La rueda celeste es una novela siniestramente profética en la que Ursula K. Le Guin aborda de forma magistral los peligros del poder absoluto y la capacidad de autodestrucción del ser humano, a la vez que se cuestiona la naturaleza de la propia realidad.
LeGuin siempre ha sido una autora eternamente pendiente en mis listas. No porque no la lea (que lo hago) sino porque su obra es extensísima e increíble y de repente no sé a donde moverme. Admiro mucho a esta escritora (se nota, se nota) y fue de las primeras mujeres que leí dentro del territorio de la ciencia ficción (aunque, por supuesto, también la conozco en fantasía). Me maravilla su sensibilidad y sus aproximaciones a estos temas.
Pues bueno, yo no me hubiera topado con La rueda celeste tan pronto si no hubiera salido como libro elegido en un Club de lectura supersecreto (okey, no, sólo es cerrado). Sin embargo, desde que leí la sinopsis supe que era un libro que me iba a gustar o que, al menos iba a apreciar mucho. Ya les conté en mi anterior reseña de Ursula, la del El nombre del mundo es bosque, mucho tiempo estuve peleada con escribir cosas que tuvieran relación con los sueños, lo onírico y ese mundo al que vamos al dormir. No tenía problema en leerlo, sólo era algo que me trababa al escribir; vamos, un asunto al que no tenía ni idea de cómo aproximarme (por culpa de señoros de la literatura realista diciendo en libros de consejos de cómo escribir libros que mi pobre ser agarró a los catorce años que decían que no había que escribir sueños, que no servía de nada). El caso es que, con Úrsula, al menos en la gran mayoría de los libros suyos que he leído, los sueños son algo importatísimo, vital. En este son el centro de la historia.
George Orr sueña y lo que sueña se vuelve realidad. Quiere dejar de hacerlo: le tiene miedo a sus sueños. No puede controlarlos y quién sabe qué podría ocurrir si le da vida a todas sus pesadillas. El doctor Haber, médico que le es asignado después de que acceda a medicamentos a los que no debería haber accedido, es de la opinión que los sueños de Orr pueden ser usados para el bien de la humanidad, así que, tal y como dice la sinopsis, empieza a intentar manipularlos a su antojo. Sólo que se olvida de algo muy importante: la imaginación de Orr.
La imaginación es, probablemente, una de las cosas que tienen más poder dentro de toda la ficción especulativa. Es la fuerza que mueve todas estas historias (si quieren, uno de sus pilares, jé). Ya ocurría en La historia interminable, en la que el mayor poder de Bastián Baltasar Bux era justamente eso: ¡la imaginación! Para salvar a la emperatriz infantil y a toda Fantasia, usó ese enorme poder. En la palabra escrita, la imaginación mueve fronteras. Lo mismo ocurre dentro de los sueños de Ursula: el único límite que existe es ese.
Entonces, volvamos al doctor Haber. Viendo el tremendo poder que tiene Orr, que más bien lo que quiere es que lo dejen en paz con el mundo que tiene (que hay cosas qué hacer, lugares donde estar y cosas que no cambiar), empieza a aprovecharse de sus sueños para mejorar la realidad. Eso lleva a cuestionarnos qué es mejorarla y por qué Haber puede decidirlo por sí mismo. ¿Quién le dio esa clase de poder de actuar individualmente? ¡Porque muy pronto queda claro que los sueños de Orr no ocurren exactamente como el los planea! Especialmente si las directrices que le da cuando usa la hipnosis sin vagas y, en el mejor de los casos, utópicas.
Hay dos partes ahí que me llaman mucho la atención: cuando, aprovechándose del estrés que causa a Orr el exceso de gente en todas partes le propone a sus sueños "arreglar" la sobrepoblación y Orr sueña con la peste. Y, después, cuando le pide que sueñe con la paz, pues esa tierra en la que viven está golpeada por la guerra. Esa parte me recordó mucho a lo que ocurre con muchas otras obras de ciencia ficción en la que la única manera que se les ocurre a los autores de conseguir que todo el mundo esté en paz es crear una amenaza más grande... o historias donde el mundo ya está en paz porque hay una amenaza más grande. (Como Watchmen, por ejemplo..., incluso El juego de Ender). ¿De verdad imaginar un mundo sin guerra (algo que hoy definitivamente es utópico) es tan imposible que siempre tendemos a imaginar que hay una guerra más grande que nos obliga a trabajar en conjunto? Porque a eso me recuerda esa parte de la novela: Orr nunca cumple al pie de la letra las indicaciones de Haber porque estás son demasiado vagas y él rellena con su imaginación.
Pero usted manera algo que se escapa a la razón. Intenta alcanzar objetivos progresistas, humanitarios, por medio de una herramienta que no es adecuada para el trabajo. ¿Quién tiene sueños humanitarios?
Me gusta mucho la manera en la que Ursula se aproxima a lo que puebla los sueños: todas esas cosas inverosímiles que se vuelven posibles en otro mundo totalmente distintos. Además, me gusta ese desbaratar constante de la realidad que vive Orr y los que están a su alrededor. Lo que existía ayer quizá nunca existió porque Orr soñó que las cosas fueron distintas. Y uno pensaría que algo así puede ser confuso, pero Ursula K. LeGuin nunca lo es; es un detalle que me encanta de su narración, su habilidad para hacer parecer sencillas cosas tan complejas, como el desdoblar la realidad una vez por cada sueño y traer los sueños al mundo. Su prosa es muy bonita y quien sea que haya traducido este libro la verdad es que hizo un gran trabajo.
—Me hago pedazos —dijo—. Ya se habrá dado cuenta. Usted es psiquiatra. ¿No ve que me hago pedazos? ¡Alienígenas del espacio exterior atacando la Tierra! Mire, si me pide otra vez que sueñe, ¿qué obtendrá? Quizá un mundo totalmente absurdo, fruto de un demente. Monstruos, fantasmas, brujas, dragones, transformaciones, todo lo que llevamos dentro, todos los horrores de cuando éramos pequeños, los terrores nocturnos, las pesadillas.
Como conclusión, no me queda más que recomendarles este libro. Si su área de interés es la ficción especulativa, definitivamente es uno que les pondría encima, especialmente para demostrar que la ciencia ficción o la fantasía que desdeña la imaginación, aunque de ahí parte, se queda terriblemente limitada. ¡Es nuestro poder! ¡Especialmente para aquellos que escribimos! Ursula K. LeGuin es además muy sensible a todo lo humano (el querer cambiarlo todo, el querer vivir en tranquilidad, el miedo, la incertidumbre) y eso sólo hace de este libro una obra impresionante. Definitivamente: recomendado. (Por cierto, por si les interesa: lo edita Minotauro).