Divagaciones de una Poulain
by Nea Poulain

jueves, 12 de octubre de 2017

Malintzin, malinchismo: la mujer en la conquista de México

En España es el día de la hispanidad: un poco curioso ponerlo en el día que Colón pisó América, ¿no? O sea, tiene todo el sentido del mundo para ellos, que Colón pusiera un pie en el Caribe significó más tarde que España sería el mayor imperio del mundo. Colón le abrió la puerta a España para colonizar casi toda latinoamérica, le dio puerta a los ingleses para venir, a Francia para intentar tener colonias (eso no salió demasiado bien), hizo que un buen día se sentaran España y Portugal a firmar el tratado de Tordesillas para decidir qué tierras eran para cada quien (con la idea de que tierras con imperios y civilizaciones ajenas les pertenecían) e hizo que, quinientos años después (poco más) sigamos sufriendo las consecuencias de la colonización. Somos tierras colonizadas, somos el resultado de un choque de culturas, aun cuando choque no es la palabra correcta si estamos hablando de que unos intentaron destruir un sinfin de culturas de raíz, somos el resultado de la evangelización, el resultado del mestizaje, el no saber de donde vienes, pero tener una idea. Podemos hablar horas de colonización. Yo, que hoy no estoy muy original, voy a hablar de La Malinche.


Yo aprendí de la Malinche como la traidora. La que vendió a su pueblo a un hombre llamado Hernán Cortés. La idea de que vendió y traicionó al pueblo mexicano siempre me ha resultado absurda por dos cosas: (1) en el territorio que hoy es México (y Guatemala) no había un único pueblo. Estaban los Aztecas... y muchos eran sus vasallos, pero mantenían su identidad, y estaban los Mayas (los que quedaban) y estaban más pueblos al norte (Apaches) y al oeste. No había un sólo pueblo. La Patria como la conocemos ahora no existía. Y la Malinche no era Azteca, no era Mexica. Y, claro, (2) porque al hablar de la Malinche no hablan de los Tlaxcaltecas, que pelearon al lado de Cortés. Nadie se atreve a subir el dedo y apuntar y decir La Culpa es de los Tlaxcaltecas. Porque no es. Sufrieron las mismas consecuencias que el resto en la colonización, intentaron jugar las cartas que tenían a su favor y salió como salió. Perdieron igual.

Tal vez decir que Malintzin fue una víctima de las circunstancias, un resultado de los hechos, es un poco ingenuo, pero es lo que creo. Si quieren una investigación seria, consíganse un historiador, yo soy una aficionada. Pero bueno, vamos a hablar de Malintzin, Malinalli, Doña Marina, La Malinche. Todo esto salió porque cuando leí Visión de los Vencidos (que es, finalmente, una recopilación de diversas narraciones indígenas de la conquista), la Malinche aparecía dos veces, quizá tres. Y aparecía como mención al margen, poco importante. En donde sí aparece más es en las imágenes, como una figura femenina que siempre está dibujada al lado de Cortés. Me queda ver cómo habla Cortés de ella en las Cartas de Relación, pero así a buen ojo me da la impresión de que, pese a la importancia de tuvo Malintzin en la conquista, su papel no llamaba demasiado la atención como para que apareciera en esas primeras narraciones.

Se dice que La Malinche nació Malintzin, posiblemente, en Olutla, Veracruz. Y que nació en la clase alta de la sociedad. Decía Bernal Díaz del Castillo (que escribió La Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España) que sus padres habían sido señores y caciques de un pueblo llamado Copainalá. Creció en una región que era fronteriza en la población nahuatl (los vasallos del Imperio de México-Tenochtitlan) y al ámbito cultural maya. La nombraron «Malinalli» en honor a la Diosa de la Hierba. Al parecer, cuando su padre murió, su madre se volvió a casar y tuvo un hijo, así que ella quedó como la hijastra incómoda. Sociedad patriarcal, ya saben. Así que acabó siendo vendida a un grupo de traficantes de esclavos provenientes de Xicalango. Después de una guerra de Xicalago con Potonchán, fue cedida a un cacique maya de Tabasco. Por eso hablaba nahuatl y maya, lo que le permitió, más tarde, ser la intérprete de Hernán Cortés.

Cuando los españoles ganaron una batalla contra los tabasqueños, Malintzin fue regalada a Hernán Cortés, como se regalan las flores, los perros y los libros. La regalaron junto con otras 19 mujeres, junto con algunas piezas de oro y un juego de mantas. Los españoles no tardaron nada en bautizarla con el nombre de Marina y Cortés se la cedió a otro. Pero ese otro no tiene importancia en esta historia porque se regresó a España y Cortés acabó quedándose con Malintzin (como si ella fuera posesión) por su valor como intérprete. En toda esta historia, ella no tuvo mucho libre albedrío. La vendieron, la regalaron, la regalaron otra vez y luego le dijeron que fuera intérprete. Le preguntaron sobre las costumbres de los nativos. Y ella respondió (¿qué hacía?). Le preguntaron por cómo eran militarmente los nativos. Y ella respondió (¿pues que hacía?). Cortés tuvo un hijo con ella (¿pues qué hacía? Ella era una mujer en una relación de poder con un hombre). 

Y ahora la cultura popular se deshace en acusar de malinchista a quien traiciona a lo que entiende Patria (hay que amar a la Patria con mayúscula, por el sólo hecho de haber nacido en ella, hay que amar a un conglomerado de tierra y querer defenderlo hasta la muerte, la Patria, que dice amar sus tradiciones, pero desprecia a los pueblos originarios). Porque Malintzin la traicionó primero, según estos iluminados. México no existía en esos entonces y no había como traicionarlo, pero lo traicionó. Su error fue no tener el poder de la premonición. Siempre he creído que el odio a Malintzin viene de que tuvo un hijo con Cortés, total, que es una mujer y tuvo un hijo. Es común andar culpando a las mujeres de las relaciones que mantienen sin pensar que en ese contexto, tener una relación con un hombre, la que fuera, casi casi, era una relación de poder. Y que las mujeres no lo tenían. Pero esa es pura conjetura mía. Nunca he entendido el odio a Malintzin porque no es algo que tenga sentido en mi lógica.


Por eso hoy la reivindico. Hoy, 12 de octubre, día de la raza (México), de los pueblos índigenas, de los pueblos originarios, de la descolonización (Bolivia). Todo menos el día de Colón y de la hispanidad, por favor. Es algo retorcido celebrar la hispanidad el día que Colón piso América sin saberlo, por mucho sentido qué tenga, y lo que significó para los pueblos latinoamericanos. Reivindico a Malintzin porque se lo merece. Después de tantos años de odio, es lo menos que la figura de una mujer indígena se merece. 

viernes, 29 de septiembre de 2017

El patriarcado no descansa

Este artículo no es una investigación seria ni nada, más bien es el vómito de todo lo que traigo adentro y aquí está.

Debo reseñas, entradas, listas, pero no tengo cabeza para nada. Si soy completamente honesta, acabé la entrada de las mujeres en la independencia de México nada más porque ya la tenía empezada. Y ya. Porque me sentía en compromiso conmigo misma para acabarla. Porque hacía dos días habían asesinado a Mara Castilla (que fue a parar a las viles estadísticas como una más de las siete víctimas de feminicidio al día en México), porque el caso de Mara Castilla era otro más a la lista. Porque. En realidad tenía tantos porqués que ya se me olvidó la mitad. El lunes me dije que tenía que respirar hondo, volver al blog, quería escribir algo del feminicidio en México, pero quería leer primero, quería difundir algo. Quería sentirme útil. Y luego el martes tembló

Y se acabó todo.


Iba camino a la escuela, estaba en el carro con mi mamá. Al lado había un camión de pasajeros, estábamos paradas para que un trailer pudiera dar la vuelta y sentí como que el carro brincó. Por medio segundo pensé que era mi imaginación y que era porque el carro hijo de la chingada se había acelerado. Pero no, brincó otra vez. Y obvio estaba temblando. Alcancé a mandar un mensaje al grupo de whatsapp que tenía abierto. «No mamen, está temblando». Enviado. Fue la última señal que tuve creo que como en 20 minutos. Curiosamente, no sentí feo el temblor, sólo pensé que había estado fuerte y que lo había sentido más porque estaba ya en la Ciudad y no en mi cerro del Edomex (que ni es un cerro, pero no se sienten los temblores). Se había ido la luz. Pero pensé que nada había pasado. Para no quedarnos atoradas en el caos, porque todavía podían avanzar los carros, llegué a la escuela, no había como dar vuelta de regreso e irse (eso sí era ya un caos). Me bajé y fui a ver a donde estaba concentrada la gente. 

Y luego tuve internet y vi el desastre que había sido en realidad y entré en un raro modo automático que suponía leer noticias, buscar a todos los que no se habían reportado, hacer algo, ser útil como se podía. No les voy a contar de eso. Ya hay muchos hablando de la Solidaridad Mexicana, así, con mayúsculas. Hay tantos, que ya hasta los organismos oficiales y las Fuerzas Armadas andan haciéndose propaganda con la Patria y otras madres. Hay tantos diciendo que hay que dejar al lado nuestras diferencias para ayudar, que le gritan feminazis a las mujeres de la Brigada Feminista cuando quieren hablar de las (malas) condiciones de las costureras de Chimalpopoca. Porque ellas sí separan y los que nos dicen feminazis no (seguro). A mí, además de el gran corazón que tiene mucha gente que conozco, lo que me quedó claro es que el patriarcado no descansa.

Perdón si para ustedes estoy dividiendo. Si piensan eso, ¿qué vergas hacen aquí? Cierren la pestaña y podemos todos vivir en paz. Bueno. Volvamos a que el patriarcado no descansa (y obvio se ayuda del capitalismo y vivimos en un desastre y ya). Porque el 19 de septiembre ya había quien se aprovechaba de que había gente que estaba en una zona de desastre para intentar violar mujeres. En el multifamiliar de Tlalpan, que se derrumbó, un hombre intentó abusar de una menos de edad el mismo 19 de septiembre en uno de los departamentos aledaños al edificio derrumbado. Ella alcanzó a pedir auxilio y la gente casi lincha al agresor. Y no es para menos


La creación de la Brigada Feminista (que debe su nombre a que la convocaron varias organizaciones feministas) hizo que se levantaran más hombres con ganas de insultar que de ayudar. Lo único que ayudaron a hacer unos cuantos fue a propagar la desinformación de que la Brigada  Feminista sólo rescataba a mujeres y niños: nada más lejos de la realidad. Peor resultó que la Brigada Feminista estuviera ayudado en las labores de rescate de una fábrica textil en Chimalpopoca y Bolívar y reclamando el censo de las costureras que allí trabajaban. Porque en este mundo capitalista a nadie le interesan las costureras de Chimalpopoca, ni en qué condiciones trabajaban y la gente prefiere que no le cuenten en qué condiciones de explotación fue fabricada la ropa que traen puesta. No hubo censo.
«Trabajaban unas 60 personas, en total –cuenta una vecina–, casi todas mujeres. El problema es que para entrar había que pasar por dos puertas de seguridad, con huella digital. Sólo podían salir de una en una. El edificio se cayó unos minutos después del sismo, pero no tuvieron tiempo para salir. Yo las conocía a todas ellas porque vendo dulces y refrescos. Ellas me compraban, pero también eran mis amigas, a todas las conocía».
Y por lo que de ese párrafo supongo, tampoco había una ruta de evacuación o un plan de contingencia. Pero no hay que olvidarlas, a las costureras, porque el que olvida su historia está condenado a repetirla (dicen) y esto ya había pasado una vez el 19 de septiembre de 1985.


Los feminicidios no se detienen, ni los abusos ni la discriminación. El patriarcado no descansa y, de algún modo, hay personas que dicen que las feministas no paramos de mover nuestra agenda y que deberíamos deternernos aunque sea por el temblor. Perdón, pero no. Desde el 19 de septiembre hasta el día de hoy me la he pasando viendo noticias de la verga sobre mujeres muertas, abusadas y violadores que salen libres. Si el patriarcado no descansa, ¿por qué habría de hacerlo yo?

lunes, 18 de septiembre de 2017

Las mujeres de la independencia de México

Probablemente conozcan el nombre de Doña Josefa Ortíz de Domíguez, que pasó a la historia como una de las mujeres más importantes de la historia de México. Su casa fue la casa donde inició la conspiración de Querétaro, su casa fue donde Iturbide e Hidalgo y otros tantos más se sentaron a hablar de la independencia por primera vez. Quizá, incluso, si tengas algo más de interés en la historia, conozcas el nombre de Leona Vicario, que mantenía a los insurgentes informador y los financio. Sin embargo, estas dos mujeres no fueron las únicas dos mujeres que participaron en la guerra de Independencia en México, que empezó un 16 de septiembre de 1810 y terminó, finalmente, el 21 de septiembre de 1821. Pero no, no fueron las únicas. Me dediqué a buscar y a escarbar en libros de historia y en internet para traerles está entrada que espero que les guste o de mínimo les interese (aunque sea nada más a mis lectores Mexicanos, luego hago otra sobre algún otro país de América Latina). También, en otro momento, planeo hablar de otros movimientos libertadores en México, porque la independencia fue un movimiento de criollos (descendientes de españoles) para los criollos donde se aprovecharon de mestizos e indígenas y negros. Pero bueno, hoy mujeres, no hay que abarcar de a tanto.


La corregidora: Josefa Ortíz de Domínguez


Se llamaba María Josefa Crescencia Ortiz Téllez-Girón pero es más conocida por el Josefa Ortíz de Domínguez, el nombre de casada y fue la esposa del corregidor de Querétaro. Nació en Valladolid, hoy Morelia, Michoacán, en el año 1768. Fue a un colegio muy encumbrado después de la muerte de su papá, el Colegio de las Vizcaínas (un colegio que todavía existe ccomo Colegio de San Ignacio de Loyola Vizcaínas y que sólo sobrevivió a la Reforma años después porque no era propiedad de la iglesia). Ahí la conoció un hombre que se llamaba Miguel Domínguez, se enamoraron (dice la historia) y se casaron. Y listo. Él se convirtió en el Corregidor de la ciudad de Santiago de Querétaro.

Doña Josefa era criolla. Esto significaba, en el complicado sistema de castas de la Nueva España, que era descendiente de españoles directamente, pero que no era española. Eran la clase privilegiada de México, pero no la clase más privilegiada. Los gachupines estaban por encima de ellos, o sea, españolitos, efectivamente, nacidos en España. Bueno, así clase privilegiada como eran, no podían acceder al poder y decían sufrir abusos de los españoles (no abusos como los que sufrían todos los indígenas, los mestizos, los negros y los mulatos, pero bueno, se hacen a la idea, eran privilegiados, pero se sentían discriminados, no hay que olvidar que la Independencia fue un movimiento por y para criollos que se ayudó de la fuerza indígena, negra, mulata, mestiza y que por ahí hizo cosas buenas por ellos). Doña Josefa se identificaba con ello, los criollos eran considerados ciudadanos de segunda clase (pero no tercera, ni de cuarta, ni de quinta) porque habían nacido en la colonia. En el descontento, los criollos empezaron a formar círculos literarios donde discutían ideas prohibidas por la iglesia católica y por ahí hablaban de independencia y ella se integró a uno de esos grupos que se reunía en su casa y convenció a su esposo de ir también (error, porque el hombre cometió como mil millones de errores que destaparon la conspiración).


Entonces. El grupo literario/conspiración de Querétaro. Ahí estaba. Tenían planes para levantarse en armas el 1 de octubre de 1810, sin embargo, el 13 de septiembre fueron denunciados por un infiltrado y descubiertos. El Corregidor, su esposo, fue obligado a conducir un cateo en las casas de la ciudad para agarrar a los conspiradores (miembros del grupo literario) y encerró a su mujer bajo llave que para protegerla (y yo sospecho, pero nada más sospecho, que para que no hiciera nada que pudiera agravar la situación). Sin embargo Doña Josefa, dicen que hizo sonar sus zapatos contra el suelo y que la escuchó el alcalde Ignacio Pérez y lo mandó a advertir al cura del pueblo de Dolores en Guanajuato y a los hermanos Aldama que ya los habían descubierto. Y gracias a ella fue que la madrugada del 16 de septiembre Miguel Hidalgo instó al pueblo a levantarse en armas en la misa patronal. 

De todos los conspiradores originales, Doña Josefa y su esposo fueron los únicos que vivieron para ver la independencia vuelta realidad. Ella porque después del cateo fue encarcelada en tres conventos diferentes y no fue liberada hasta más o menos cuatro o cinco años después. A su esposo porque literalmente fue obligado a destapar la conspiración, destituido y un virrey le dio una pensión en agradecimiento por ello y porque nunca participó en la lucha armada. Otras cosas sobre ella que les pueden o no interesar es que tuvo once hijos, rechazó recibir ningún premio o reconocimiento por su participación en la independencia y que fue declarada Benemérita después de su muerte.



Leona Vicario


Por si creyeron que el nombre completo de la corregidora era largo, el de Leona Vicario era María de la Soledad Leona Camila Vicario Fernández de San Salvador. Su padre era un español proveniente de Castilla la vieja y ella nació en Toluca. Tuvo las comodidades de una familia criolla, evidentemente: por ejemplo, tuvo una amplia educación, algo muy raro en una colonia donde sólo el 20% de la población sabía leer y escribir y entre los iletrados había muchas mujeres de alta cuna porque... eran mujeres. Cuando se murieron sus papás quedó a cargo de su tío que le permitió vivir sola (¡escándalo!) y la comprometió con alguien llamado Octaviano Obregón que mucho caso no le hizo (esto son conjeturas mías) y se fue a España como diputado de las cortes de Cádiz.

Luego conoció a un hombre llamado Andrés Quintana Roo, que fue insurgente y tuvo un papel en la independencia. Se enamoraron y, cuando el pidió su mano, el tío de Leona dijo que no, que cómo se les ocurría, si él era pobre (no lo era tanto, pero la familia de Leona era acaudalada a manos llenas), que no estaban en las mismas esferas sociales, que no, que nada de nada (todo eso es conjetura mía, el dato histórico es que el tío dijo que no porque Quintana Roo era pobre según él. Leona, enojada por esto y además ya apoyando al movimiento insurgente, decidió ayudar en lo que pudiera a la causa independentista. Y eso hizo.

Formó, desde 1810, parte de una sociedad secreta llamada Los Guadalupes, cuyos integrantes organizaron una red, a través de correos con Miguel Hidalgo y José María Morelos y les proporcionaban información debido a que pertenecían a la sociedad virreinal. Leona recogía la información sobre las estrategias de los españoles para combatir a los insurgentes y, además, dio cobijo a fugitivos, envió medicinas y víveres al campo de batalla. Se trasladó a Tlalpujahua (un pueblo conocido ahora por hacer esferas para árboles de Navidad) donde convenció a muchos de unirse a la causa Insurgente. La descubrieron en marzo de 1813, cuando interceptaron uno de sus correos, y ella huyo a San Ignacio, Michoacán y de ahí a Huixquilucan, Estado de México.


Pero la agarraron. Su tío logró que la recluyeran en un convento un tiempo, pero finalmente fue procesada. Nunca delató a nadie, no dio ni un nombre e ingresó a la cárcel ese año. Claro que, en mayo de 1813 la ayudaron a escapar tres insurgentes disfrazados y regresó a Tlalpujahua, Michoacán, donde ahora sí, se casó con Andrés Quintana Roo. Después de la muerte de Morelos rechazaron todos los indultos que les ofreció la capital, vivieron huyendo, ella dio a luz a su primera hija en una cueva en Achipixtla. Después de la independencia, algunos de sus bienes fueron restituidos y le fueron concedidos honores. Fue Benemérita de la Patria, Madre de la Patria y fundadora de México y a mí esos títulos como que no, pero bueno. Es considerada la primera periodista en México y en Quintana Roo (el estado) hay un poblado con su nombre.

Fuentes de información y esas cosas: este artículo de aquí y este otro de aquí.

Rafaela López Aguado de Rayón


Esta mujer pasó a la historia por una frase que dijo. «Prefiero un hijo muerto que traicionar a la patria», dijo, cuando el Gobierno le ofreció el perdón a su hijo menor Fransisco a cambio de lograr que los demás depusieran las armas y se rindieran. Y ella decidió que no iba a traicionar sus ideales ni iba a hacer que sus hijos traicionaran sus ideales antes de aceptar el perdón de su hijo. No me imagino lo que tuvo que pasar por su cabeza para tomar esa decisión, pero la tomó. Rafaela López Aguado era descendiente de una familia española que había radicado durante muchos años en Michoacán, en el poblado de Tlalpujahua (el mismo que hoy se dedica a hacer esferas para árboles de Navidad y en el que se estableció Leona Vicario durante varios años). Su marido se dedicaba a la minería (una de las insdustrias estrella de la Nueva España y por la que son conocidos todavía esos pueblos, si no han ido, pueden hacer el tour de El Oro, Estado de México y luego ir a Tlalpujahua). Todos sus hijos se unieron a la lucha insurgente.

Fuente: la vil wikipedia.

Mariana Rodríguez del Toro


Ella es una de mis favoritas, la mujer que conspiró para secuestrar al virrey de la Nueva España. Ella y su esposo simpatizaba con los insurgentes que buscaban independizarse del gobierno español. Sin embargo, me parece que al principio de la guerra ni ella ni su esposo se unieron activamente a la lucha. Sin embargo, en abril de 1911, un hombre llamado Félix María Calleja llegó a la Ciudad de México con una noticia fatídica: los líderes insurgentes (Hidalgo, Allende y los hermanos Aldama y más) habían sido capturados en su camino al norte. Los españoles y el ejército realista festejó creyendo que con eso mataría la llama de la insurgencia y... pues eso no pasó. Más bien, la reavivó en mucha gente, entre ellos, Mariana Rodríguez del Toro.


Se dice que en una tertulia, cuando ya todos estaban desanimados, ella se paró y les dijo «¿Qué sucede, señores?, ¿no hay otros hombres en América aparte de los generales que han caído prisioneros?» Durante esa misma tertulia ella propuso un plan para atacar al virrey de la Nueva España y se acordó seguirlo. Claro que el plan fue descubierto pprque un hombre que estaba en esa tertulia, llamado José María Gallardo que acudió a confesarse a la Iglesia de la Mercer. El cura violó el secreto de confesión y los descubrieron. (Como siempre, los hombres arruinando las ideas de las mujeres). La aprehendieron a ella y a su esposo. Ella no delató a ningún miembro de su grupo y fue liberada hasta 1820, un año antes de la consumación de la independencia.

Fuente: otra vez la pobre wikipedia.

Gertrudis Bocanegra


El nombre completo de Gertrudis Bocanegra es María Gertrudis Teodora Bocanegra Lazo Mendoza, no tan largo para la época, la verdad, más bien era promedio. Fue hija de comerciantes españoles de clase media y ella se casó con un soldado de Michoacán. Gertrudis Bocanegra se adhirió a la guerra de independencia tan pronto estalló esta y sirvió como correo en el territorio que estaba entre Pátzcuaro y Tacámbaro. Fue muy hábil al armar toda una red de comunicación. Su hijo se unió a las tropas de Miguel Hidalgo, pero bueno, la historia no es sobre su hijo, es sobre ella.


En la etapa de la resistencia de la guerrilla insurgente (ahí por el 1817, más o menos, cuando los principales líderes ya habían muerto), fue enviada a Pátzcuaro para ayudar en la toma de la ciudad por parte de los rebeldes y ahí fue aprehendida por el ejército realista. Intentaron torturarla para que delatara a otros, pero ella siempre se negó a dar información a los realistas (el ejército español). Fue enjuiciada y sentenciada a muerte por traición.

Fuente: por acá.

Rita Pérez Jiménez


Se llamaba María Rita de la Trinidad Pérez Jiménez y fue una militante en la guerra de independencia de México. Era hija de dos grandes hacendados que vivían en la zona de Los Altos de Jalisco (¡de ahí es mi mamá, dudes!). Ella se casó con el hacendado y activista (dice la wikipedia) anti español (ya me cae bien) Pedro Moreno, con quien tuvo cinco hijos. Se unió a la lucha independentista junto a su esposo y se encargo de cocinar para los rebeldes, de repartirles la comida y de curar heridos. Fue administradora y un brazo fuerte de la lucha armada.


Lamentablemente, en 1813 su hija María Guadalupe fue hecha pisionera por un jefe realista; su hijo Luis murió en 1817 en combate. Ella embarazada, junto a todos sus hijos menores fueron tomados prisioneros en 1817 en el ataque de los realistas al Fuerte del Sombrero. Sus dos hijos menores murieron en cárceles, ninguno tenía más de cinco años. Recibió la noticia de la muerte de su esposo, que había escapado junto a Javier Mina. Ella fue liberada en 1819, pero le fueron quitadas todas sus propiedades y murió sola. Se la ha honrado como heroína.

La generala: Antonia Nava


Antonia Nava fue una militar que participó en la guerra de independencia junto a su esposo (con quien tuvo ocho hijos, por cierto). Apoyo a José María Morelos hasta su muerte. Se unió a la guerra de independencia y, como nunca se separaba de su esposo, los soldados la nombraron La generala. Dos de sus hijos murieron en la guerra, ella ayudó a levantar la moral de la tropa cuando fue necesario, de hecho, cuando Nicolás Bravo decretó que había que matar a un soldado de cada diez para que les alcanzara la comida (perturbador), ella y las mujeres se ofrecieron (perturbador, pero lo comprendo en el contexto) y, aunque el sacrificio jamás se llevó a cabo, sí que levantó la moral de la tropa.

Antonia Nava estuvo presente en la firma del Plan de Iguala en 1821, la consumación de la Independencia y entró a caballo a la Ciudad de México junto con el ejército Trigarante.

Conclusión


Ellas no son las únicas mujeres, hay una lista mucho más grande que pueden buscar en todas partes, pero la información que hay sobre estas mujeres es mínima. Además no nos desprendemos de un cierto conexto histórico en el que las mujeres prácticamente no participaban en la lucha armada y eran mucho más valoradas por sus sacrificios (por ejemplo, el sacrificio de sus hijos). Por otro lado, la Independencia fue también una manera de que muchos criollos (que no aspiraban al poder en la Nueva España) obtuvieran poder sin buscar liberar a quienes estaban abajo. Poco se habla, por ejemplo, de que Vicente Guerrero probablemente tenía ascendencia negra (pero no está comprobado porque la historia se refiere a él como índigena, como mulato, como mestizo y nada se sabe en realidad). Las mujeres más visibles en la independencia (de las pocas visibles) son criollas y son las esposas de alguien (quizá más importante que ellas), son las madres de alguien (muchas veces soldados muertos en batalla o fusilados y se las honra por sus sacrificios). Es el contexto de la independencia. Miguel Hidalgo abolió la esclavitud en la Nueva España, pero ese detalle se volvió un pie de página en la historia, cuando debió de haber sido mil veces más importante. Muchas de estás mujeres también pasaron, la mayoría, como un pie de página. En fin, estas fueron algunas mujeres de la independencia, los veo después, cuando les hable de las revueltas de esclavos que hubo antes (y de las que nadie habla, pero la historia es muy banca).