo, oírlo, tocarlo, ni olerlo. Cualquier cosa puede matarte... el agua, la tierra, una manzana, la lluvia. Nuestro diccionario está obsoleto. Todavía no existen palabras, ni sentimientos, para describir esto”.

Un día anunciaron el Nobel. Como de costumbre, el nombre no me sonaba de absolutamente nada. Vamos, en mi vida lo había oído (como a los anteriores). Pasaron unas horas y me aguanté las ganas de investigar todo sobre su vida. Era una mujer y era bielorrusa, así que no aguante mucho y lo busqué en google. Vi que era periodista y que su único libro traducido al español era acerca de la catástrofe de Chérnobil (o más bien, de sus consecuencias). Yo, que en una época vi cuanto documental sobre radiación se me puso delante, dije que algún día lo leería. Y luego me lo topé enfrente. Se tardó más o menos dos días más en caer y yo me tardé dos días más en empezarlo. De ahí, lo que sigue es historia. 

Este es, sin duda, uno de los mejores libros de no ficción que he leído. No creo que todo el mundo esté interesado en él, o que a todo el mundo le guste o que a todo el mundo le entretenga. De hecho, aunque yo lo he recomendado por activa y por pasiva sé que, de todas las personas que lo leerán porque yo llevo ya semanas estampándoselo en la cara a quien quiera oírme, le encantará a unas cuantas. Otras me dirán que es largo. Otros que se aburrieron. Otros me dirán "está bien", pero se quedará allí. Al menos eso creo. No conozco demasiadas personas que suelan leer texto periodístico y mucho menos de este tipo.

Voces de Chernóbil me recuerda irremediablemente al único libro que he leído de Elena Poniatowska: La noche de Tlatelolco. ¿Por qué, si entre un accidente catastrófico en Ucrania y una matanza en Tlatelolco no hay prácticamente nada en común? Por la manera de contar la historia. Tratan sobre temas muy diferentes, y están estructurados muy diferentes, pero no hay duda que las dos historias están contadas de manera oral, que son entrevistas o pedazos de entrevistas que se seleccionaron y se transcribieron. Eso, obviamente, en este libro hace difícil que te sitúes en la historia hasta que no te lo dice quien está hablando y, generalmente, nunca te lo dicen tal cual. 

Si quieres saber los datos duros y fríos de la catástrofe de Chérnobil, este no es el libro para eso,  ya hay libros y miles de documentales que se enfocan en esa parte de la carástrofe. Para eso no sirve. Apenas hay algunos números y porcentajes, aquí lo que hay son las voces de Chérnobil, literalmente. Algunas de las personas entrevistadas hablan sobre los roetguen y las dosis letales de radiación, pero de pasada, eso, al fin y al cabo, deja de importar ante algo que ya ocurrió. Eso no es lo que importa, porque en este libro está impreso el lado más humano. Habla de las consecuencias, no sólo para la ciencia, la radiación, la URSS, el comunismo, habla en sí de las consecuencias sobre las personas. 

Reactor de la Planta Nuclear. Aún sin el sarcófago.
Este, además, no es un libro que busca culpables. Los años pasan y buscar culpables ya no le importa a nadie. Además, entre los que eligieron no avisar para no cundir el pánico y trabajar en el más absurdo secretismo, entre los que prefirieron el secreto que salvar a su propia población, entre los que no informaron a los liquidadores de las dosis reales de roetguen que estaban recibiendo y entre los que dejaron pasar los días antes de avisarle al mundo que en la Planta Nuclear había ocurrido un accidente (sólo un incendio, controlado, y sin embargo, nadie dice que los liquidadores trabajaron para evitar que explotaran los otros tres reactores, cuyo efecto sobre toda Europa hubiera sido letal), los culpables son tantos, que en realidad a nadie le importa ya.

Es una historia dura y lo es porque no es una historia de guerra, no es una catástrofe causada por alguien más, como la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki: fue un simple accidente, una casualidad y eso es aún más difícil de entender. Lo mencionan en el libro. Hiroshima y Nagasaki fueron la guerra, pero Chérnobil era el átomo de la paz y nadie se imaginaba que fuera sólo un hermano del que conformaba la bomba atómica.

Pripiat actualmente: una ciudad fantasma
¿Cómo elegir entre el amor y la muerte? ¿Entre el pasado y el ignorado presente? ¿Y quién se creerá con derecho a echar en cara a otras esposas y madres que no se quedaran junto a sus maridos e hijos? Junto a esos elementos radiactivos. En su mundo se vio alterado incluso el amor. Hasta la muerte.
Ha cambiado todo. Todo menos nosotros.
Eso sí, si no conoces la historia de Chérnobil, al menos de pasada, lo más probable es que haya varias partes en el libro confusas, que quizá no entiendas a la primera, quizá te pierdas un poco porque los entrevistados dan por supuesto que al menos algo se sabe del tema. Al libro le falta ponernos un poco en contexto, pero en realidad creo que no es algo que sea totalmente necesario. Con leer la Wikipedia entiendes de que hablan los entrevistados. La mujer de un bombero que murió de la radiación a los diecisiete días cuenta su historia, como perdió a su hija y su salud por lo mucho que amaba a su marido, los liquidadores (soldados que trabajaron en el reactor), gente evacuada, gente que se negó a evacuar, gente que volvió a sus pueblos, aún abandonados, comunistas convencidos y no convencidos, científicos, historiadores, escritores... un sinfín de personas desfilan por estas páginas para contarnos su versión de la historia, sus desdichas o sus alegrías, para contarnos lo que pasó desde sus ojos. Y por supuesto, la historia varía por la cantidad de puntos de vista que hay, pero casi todos coinciden en algo: para la Unión Soviética hubo un antes y un después de Chérnobil.

Liquidadores de Chérnobil, casi todos están muertos hoy en día o enfermos
We're often silent. We don't yell and we don't complain. We're patient, as always. Because we don't have the words yet. We're afraid to talk about it. We don't know how. It's not an ordinary experience, and the questions it raises are not ordinary. The world has been split in two: there's us, the Chernobylites, and then there's you, the others. Have you noticed? No one here points out that they're Russian or Belarussian or Ukrainian. We all call ourselves Chernobylites. "We're from Chernobyl." "I'm a Chernobylite." As if this is a separate people. A new nation.
Bueno, creo que ya quedó claro; para mí este libro es un 5/5, perfecto, aunque reconozco que quizá le hace falta darnos un poco de contexto, pero es precisamente la manera de hablar de cada entrevistado lo que nos deja ver el lado más humano de la situación. Totalmente recomendado. Este libro a menudo nos recuerda que, muchas veces, la realidad supera a la ficción. ¿Quiénes somos nosotros para poder imaginarnos una catástrofe de esta magnitud cuando ni los libros que leemos se acercan al tema de esta manera? Ver el lado más humano de esta catástrofe es a menudo sobrecogedor y desesperanzador, pero también espeluznante. Porque ni en el libro más trágico de ciencia ficción existe algo como Chérnobil.