Divagaciones de una Poulain
by Nea Poulain

domingo, 15 de octubre de 2017

Sexo Chilango, Mónica Braun | #Librosb4Tipos

Sinopsis: Esta edición reúne todas las columnas mensuales que la autora publicó con gran éxito durante siete años en la revista Chilango. El resultado es una crónica-ficción en forma de episodios que retrata algunas de las contradicciones que viven las mujeres cuando buscan amor y estabilidad pero reclaman también pasión, libertad y éxito profesional. Aquí el sexo se da por sentado; se duda, en cambio, de la necesidad de ser madre o la pertinencia de ligar en la web. Los fans de la serie televisiva Sexo en la ciudad disfrutarán de este ejercicio lúdico, su versión a la mexicana, divertido pero no por ello menos profundo.

Agárrense que esto está largo. Primero, voy a hacer la pausa publicitaria obligada con este tipo de reseñas, puesto que este libro fue el libro que leímos durante el mes de septiembre en el colectivo Libros b4 Tipos (pueden encontrarnos en facebook, twitter y goodreads) y con el que promovimos la iniciativa #VocesFeministas en nuestras redes sociales, que pretendía recopilar las voces de mujeres periodistas y mujeres que hablan de feminismo en las redes. Tuvimos que retrasar todo por el temblor del 19 de septiembre, pero bueno, aquí seguimos. Pueden seguir participando en las #VocesFeministas sin ningún problema. Ahora, si todavía no me odian por la pausa publicitaria, quiero contarles que voy junto con otras de mis compañeras del colectivo a estar este lunes 16 hablando en una mesa con motivo de los Doscientos años de Jane Austen en el marco del Día de la  Escritora en la Biblioteca Vasconselos de la Ciudad de México a las 4 de la tarde. Si andan por aquí, ¡están invitados!

Que no se supieran mi apellido se fue a la mierda, bai
Finalizada la pausa publicitaria, quiero, ahora así, pasar a hablar del libro. Quiero abordarlo por tópicos diferentes porque es un libro que da para debatir mucho y de muchas cosas. Las únicas aclaraciones que haré son las siguientes: yo no soy el público target del libro ni en mil años y quizá eso me haga verlo todo con mucha más frialdad y que creo que es importante cuestionarnos a quién le escribimos, por qué escribimos, qué discurso estamos usando y otras muchas cosas. Yo lo analizo todo con perspectiva de género, me interesa mucho qué escriben las mujeres y por qué, a quién va dirigido, sobre qué mujeres escriben. Entonces vamos a empezar.

La búsqueda del amor romántico en la era de la liberación sexual™


No creo en el amor romántico. Más bien creo en Kate Millett que dijo que así como la religión había sido el opio del pueblo, el amor había sido el opio de las mujeres. No es la única feminista en rescatar ese análisis. De hecho, de las cosas que rescato del feminismo radical, es precisamente su análisis al amor, al romance y a la supuesta liberación sexual. Ahora que se murió Hugh Hefner (el cabrón de Playboy) me pasó algo curioso: yo no estaba interesada por el hecho hasta que vi a un par de feministas aplaudirle y llorar su muerte porque Hugh al parecer había hecho algo bueno en su vida (financiado abortos cuando eran ilegales) y entonces algo me hizo click y dije NO, ESPERA. Hugh Hefner se hizo rico gracias al hecho de que hizo del cuerpo de la mujer un producto. Y me di cuenta qué tanto habíamos caído en la trampa de la liberación sexual que nos cuentan los hombres y el capitalismo.


La liberación sexual significó tener derecho al aborto, poder decir que no y poder decir que sí bajo nuestros términos, significó anticonceptivos. Y el capitalismo le vio cierto potencial. De repente, nos hizo también convencernos de que una mujer empoderada era una mujer que vivía su sexualidad libremente... siempre y cuando esa sexualidad libre se viviera diciendo que sí. No me lo tomen a mal: individualmente, pueden considerar empoderante hasta rascarse la espalda con la mano izquierda, no me importa. Pero la sociedad capitalista no es el individuo. La liberación sexual sólo gusta a los hombres (tratando a los hombres como colectivo y no como individuos) cuando les beneficia: tratar al porno como empoderante (aún cuando es una industria que sigue promoviendo una cultura a la violación, una cultura a la pedofilia —¿las lolis? ¿las colegialas?— y un fetichismo a todo lo que no es blanco), decirle a las mujeres que desnudarse para una revista es empoderante —al mismo tiempo que la que rechaza el planteamiento es tachada de frígida, sumisa, no libre, lo que quieran—, decirle a las mujeres que decir que sí es empoderante, que deben vivir su sexualidad libremente —para acostarse con ellos— y subsecuentemente olvidarse del no. La parte favorita del feminismo es la de la liberación sexual que manipularon a su antojo... que acaba sin ser feminismo ni nada de nada.


Entonces, antes de que me empiecen a preguntar que dónde estoy yo hablando del libro del que supuestamente voy a hablar, aquí vengo. Sexo Chilango es una recopilación de columnas publicadas en la revista Chilango que tienen una inspiración en Sex and the City y las aventuras de Carrie en Nueva York. Mujeres que ya pasaron de los treinta, de clase media, medio alta, y que aparecen cada mes a hablar de sus relaciones. Es una columna muy heterosexual (por sus protagonistas) y muy enfocada en, bueno, lo que es ser clase media en la Ciudad de México. Se maneja un concepto de empoderamiento por el hecho de que las mujeres disfrutan vivir de sus relaciones libremente e, incluso, en algún momento, declaran que, si están solteras, es porque les da la gana.

Entonces estamos en un mundo de la mujer de clase media empoderada que, por ejemplo, no significa que las demás lo estén, es un mundo y un libro basado en las experiencias individuales de algunas mujeres. Yo sí creo que es un libro que cae en la trampa del patriarcado de la liberación sexual en algunos momentos. Porque es importante entender que el patriarcado es todo un sistema social que se mantiene en la supremacía masculina y que es imposible así de la nada liberarse completamente de su influencia. Y lo que hizo fue aprovecharse de lo que pudo y ponerlo a su favor. Todo el mundo se sigue apoyando en la dictomía del patriarcado: la mujer buena vs la mujer mala. Las mujeres no viven su sexualidad sin estigmas, aunque quizá tengan más libertad de poner sus condiciones (en algunos casos, sobre todo cuando eres clase media, media alta, alta): los estigmas aparecen a veces cuando dices no (frígida), a veces cuando dices sí (puta). Me pondría a contarles mis experiencias amorosas aquí pero hace casi cinco años que no estoy soltera, ya se me olvidó ligar.

Nah, I wish, pero tengo las habilidades de ligue de una patata
En fin, el empoderamiento por medio de la sexualidad libre y el uso de nuestra sexualidad lo más en nuestro favor que podamos al final nos puede empoderar a cada quien individualmente (ya saben, como si encuentran empoderante lamerse el codo), pero nunca va a empoderar a todas las mujeres como colectivo. Kim Kardashian desnudándose para una revista nunca jamás va a significar que hemos evolucionado como sociedad, porque aunque Kim Kardashian puede ser una bien chingona empresaria y haber puesto sus condiciones, el desnudo todavía es comercializado como un producto para hombres y la foto anda haciéndole el trabajo al patriarcado. Como conclusión de mi ejemplo supongo que kudos por Kim Kardashian que es una mujer rica y puede hacer esas cosas (aunque de todos modos siempre salen los machos a criticar).

Entonces volvemos a este libro: ¿es o no es un libro feminista? Quien sabe, supongo que depende de qué tipo de feminista te dirá: para mí es una onda feminismo excesivamente liberal. Yo ando pegada a la onda marxista y radical, así que a mí no me pregunten. Vamos a otras cosas, que tengo mucho de que hablar.

La burbuja clasemediera (yo también viví ahí)


Piensen que están escribiendo una columna para una revista de onda clase media, media alta, quizá hasta alta. Piensen que además les pidieron que la columna tiene que ser onda Sex & the City. ¿Qué sale? La primera mitad del libro es un resultado que ni calcado, se los juro. La segunda mitad evoluciona, cambia, Mónica Braun se centra en su hijo, cambia un poco los temas, pero ante todo, hay algo que se mantiene constante: la burbuja de la clase media. Déjenme les explico a que le llamo la burbuja clase media, porque es un lugar hipercómodo para vivir si te lo puedes permitir. La burbuja clasemediera es ese lugar donde tu conciencia de clase puede volverse selectiva, donde puedes decirte apolítico y no comprender que ser apolítico es algo imposible en este mundo y no comprender que tu posición apolítica nada más ignora a aquellos que no pueden darse el lujo de decir eso (los colectivos más oprimidos). Les digo, es un lugar bien bonito, pocas preocupaciones, a veces puedes darte el lujo de considerar que puede existir un consumo ético bajo el capitalismo (aunque alguna que otra vez te darás una decepción). Además, aunque vivas un poco al día y te preocupes por el fin de mes, usualmente no te preocupas por dejar de comer. Es una burbuja linda.

And conciencia de clase
Un día llega el mundo real y te la rompe y ya te cagaste para siempre. No dejas de ver la pobreza que te rodea, no dejas de ver como la burguesía se caga a todo lo que está debajo de ella. Te entran por los ojos las condiciones de las obreras de las fábricas textiles de todo el mundo, las mineras que trabajan en territorio impunemente, el ejército disparando contra población maya. Y ya no hay vuelta atrás. No te caga la vida, pero sí te empiezas a dar cuenta de que vivías en una burbuja y dices "khé".

Este es un libro que se revuelve, por supuesto, dentro de los limites de esa burbuja. Vivir en la burbuja clasemediera no significa que nunca salgas de la Condesa y de Polanco o del barrio nice de donde sea que vivas. Significa que sales, pero que sigues como en la burbuja, como que notas la pobreza, pero como que no te quita el sueño. Como que viajas y conoces comunidades pobres y a veces como que te quiere dar un algo de white rich savior. La burbuja es cosa de no darte cuenta. Entonces el libro obviamente se revuelve entorno a ella (nunca culparé a nadie por estar en la burbuja, está hecha para que no te importe estar en ella o ni te des cuenta). Incluso en capítulos que intentan confrontarse con el clasismo mexicano general, todo es demasiado tibio y a veces, perpetua un discurso clasista sin darse cuenta. He aquí,  el temido capítulo del morenito de Iztapalapa. Sospecho que quien escribió a la redacción de Chilango y dijo que la autora de Sexo Chilango seguramente nunca les iba a contar la historia de como nunca había salido con un morenito de Iztapalapa en un intento de destaparla como una clasista. Sospecho que no le salió bien porque Mónica Braun contestó que sí había salido con uno, aunque no de Iztapalapa y procedió a contar la historia en un intento de hacer una columna anticlasista. Cosa que... resultó más o menos.

Vamos al poder del discurso. Vivimos en una sociedad terriblemente clasista, racista y patriarcal. Todo eso se intersecta, pero a veces me atrevería a decir que la clase es el eje donde todo lo demás está soportado. Especialmente el racismo. ¿Por qué en México equiparamos decir morenito con decir pobre? ¿Es que acaso todos los morenitos son pobres? ¿O todos los pobres son morenitos? Y si algo de eso es cierto, ¿por qué? El color de piel es algo que mueve a México. Prentan la tele. Cualquier canal. Busquen una telenovela. Cuenten la gente no blanca que aparece. Ahora, del número que les haya salido, cuenten a los que no salieron como sirvientas, choferes, otra clase de servidumbre, niños pobres o gente pobre a secas. Ahí tienen el problema. De repente como que podría no entenderse porque equiparar morenito a pobre es algo entre racista y clasista y podríamos decir que es que así nos entendemos en México. Pues sí, nos entendemos en una sociedad clasista y racista, ¡faltaba más! Es bien difícil salirse del discurso, pero no imposible y lo realmente admirable es cortarlo de raíz y no seguir perpetuándolo.

Expocisión sobre el racismo en México, Museo de la Ciudad de México, 2016
Fotografía: Andrea Poulain
Y hablando de discurso, déjenme les cuento de la palabra naco. ¿A quien le dicen naco? ¿A los pobres, a los morenos, a los corrientes, a los que consideran inferiores a ustedes? O sea, olviden por un momento la definición de naco que un diccionario les pueda dar y piensen: ¿la han dicho? ¿Cuándo y a quien? ¿POR QUÉ? Vuelvan a cuestionarlo. A mí cuando lo analicé me di cuenta de que decir naco para mí significaba todo un concepto de clases: lo decía cuando consideraba algo por debajo de mí. A la hora de la verdad, naco es un término con connotaciones clasistas de entrada. No es el como la uses. Ya las trae. Es un slur (como la n-word, la t-word, etc). Yo, que soy una persona que la decía, me justificaba tras que la palabra no importa, sino como la uses y que quieras decir, pero con el tiempo me he dado cuenta que tu discurso es muy importante. Dice mucho de ti: ¿dónde lo adquiriste y por qué?, ¿te lo has cuestionado? ¿Sí, no? ¿Por qué? También, aunque no lo creas, dice más de tu contexto que de ti. Quien dice la n-word siendo blanco es porque está en su vocabulario. Llegó allí de alguna manera. A mí lo que me saltó de alguna manera todas las redflags sobre esta palabra, fue como literal el cierre de la expocisión sobre el racismo en México en el Museo de la Ciudad de México fue el remarcar esa palabra.

Yo, descripción gráfica
Toda esa sarta de cosas me pregunté leyendo el libro, más concretamente, leyendo el capítulo del morenito. Soy muy odiosa con lo clasista, nada me embona, lo veo por todos lados. Después de todo, les escribí el pequeño clasista que llevas dentro. Le veo clasismo a veces a lo que escribo (al discurso de fondo, si voy a poner a un personaje clasista odioso, pues ahí está, ¿no?), a las baldosas del piso; en resumen a todo. Entonces, además de analizar el libro con perspectiva de género, me metí a la onda de verlo con conciencia de clase. Cuestionarme a mi misma y al libro (que, como ente inanimado, no respondió, pero sí tuvimos unos interesantes debates). Se mueve en una burbuja muy cerrada, que es, sospecho, la misma que su público target (y por eso repito de nuevo: es obvio que yo no lo soy). No siento que ignore deliberadamente a toda una clase social, aunque ignorar por omisión también sea ignorar, finalmente, lo que siento es que es un producto hecho para cierto público en cierta revista en una burbuja de clase media. Así como yo no soy el público objetivo de After o Crepúsculo, o Bukowski o los libros de Booktubers o las novelas de Danielle Steel, tampoco soy el público objetivo de Sexo Chilango. No estoy en la burbuja de la clase media y en vez de leerlo en paz me hago todo un trip cuestionando porque no es para mí.

Otras cuantas cosas del libro, buenas y malas y peores y mejores


Es un libro que empieza en una onda muy frívola. No saben el suspiro de alivio que solté cuando me di cuenta de que Mónica Braun no era ni la mitad de fresa de lo que es la columna y el libro. Me encanto cuando empezó a evolucionar y a centrarse en su hijo, porque me daba oportunidad de ver otra faceta que me gustó un poco más.

Por supuesto, es un libro que no pasa el test de Bechdel ni a patadas. Breve recuerdo del test: dos mujeres al menos como personajes, ambas deben de tener nombre y ambas deben interactuar al menos una vez y hablar de cualquier cosa que no sea hombres (hombres que se ligan, hombres que odian, papás, hijos, tríos, todos los hombres entran ahí). Obvio no me voy a poner a decirles que no lo pasa y por eso es malo, porque es un libro con mujeres heterosexuales como protagonistas que hablan de sus relaciones con el sexo opuesto. O sea. Lo raro habría sido pasar el test (aunque admito que hubiera sido interesante).


Es un libro relax. No relax en el sentido de que te lo vas a leer en una tarde, pero está escrito de manera amena, como si te lo estuviera contando una mujer que es tu amiga. Eso es un buen punto a favor.

Conclusión de este viaje: léanlo si están más en el público, les puede gustar, les puede no gustar. A mí personalmente no es un libro que me haya gustado, pero salió mucho debate de él y eso siempre es productivo. Como siempre, todo lo que digo puede estar sometido a debate, si quieren opinar algo si es que tienen el libro, o no lo tienen o nada más quieren ser opinadores porque sí, aquí está mi blog y mi sección de comentarios. 

jueves, 12 de octubre de 2017

Malintzin, malinchismo: la mujer en la conquista de México

En España es el día de la hispanidad: un poco curioso ponerlo en el día que Colón pisó América, ¿no? O sea, tiene todo el sentido del mundo para ellos, que Colón pusiera un pie en el Caribe significó más tarde que España sería el mayor imperio del mundo. Colón le abrió la puerta a España para colonizar casi toda latinoamérica, le dio puerta a los ingleses para venir, a Francia para intentar tener colonias (eso no salió demasiado bien), hizo que un buen día se sentaran España y Portugal a firmar el tratado de Tordesillas para decidir qué tierras eran para cada quien (con la idea de que tierras con imperios y civilizaciones ajenas les pertenecían) e hizo que, quinientos años después (poco más) sigamos sufriendo las consecuencias de la colonización. Somos tierras colonizadas, somos el resultado de un choque de culturas, aun cuando choque no es la palabra correcta si estamos hablando de que unos intentaron destruir un sinfin de culturas de raíz, somos el resultado de la evangelización, el resultado del mestizaje, el no saber de donde vienes, pero tener una idea. Podemos hablar horas de colonización. Yo, que hoy no estoy muy original, voy a hablar de La Malinche.


Yo aprendí de la Malinche como la traidora. La que vendió a su pueblo a un hombre llamado Hernán Cortés. La idea de que vendió y traicionó al pueblo mexicano siempre me ha resultado absurda por dos cosas: (1) en el territorio que hoy es México (y Guatemala) no había un único pueblo. Estaban los Aztecas... y muchos eran sus vasallos, pero mantenían su identidad, y estaban los Mayas (los que quedaban) y estaban más pueblos al norte (Apaches) y al oeste. No había un sólo pueblo. La Patria como la conocemos ahora no existía. Y la Malinche no era Azteca, no era Mexica. Y, claro, (2) porque al hablar de la Malinche no hablan de los Tlaxcaltecas, que pelearon al lado de Cortés. Nadie se atreve a subir el dedo y apuntar y decir La Culpa es de los Tlaxcaltecas. Porque no es. Sufrieron las mismas consecuencias que el resto en la colonización, intentaron jugar las cartas que tenían a su favor y salió como salió. Perdieron igual.

Tal vez decir que Malintzin fue una víctima de las circunstancias, un resultado de los hechos, es un poco ingenuo, pero es lo que creo. Si quieren una investigación seria, consíganse un historiador, yo soy una aficionada. Pero bueno, vamos a hablar de Malintzin, Malinalli, Doña Marina, La Malinche. Todo esto salió porque cuando leí Visión de los Vencidos (que es, finalmente, una recopilación de diversas narraciones indígenas de la conquista), la Malinche aparecía dos veces, quizá tres. Y aparecía como mención al margen, poco importante. En donde sí aparece más es en las imágenes, como una figura femenina que siempre está dibujada al lado de Cortés. Me queda ver cómo habla Cortés de ella en las Cartas de Relación, pero así a buen ojo me da la impresión de que, pese a la importancia de tuvo Malintzin en la conquista, su papel no llamaba demasiado la atención como para que apareciera en esas primeras narraciones.

Se dice que La Malinche nació Malintzin, posiblemente, en Olutla, Veracruz. Y que nació en la clase alta de la sociedad. Decía Bernal Díaz del Castillo (que escribió La Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España) que sus padres habían sido señores y caciques de un pueblo llamado Copainalá. Creció en una región que era fronteriza en la población nahuatl (los vasallos del Imperio de México-Tenochtitlan) y al ámbito cultural maya. La nombraron «Malinalli» en honor a la Diosa de la Hierba. Al parecer, cuando su padre murió, su madre se volvió a casar y tuvo un hijo, así que ella quedó como la hijastra incómoda. Sociedad patriarcal, ya saben. Así que acabó siendo vendida a un grupo de traficantes de esclavos provenientes de Xicalango. Después de una guerra de Xicalago con Potonchán, fue cedida a un cacique maya de Tabasco. Por eso hablaba nahuatl y maya, lo que le permitió, más tarde, ser la intérprete de Hernán Cortés.

Cuando los españoles ganaron una batalla contra los tabasqueños, Malintzin fue regalada a Hernán Cortés, como se regalan las flores, los perros y los libros. La regalaron junto con otras 19 mujeres, junto con algunas piezas de oro y un juego de mantas. Los españoles no tardaron nada en bautizarla con el nombre de Marina y Cortés se la cedió a otro. Pero ese otro no tiene importancia en esta historia porque se regresó a España y Cortés acabó quedándose con Malintzin (como si ella fuera posesión) por su valor como intérprete. En toda esta historia, ella no tuvo mucho libre albedrío. La vendieron, la regalaron, la regalaron otra vez y luego le dijeron que fuera intérprete. Le preguntaron sobre las costumbres de los nativos. Y ella respondió (¿qué hacía?). Le preguntaron por cómo eran militarmente los nativos. Y ella respondió (¿pues que hacía?). Cortés tuvo un hijo con ella (¿pues qué hacía? Ella era una mujer en una relación de poder con un hombre). 

Y ahora la cultura popular se deshace en acusar de malinchista a quien traiciona a lo que entiende Patria (hay que amar a la Patria con mayúscula, por el sólo hecho de haber nacido en ella, hay que amar a un conglomerado de tierra y querer defenderlo hasta la muerte, la Patria, que dice amar sus tradiciones, pero desprecia a los pueblos originarios). Porque Malintzin la traicionó primero, según estos iluminados. México no existía en esos entonces y no había como traicionarlo, pero lo traicionó. Su error fue no tener el poder de la premonición. Siempre he creído que el odio a Malintzin viene de que tuvo un hijo con Cortés, total, que es una mujer y tuvo un hijo. Es común andar culpando a las mujeres de las relaciones que mantienen sin pensar que en ese contexto, tener una relación con un hombre, la que fuera, casi casi, era una relación de poder. Y que las mujeres no lo tenían. Pero esa es pura conjetura mía. Nunca he entendido el odio a Malintzin porque no es algo que tenga sentido en mi lógica.


Por eso hoy la reivindico. Hoy, 12 de octubre, día de la raza (México), de los pueblos índigenas, de los pueblos originarios, de la descolonización (Bolivia). Todo menos el día de Colón y de la hispanidad, por favor. Es algo retorcido celebrar la hispanidad el día que Colón piso América sin saberlo, por mucho sentido qué tenga, y lo que significó para los pueblos latinoamericanos. Reivindico a Malintzin porque se lo merece. Después de tantos años de odio, es lo menos que la figura de una mujer indígena se merece. 

viernes, 29 de septiembre de 2017

El patriarcado no descansa

Este artículo no es una investigación seria ni nada, más bien es el vómito de todo lo que traigo adentro y aquí está.

Debo reseñas, entradas, listas, pero no tengo cabeza para nada. Si soy completamente honesta, acabé la entrada de las mujeres en la independencia de México nada más porque ya la tenía empezada. Y ya. Porque me sentía en compromiso conmigo misma para acabarla. Porque hacía dos días habían asesinado a Mara Castilla (que fue a parar a las viles estadísticas como una más de las siete víctimas de feminicidio al día en México), porque el caso de Mara Castilla era otro más a la lista. Porque. En realidad tenía tantos porqués que ya se me olvidó la mitad. El lunes me dije que tenía que respirar hondo, volver al blog, quería escribir algo del feminicidio en México, pero quería leer primero, quería difundir algo. Quería sentirme útil. Y luego el martes tembló

Y se acabó todo.


Iba camino a la escuela, estaba en el carro con mi mamá. Al lado había un camión de pasajeros, estábamos paradas para que un trailer pudiera dar la vuelta y sentí como que el carro brincó. Por medio segundo pensé que era mi imaginación y que era porque el carro hijo de la chingada se había acelerado. Pero no, brincó otra vez. Y obvio estaba temblando. Alcancé a mandar un mensaje al grupo de whatsapp que tenía abierto. «No mamen, está temblando». Enviado. Fue la última señal que tuve creo que como en 20 minutos. Curiosamente, no sentí feo el temblor, sólo pensé que había estado fuerte y que lo había sentido más porque estaba ya en la Ciudad y no en mi cerro del Edomex (que ni es un cerro, pero no se sienten los temblores). Se había ido la luz. Pero pensé que nada había pasado. Para no quedarnos atoradas en el caos, porque todavía podían avanzar los carros, llegué a la escuela, no había como dar vuelta de regreso e irse (eso sí era ya un caos). Me bajé y fui a ver a donde estaba concentrada la gente. 

Y luego tuve internet y vi el desastre que había sido en realidad y entré en un raro modo automático que suponía leer noticias, buscar a todos los que no se habían reportado, hacer algo, ser útil como se podía. No les voy a contar de eso. Ya hay muchos hablando de la Solidaridad Mexicana, así, con mayúsculas. Hay tantos, que ya hasta los organismos oficiales y las Fuerzas Armadas andan haciéndose propaganda con la Patria y otras madres. Hay tantos diciendo que hay que dejar al lado nuestras diferencias para ayudar, que le gritan feminazis a las mujeres de la Brigada Feminista cuando quieren hablar de las (malas) condiciones de las costureras de Chimalpopoca. Porque ellas sí separan y los que nos dicen feminazis no (seguro). A mí, además de el gran corazón que tiene mucha gente que conozco, lo que me quedó claro es que el patriarcado no descansa.

Perdón si para ustedes estoy dividiendo. Si piensan eso, ¿qué vergas hacen aquí? Cierren la pestaña y podemos todos vivir en paz. Bueno. Volvamos a que el patriarcado no descansa (y obvio se ayuda del capitalismo y vivimos en un desastre y ya). Porque el 19 de septiembre ya había quien se aprovechaba de que había gente que estaba en una zona de desastre para intentar violar mujeres. En el multifamiliar de Tlalpan, que se derrumbó, un hombre intentó abusar de una menos de edad el mismo 19 de septiembre en uno de los departamentos aledaños al edificio derrumbado. Ella alcanzó a pedir auxilio y la gente casi lincha al agresor. Y no es para menos


La creación de la Brigada Feminista (que debe su nombre a que la convocaron varias organizaciones feministas) hizo que se levantaran más hombres con ganas de insultar que de ayudar. Lo único que ayudaron a hacer unos cuantos fue a propagar la desinformación de que la Brigada  Feminista sólo rescataba a mujeres y niños: nada más lejos de la realidad. Peor resultó que la Brigada Feminista estuviera ayudado en las labores de rescate de una fábrica textil en Chimalpopoca y Bolívar y reclamando el censo de las costureras que allí trabajaban. Porque en este mundo capitalista a nadie le interesan las costureras de Chimalpopoca, ni en qué condiciones trabajaban y la gente prefiere que no le cuenten en qué condiciones de explotación fue fabricada la ropa que traen puesta. No hubo censo.
«Trabajaban unas 60 personas, en total –cuenta una vecina–, casi todas mujeres. El problema es que para entrar había que pasar por dos puertas de seguridad, con huella digital. Sólo podían salir de una en una. El edificio se cayó unos minutos después del sismo, pero no tuvieron tiempo para salir. Yo las conocía a todas ellas porque vendo dulces y refrescos. Ellas me compraban, pero también eran mis amigas, a todas las conocía».
Y por lo que de ese párrafo supongo, tampoco había una ruta de evacuación o un plan de contingencia. Pero no hay que olvidarlas, a las costureras, porque el que olvida su historia está condenado a repetirla (dicen) y esto ya había pasado una vez el 19 de septiembre de 1985.


Los feminicidios no se detienen, ni los abusos ni la discriminación. El patriarcado no descansa y, de algún modo, hay personas que dicen que las feministas no paramos de mover nuestra agenda y que deberíamos deternernos aunque sea por el temblor. Perdón, pero no. Desde el 19 de septiembre hasta el día de hoy me la he pasando viendo noticias de la verga sobre mujeres muertas, abusadas y violadores que salen libres. Si el patriarcado no descansa, ¿por qué habría de hacerlo yo?