Divagaciones de una Poulain
by Nea Poulain
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miércoles, 3 de enero de 2018

Razzies Literarios (IV)

¡Hola! ¿Ya leyeron el título? Sí, venimos con lo mejor y lo peor del año. Bueno, primero lo peor, para sacarnos eso pronto. Resulta que, ustedes, lectores, son muy afectos a que yo lea libros que no me gustan (y que, de hecho, odio) para que después los destroce en reseñas. Este año además, tuve la gran idea de hacer el Que Leo, Que Reseño (del cuál aun me faltan tres libros, no se pierdan las reseñas en 2018) y todo lo votado eran libros horrendos, horripilantes, terribles, torribles (terribles + horribles). ¿Listos para ver cuáles fueron las peores lecturas de 2017 para Andrea Poulain?

Yo cuando leo un libro horrible, quiero matarme y la gente me dice que me calme

Canciones para Paula, Blue Jeans


Este fue, con diferencia, el peor del año. Además coincidió con el año en el Blue Jeans decidió que la piratería en los libros era sólo cosa de latinoamérica porque aquí todos somos ladrones y yo lo cancelé de la vida. Pero bueno, esta es otra historia para otra ocasión, aquí venimos a hablar del horror que supone Canciones para Paula: si metemos todos los clichés de las películas y las novelas románticas rosas para adolescentes que los hombres creen que a las mujeres les encantan (y a veces sí) en una licuadora, probablemente el resultado va a ser Canciones para Paula. Seiscientas páginas de despropósito, mal narradas, mal contadas, personajes mal construidos, machismo disfrazado de romanticismo en todas partes y mucho amor romántico que lo único que causa es intoxicación. De ser posible, aléjense del libro, a menos de que les gusten todos los elementos descritos allí arriba. En cuanto a mí, la única manera en la que voy a volver a tocar un libro de Blue Jeans va a ser con un palo de diez metros con la punta en llamas. Les dejo la reseña.


Los sueños se cumplen, Rachel Galsan


Otro despropósito que una editorial vio como una máquina de ganar dinero. Este libro fue un completo suplicio porque además la edición esta mal hecha. Rachel Galsan es una chava que decidió que iba a escribir en wattpad un fanficitión de El Rubius, que es su youtuber favorito. Más datos de ella no tengo, la verdad. Al menos espero que haya usado pseudónimo para que cuando mejore su escritura y quiera publicar algo que este muy bien editado y se de cuenta de que la editorial que haya publicado este despropósito es un ente capitalista sin corazón que quería ganar dinero rápido, pueda ocupar su nombre real y nadie la relacione con este terrible libro. Es un poco lo mismo que el de arriba: clichés por todos lados, mala redacción, personajes horribles. La verdad no vale la pena seguir sufriendo con este libro. Terrible, quédense con eso y no lo lean. Les dejo la reseña.



Sexo Chilango, Mónica Braun


Este y el que sigue no están tan terribles, al menos, no tienen punto de comparación con los dos anteriores. Sexo Chilango fue, lamentablemente, una lectura grupal de Libros b4 Tipos, de no ser por eso yo hubiera seguido tranquila en mi vida y no me hubiera enterado de que este libro existía. Lo cual, la verdad, hubiera sido una muy buena historia. Sexo Chilango es un libro parido por el feminismo liberal. Obviamente imaginarán el amor que no le tengo. No me gustó e hice todo un análisis para explicar por qué a mi leerlo me había parecido... una pérdida muy valiosa de mi tiempo. Pero ya que lo había usado, decidí hacer todo un análisis de por qué no me había gustado, porque me parecía que caminaba hacia un empoderamiento falso de la mujer, que era clasista (definitivamente, el uso de la palabra naco indiscriminadamente no iba a ser pasado por alto) y que era tan liberal que yo dudaba que fuera un libro positivo dentro del feminismo. Realmente tampoco lo recomiendo. Les dejo la reseña.


Hush Hush, Becca Fitzpatrick


Creo que este fue el menos peor. No precisamente porque estuviera mejor narrado o porque tuviera menos clichés, sino porque fue el que objetivamente me entretuvo más (porque alimentó mi gusto por los chicos malos que en el fondo son buenos y que no es exactamente muy sano, pero bueno, cada quien sobrevive a los Que leo, Que reseño como puede). Hush Hush es un hijo del fenómeno Crepúsculo que tuvo una relativa fama hace ya varios años y luego cayó en el olvido antes de que alguien intentara hacerle una película y sacarle más dinero. Objetivamente, es un mal libro, con una historia insulsa, medio entretenida, que no da para más páginas de las que tiene (pero de alguna manera lo hicieron durar cuatro libros). En vez de vampiros tenemos a un ángel caído enamorado de una chava muy ingenua e inocente. Además del romance, según esto, también hay antagonistas, pero a quien engañamos: la historia no tiene nada de interés fuera del romance... malo. Les dejo la reseña.


domingo, 15 de octubre de 2017

Sexo Chilango, Mónica Braun | #Librosb4Tipos

Sinopsis: Esta edición reúne todas las columnas mensuales que la autora publicó con gran éxito durante siete años en la revista Chilango. El resultado es una crónica-ficción en forma de episodios que retrata algunas de las contradicciones que viven las mujeres cuando buscan amor y estabilidad pero reclaman también pasión, libertad y éxito profesional. Aquí el sexo se da por sentado; se duda, en cambio, de la necesidad de ser madre o la pertinencia de ligar en la web. Los fans de la serie televisiva Sexo en la ciudad disfrutarán de este ejercicio lúdico, su versión a la mexicana, divertido pero no por ello menos profundo.

Agárrense que esto está largo. Primero, voy a hacer la pausa publicitaria obligada con este tipo de reseñas, puesto que este libro fue el libro que leímos durante el mes de septiembre en el colectivo Libros b4 Tipos (pueden encontrarnos en facebook, twitter y goodreads) y con el que promovimos la iniciativa #VocesFeministas en nuestras redes sociales, que pretendía recopilar las voces de mujeres periodistas y mujeres que hablan de feminismo en las redes. Tuvimos que retrasar todo por el temblor del 19 de septiembre, pero bueno, aquí seguimos. Pueden seguir participando en las #VocesFeministas sin ningún problema. Ahora, si todavía no me odian por la pausa publicitaria, quiero contarles que voy junto con otras de mis compañeras del colectivo a estar este lunes 16 hablando en una mesa con motivo de los Doscientos años de Jane Austen en el marco del Día de la  Escritora en la Biblioteca Vasconselos de la Ciudad de México a las 4 de la tarde. Si andan por aquí, ¡están invitados!

Que no se supieran mi apellido se fue a la mierda, bai
Finalizada la pausa publicitaria, quiero, ahora así, pasar a hablar del libro. Quiero abordarlo por tópicos diferentes porque es un libro que da para debatir mucho y de muchas cosas. Las únicas aclaraciones que haré son las siguientes: yo no soy el público target del libro ni en mil años y quizá eso me haga verlo todo con mucha más frialdad y que creo que es importante cuestionarnos a quién le escribimos, por qué escribimos, qué discurso estamos usando y otras muchas cosas. Yo lo analizo todo con perspectiva de género, me interesa mucho qué escriben las mujeres y por qué, a quién va dirigido, sobre qué mujeres escriben. Entonces vamos a empezar.

La búsqueda del amor romántico en la era de la liberación sexual™


No creo en el amor romántico. Más bien creo en Kate Millett que dijo que así como la religión había sido el opio del pueblo, el amor había sido el opio de las mujeres. No es la única feminista en rescatar ese análisis. De hecho, de las cosas que rescato del feminismo radical, es precisamente su análisis al amor, al romance y a la supuesta liberación sexual. Ahora que se murió Hugh Hefner (el cabrón de Playboy) me pasó algo curioso: yo no estaba interesada por el hecho hasta que vi a un par de feministas aplaudirle y llorar su muerte porque Hugh al parecer había hecho algo bueno en su vida (financiado abortos cuando eran ilegales) y entonces algo me hizo click y dije NO, ESPERA. Hugh Hefner se hizo rico gracias al hecho de que hizo del cuerpo de la mujer un producto. Y me di cuenta qué tanto habíamos caído en la trampa de la liberación sexual que nos cuentan los hombres y el capitalismo.


La liberación sexual significó tener derecho al aborto, poder decir que no y poder decir que sí bajo nuestros términos, significó anticonceptivos. Y el capitalismo le vio cierto potencial. De repente, nos hizo también convencernos de que una mujer empoderada era una mujer que vivía su sexualidad libremente... siempre y cuando esa sexualidad libre se viviera diciendo que sí. No me lo tomen a mal: individualmente, pueden considerar empoderante hasta rascarse la espalda con la mano izquierda, no me importa. Pero la sociedad capitalista no es el individuo. La liberación sexual sólo gusta a los hombres (tratando a los hombres como colectivo y no como individuos) cuando les beneficia: tratar al porno como empoderante (aún cuando es una industria que sigue promoviendo una cultura a la violación, una cultura a la pedofilia —¿las lolis? ¿las colegialas?— y un fetichismo a todo lo que no es blanco), decirle a las mujeres que desnudarse para una revista es empoderante —al mismo tiempo que la que rechaza el planteamiento es tachada de frígida, sumisa, no libre, lo que quieran—, decirle a las mujeres que decir que sí es empoderante, que deben vivir su sexualidad libremente —para acostarse con ellos— y subsecuentemente olvidarse del no. La parte favorita del feminismo es la de la liberación sexual que manipularon a su antojo... que acaba sin ser feminismo ni nada de nada.


Entonces, antes de que me empiecen a preguntar que dónde estoy yo hablando del libro del que supuestamente voy a hablar, aquí vengo. Sexo Chilango es una recopilación de columnas publicadas en la revista Chilango que tienen una inspiración en Sex and the City y las aventuras de Carrie en Nueva York. Mujeres que ya pasaron de los treinta, de clase media, medio alta, y que aparecen cada mes a hablar de sus relaciones. Es una columna muy heterosexual (por sus protagonistas) y muy enfocada en, bueno, lo que es ser clase media en la Ciudad de México. Se maneja un concepto de empoderamiento por el hecho de que las mujeres disfrutan vivir de sus relaciones libremente e, incluso, en algún momento, declaran que, si están solteras, es porque les da la gana.

Entonces estamos en un mundo de la mujer de clase media empoderada que, por ejemplo, no significa que las demás lo estén, es un mundo y un libro basado en las experiencias individuales de algunas mujeres. Yo sí creo que es un libro que cae en la trampa del patriarcado de la liberación sexual en algunos momentos. Porque es importante entender que el patriarcado es todo un sistema social que se mantiene en la supremacía masculina y que es imposible así de la nada liberarse completamente de su influencia. Y lo que hizo fue aprovecharse de lo que pudo y ponerlo a su favor. Todo el mundo se sigue apoyando en la dictomía del patriarcado: la mujer buena vs la mujer mala. Las mujeres no viven su sexualidad sin estigmas, aunque quizá tengan más libertad de poner sus condiciones (en algunos casos, sobre todo cuando eres clase media, media alta, alta): los estigmas aparecen a veces cuando dices no (frígida), a veces cuando dices sí (puta). Me pondría a contarles mis experiencias amorosas aquí pero hace casi cinco años que no estoy soltera, ya se me olvidó ligar.

Nah, I wish, pero tengo las habilidades de ligue de una patata
En fin, el empoderamiento por medio de la sexualidad libre y el uso de nuestra sexualidad lo más en nuestro favor que podamos al final nos puede empoderar a cada quien individualmente (ya saben, como si encuentran empoderante lamerse el codo), pero nunca va a empoderar a todas las mujeres como colectivo. Kim Kardashian desnudándose para una revista nunca jamás va a significar que hemos evolucionado como sociedad, porque aunque Kim Kardashian puede ser una bien chingona empresaria y haber puesto sus condiciones, el desnudo todavía es comercializado como un producto para hombres y la foto anda haciéndole el trabajo al patriarcado. Como conclusión de mi ejemplo supongo que kudos por Kim Kardashian que es una mujer rica y puede hacer esas cosas (aunque de todos modos siempre salen los machos a criticar).

Entonces volvemos a este libro: ¿es o no es un libro feminista? Quien sabe, supongo que depende de qué tipo de feminista te dirá: para mí es una onda feminismo excesivamente liberal. Yo ando pegada a la onda marxista y radical, así que a mí no me pregunten. Vamos a otras cosas, que tengo mucho de que hablar.

La burbuja clasemediera (yo también viví ahí)


Piensen que están escribiendo una columna para una revista de onda clase media, media alta, quizá hasta alta. Piensen que además les pidieron que la columna tiene que ser onda Sex & the City. ¿Qué sale? La primera mitad del libro es un resultado que ni calcado, se los juro. La segunda mitad evoluciona, cambia, Mónica Braun se centra en su hijo, cambia un poco los temas, pero ante todo, hay algo que se mantiene constante: la burbuja de la clase media. Déjenme les explico a que le llamo la burbuja clase media, porque es un lugar hipercómodo para vivir si te lo puedes permitir. La burbuja clasemediera es ese lugar donde tu conciencia de clase puede volverse selectiva, donde puedes decirte apolítico y no comprender que ser apolítico es algo imposible en este mundo y no comprender que tu posición apolítica nada más ignora a aquellos que no pueden darse el lujo de decir eso (los colectivos más oprimidos). Les digo, es un lugar bien bonito, pocas preocupaciones, a veces puedes darte el lujo de considerar que puede existir un consumo ético bajo el capitalismo (aunque alguna que otra vez te darás una decepción). Además, aunque vivas un poco al día y te preocupes por el fin de mes, usualmente no te preocupas por dejar de comer. Es una burbuja linda.

And conciencia de clase
Un día llega el mundo real y te la rompe y ya te cagaste para siempre. No dejas de ver la pobreza que te rodea, no dejas de ver como la burguesía se caga a todo lo que está debajo de ella. Te entran por los ojos las condiciones de las obreras de las fábricas textiles de todo el mundo, las mineras que trabajan en territorio impunemente, el ejército disparando contra población maya. Y ya no hay vuelta atrás. No te caga la vida, pero sí te empiezas a dar cuenta de que vivías en una burbuja y dices "khé".

Este es un libro que se revuelve, por supuesto, dentro de los limites de esa burbuja. Vivir en la burbuja clasemediera no significa que nunca salgas de la Condesa y de Polanco o del barrio nice de donde sea que vivas. Significa que sales, pero que sigues como en la burbuja, como que notas la pobreza, pero como que no te quita el sueño. Como que viajas y conoces comunidades pobres y a veces como que te quiere dar un algo de white rich savior. La burbuja es cosa de no darte cuenta. Entonces el libro obviamente se revuelve entorno a ella (nunca culparé a nadie por estar en la burbuja, está hecha para que no te importe estar en ella o ni te des cuenta). Incluso en capítulos que intentan confrontarse con el clasismo mexicano general, todo es demasiado tibio y a veces, perpetua un discurso clasista sin darse cuenta. He aquí,  el temido capítulo del morenito de Iztapalapa. Sospecho que quien escribió a la redacción de Chilango y dijo que la autora de Sexo Chilango seguramente nunca les iba a contar la historia de como nunca había salido con un morenito de Iztapalapa en un intento de destaparla como una clasista. Sospecho que no le salió bien porque Mónica Braun contestó que sí había salido con uno, aunque no de Iztapalapa y procedió a contar la historia en un intento de hacer una columna anticlasista. Cosa que... resultó más o menos.

Vamos al poder del discurso. Vivimos en una sociedad terriblemente clasista, racista y patriarcal. Todo eso se intersecta, pero a veces me atrevería a decir que la clase es el eje donde todo lo demás está soportado. Especialmente el racismo. ¿Por qué en México equiparamos decir morenito con decir pobre? ¿Es que acaso todos los morenitos son pobres? ¿O todos los pobres son morenitos? Y si algo de eso es cierto, ¿por qué? El color de piel es algo que mueve a México. Prentan la tele. Cualquier canal. Busquen una telenovela. Cuenten la gente no blanca que aparece. Ahora, del número que les haya salido, cuenten a los que no salieron como sirvientas, choferes, otra clase de servidumbre, niños pobres o gente pobre a secas. Ahí tienen el problema. De repente como que podría no entenderse porque equiparar morenito a pobre es algo entre racista y clasista y podríamos decir que es que así nos entendemos en México. Pues sí, nos entendemos en una sociedad clasista y racista, ¡faltaba más! Es bien difícil salirse del discurso, pero no imposible y lo realmente admirable es cortarlo de raíz y no seguir perpetuándolo.

Expocisión sobre el racismo en México, Museo de la Ciudad de México, 2016
Fotografía: Andrea Poulain
Y hablando de discurso, déjenme les cuento de la palabra naco. ¿A quien le dicen naco? ¿A los pobres, a los morenos, a los corrientes, a los que consideran inferiores a ustedes? O sea, olviden por un momento la definición de naco que un diccionario les pueda dar y piensen: ¿la han dicho? ¿Cuándo y a quien? ¿POR QUÉ? Vuelvan a cuestionarlo. A mí cuando lo analicé me di cuenta de que decir naco para mí significaba todo un concepto de clases: lo decía cuando consideraba algo por debajo de mí. A la hora de la verdad, naco es un término con connotaciones clasistas de entrada. No es el como la uses. Ya las trae. Es un slur (como la n-word, la t-word, etc). Yo, que soy una persona que la decía, me justificaba tras que la palabra no importa, sino como la uses y que quieras decir, pero con el tiempo me he dado cuenta que tu discurso es muy importante. Dice mucho de ti: ¿dónde lo adquiriste y por qué?, ¿te lo has cuestionado? ¿Sí, no? ¿Por qué? También, aunque no lo creas, dice más de tu contexto que de ti. Quien dice la n-word siendo blanco es porque está en su vocabulario. Llegó allí de alguna manera. A mí lo que me saltó de alguna manera todas las redflags sobre esta palabra, fue como literal el cierre de la expocisión sobre el racismo en México en el Museo de la Ciudad de México fue el remarcar esa palabra.

Yo, descripción gráfica
Toda esa sarta de cosas me pregunté leyendo el libro, más concretamente, leyendo el capítulo del morenito. Soy muy odiosa con lo clasista, nada me embona, lo veo por todos lados. Después de todo, les escribí el pequeño clasista que llevas dentro. Le veo clasismo a veces a lo que escribo (al discurso de fondo, si voy a poner a un personaje clasista odioso, pues ahí está, ¿no?), a las baldosas del piso; en resumen a todo. Entonces, además de analizar el libro con perspectiva de género, me metí a la onda de verlo con conciencia de clase. Cuestionarme a mi misma y al libro (que, como ente inanimado, no respondió, pero sí tuvimos unos interesantes debates). Se mueve en una burbuja muy cerrada, que es, sospecho, la misma que su público target (y por eso repito de nuevo: es obvio que yo no lo soy). No siento que ignore deliberadamente a toda una clase social, aunque ignorar por omisión también sea ignorar, finalmente, lo que siento es que es un producto hecho para cierto público en cierta revista en una burbuja de clase media. Así como yo no soy el público objetivo de After o Crepúsculo, o Bukowski o los libros de Booktubers o las novelas de Danielle Steel, tampoco soy el público objetivo de Sexo Chilango. No estoy en la burbuja de la clase media y en vez de leerlo en paz me hago todo un trip cuestionando porque no es para mí.

Otras cuantas cosas del libro, buenas y malas y peores y mejores


Es un libro que empieza en una onda muy frívola. No saben el suspiro de alivio que solté cuando me di cuenta de que Mónica Braun no era ni la mitad de fresa de lo que es la columna y el libro. Me encanto cuando empezó a evolucionar y a centrarse en su hijo, porque me daba oportunidad de ver otra faceta que me gustó un poco más.

Por supuesto, es un libro que no pasa el test de Bechdel ni a patadas. Breve recuerdo del test: dos mujeres al menos como personajes, ambas deben de tener nombre y ambas deben interactuar al menos una vez y hablar de cualquier cosa que no sea hombres (hombres que se ligan, hombres que odian, papás, hijos, tríos, todos los hombres entran ahí). Obvio no me voy a poner a decirles que no lo pasa y por eso es malo, porque es un libro con mujeres heterosexuales como protagonistas que hablan de sus relaciones con el sexo opuesto. O sea. Lo raro habría sido pasar el test (aunque admito que hubiera sido interesante).


Es un libro relax. No relax en el sentido de que te lo vas a leer en una tarde, pero está escrito de manera amena, como si te lo estuviera contando una mujer que es tu amiga. Eso es un buen punto a favor.

Conclusión de este viaje: léanlo si están más en el público, les puede gustar, les puede no gustar. A mí personalmente no es un libro que me haya gustado, pero salió mucho debate de él y eso siempre es productivo. Como siempre, todo lo que digo puede estar sometido a debate, si quieren opinar algo si es que tienen el libro, o no lo tienen o nada más quieren ser opinadores porque sí, aquí está mi blog y mi sección de comentarios.