Divagaciones de una Poulain
by Nea Poulain
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miércoles, 10 de noviembre de 2021

El ángel de Nicolás, Verónica Murguía | Reseña

Portada del libro El ángel de Nicolás.
Sinopsis: Verónica Murguía ha reconstruido con doble sentido magistral diferentes momentos de la historia y del mito: por un lado, su estilo es una enseñanza serena y, con todo el peso del término, clásica del poder de la palabra; por otro, sus narraciones revelan con una sabiduría generosa el entramado sorprendente de algunos acontecimientos históricos de Occidente y de Oriente, el sentido más humano posible de las parábolas bíblicas y el secreto insustituible de las representaciones griegas. Si, como decía César Vallejo, ‘el arte descubre caminos, nunca metas’, no es ningún azar que El ángel de Nicolás, este libro hermoso y singular, comience en busca del idioma del Paraíso y termine con el cuerpo desollado del primero de los artistas flotando en ese eterno río donde nunca nos introduciremos dos veces.

Como a todos los libros, llegué a El ángel de Nicolás por casualidad. Había razones más que de sobra para leerlo. El nombre de su autora en la portada (encuentro que coincido mucho con la manera de pensar de Verónica Murguía y aunque no siempre me encanta lo que escribe, las últimas cosas que he leído me han dejado maravillada), el hecho de que sus cuentos retratan algunos acontecimientos históricos entre Occidente y Oriente (la pasión de la autora por la edad media árabe me encanta porque es una de mis hiperfijaciones en la vida) o que algunos abordaran acontecimiento narrados en la Biblia (creo que siempre es interesante dialogar con una obra que, a pesar de tener lecturas artísticas, porque no se puede negar que es literatura también han sido manoseadas como dogma por una parte terriblemente poderosa de las instituciones eclesiásticas), todo se fue juntando para que yo lo leyera.

Además, el último cuento que le leí en voz alta a mi mamá es el cuento con el que abre este libro. ¿Qué cosas no? (Y la última novela fue Noche en Tintagel).

Fotografía de Verónica Murguía
Verónica Murguía

Cuando lo recomentó Ale Arévalo (@soy_sputnik) porque fue un libro que se fue en las cajitas del Proyecto Soyuz (chéquenlo para que vean más o menos de que se trata lo que hace mi amiga) me sorprendí porque era un libro de Verónica Murguía del que no había oído ni hablar. Obviamente no he leído toda su obra, pero su nombre me resuena por allí y por allá y más o menos sé en que anda y El ángel de Nicolás me cayó de sorpresa. Ni el título, ni la portada, ni de dónde salía, nada había visto. Digamos, fue un libro que llegó a estrellarse enfrente de mí y me dijo: léeme. Y yo lo hice. 

Como mencioné, aborda historias antiguas. Un Rey que deseaba descubrir el lenguaje de dios y contrató nodrizas que tenían prohibido hablarle a los bebés y tan solo los escuchaban llorar. Un poeta. Sodoma y Gomorra, su horror y su belleza. Desde cada historia reconozco el amor de Murguía por esos personajes bíblicos, medievales, algunas historias que nadie parece querer rescatar, esos mitos puestos en otra perspectiva, contados de otro modo. Creo que hay pocas autoras mejor versadas para estos temas que ella, pero eso es ya una observación muy parcial sobre el tema.

El ángel de Nicolás es un libro que leí por lo bello de su prosa. ¿Qué tan hermosa puede ser la desgracia? O quizá esa es sólo la manera de contarla, hace que parezca más terrible del todo.  Quizá es la manera de racionalizar aquellas decisiones que todavía no entendemos, como la de la mujer de Lot al volverse hacia Sodoma. "Quise que lo último que vieran mis ojos fuera el lugar en que lo amé, [...] Por eso me volví". Después de tantos meses, lo que me queda más claro es eso: que lo leí porque la manera en que unía sus palabras era hermosa y hay muchas horas que matar en la silla de un hospital. 

La destrucción de Sodoma y Gomorra, por John Martin

De fondo, aunque las historias que Murguía son mucho más antiguas de lo que podemos imaginar, hay algo atemporal en ellas, algo que está escribiendo que es sobre nosotros mismos y nuestras propias búsquedas (y creo que eso es algo que caracteriza a los buenos escritores de fantasía, como lo es Murguía: nunca dejan de escribir sobre las pequeñas cosas y sentimientos que nos conciernen a todos como seres humanos aunque estén hablando de dragones, de bosques mágicos, de reyes crueles o de historias que acontecieron hace mucho tiempo). El tono de los cuentos recuerda a los mitos creados entorno a historias repetidas una y otra vez.

A las historias que se contaron de generación en generación y han sido recuperadas una y otra vez. Las versiones de Verónica Murguía son únicas porque son muy personales, son sus palabras, puestas sobre el papel con mucho cuidado. Y eso es lo hermoso de encontrar muchas versiones de una misma historia: siempre un pedazo del autor y del lector se quedan con ellas. Uno cuando las escribe y otro cuando las lee (por eso siempre tenemos reacciones y gustos diferentes respecto a la lectura: lo que pasa entre una historia y nosotros es súmamente personal y nadie puede arrebatárnoslo).

Herodias, por Paul Delaroche
Herodias, por Paul Delaroche

También me ocurrió que, en medio de estas historias, aunque a veces trataban de hechos terribles, no sentía que me ahogaba en ellos ni tampoco que la narrativa estaba buscando tan sólo una reacción de shock. Los cuentos no eran una alternativa a otra realidad más terrible a la que escapar para pensar que la mía no era tan mala ni tampoco un texto desesperanzado que intentaba ahogarlo a uno en el horror (eso que llaman realismo cuando quieren decir violencia desmedida). Murguía se ha esforzado mucho en desmitificar el amor por la guerra medieval y el cuento de El ángel de Nicolás sigue ese curso. Aborda los horrores de ella y en demostrar que no es todo vida o muerte, sino que hay más, pero deja que uno responda qué es ese más. Demuestra que ni siquiera lo poético (como lo es su proesa) a veces puede quitarle lo terrible al campo de batalla. Y así son todos sus cuentos. Sí, parece decir algunas veces, como con Sodoma: la tragedia puede parecer bella pero no deja de ser tragedia.

¿Les recomiendo el libro? Sí, por supuesto. Que se atrevan a acercarse a él y darle un vistazo; que, si les gusta, platiquen de sus cuentos y de sus historias, o se las guarden, si quieren. Lo que deseen. Ya les he recomendado mucho a Verónica Murguía en este blog así que saben que casi todos sus libros tienen mi sellito de aprobación. Es un libro corto que puede leerse en pausas o muy rápido, al fin y al cabo, cada quien lee a su estilo (el chiste, al final, es que lo disfruten).

domingo, 17 de enero de 2021

Olvidado Rey Gudú, Ana María Matute | Reseña

Olvidado Rey Gudú

Sinopsis: Olvidado Rey Gudú es una de las grandes novelas de este siglo. Repleta de fábulas y fantasías, narra el nacimiento y la expansión del Reino de Olar, con una trama llena de personajes, aventuras y un paisaje simbólico: el misterioso Norte, la inhóspita estepa del Este y el rico y exuberante Sur, que limitan la expansión del Reino de Olar, en cuyo destino participan la astucia de una niña sureña, la magia de un viejo hechicero y las reglas del juego de una criatura del subsuelo. Tejida de realidad y leyenda, de pasado y presente, Olvidado Rey Gudú constituye también una gran metáfora del alma humana y su historia, alentada por los deseos y las inquietudes que desvelan al ser humano desde hace siglos.

Ocurre que hasta ahora puedo sentarme con el cerebro suficientemente en calma (pasa que el mío nunca se calla y por eso escribo y borro en cantidad) para hablar de este libro. Fue uno de los favoritos del año pasado, tal como pudieron ver en los Oscars Literarios. No me cuesta entender cómo es que Ana María Matute decía que quería ser recordada por este libro. También me gustaría ser recordada por una obra de este tamaño, es la clase de libros con la que me gusta dialogar al escribir (y justamente ya me descubrí haciéndolo, porque no escribimos en un vacío, sino que estamos llenos de influencias y referentes).

Entre el marketing y los referentes de fantasía

«Para cuidar y atender su educación —respondió el Conde Olar con voz reventante de orgullo, y una chispa de maligna socarronería—. Para adiestrarlo en el arte de la caza y de las armas». Era la primera vez que Sikrosio oía llamar a su padre arte a aquella suerte de desesperación colectiva que les obligaba a lanzarse unos sobre otros, espada en mano, en defensa de un palmo de tierra.

Empecé leyendo este libro como parte del club de lectura del foro de La Noble y Ancestral Casa de los Black. Merece una mención porque es el club de lectura al que le he sido más fiel en mi vida (a pesar de reiteradas ausencias) y porque siempre ha sido un lugar para comentar libros. Gustó y no gustó, por supuesto. Leyendo un compañía uno aprender que a veces los libros no le gustan a todo el mundo porque no todo el mundo tiene los mismos intereses, referencias o trayectos lectores; es el riesgo de leer en proyectos comunitarios. Incluso cuando son tan cerrados como un foro de fanfiction. De los comentarios de este libro (en goodreads, entre mis propios amigos, en otras reseñas) me llamó la atención especial uno: las reiteradas menciones a George Martin y las comparaciones con Canción de hielo y fuego, pero no sólo eso, sino el "es que esto el Canción de Hielo y Fuego Hispano". No puedo expresar cuanto odio eso. "El señor de los anillos latinoamericano", "el Martin mexicano o cualquier nacionalidad que ocurra", "el Tolkien asiático" y así, eternamente, con cualquier referente famoso de fantasía. En este mundo obsesionado con las ventas nada se sostiene por lo que es, sino que siempre tiene que ser algo más.

Ana María Matute
Ana María Matute

Entiendo las comparaciones a un nivel más literario: cómo abordan dos autores diferentes un mismo tema o género, entendiendo que son diferentes aunque compartan referentes, pero no puedo con la estrategia de marketing (porque no es otra cosa) desde nombrarse y legitimar (no me gusta este verbo, pero creo que es adecuado en este contexto) desde algo más. Olvidado Rey Gudú es una novela de fantasía que sí, dialoga con muchos referentes (especialmente con los cuentos populares y los personajes arquetípicos de estos) en su prosa, pero que no es el *insterte aquí obra famosísima o autor famosísimo de fantasía* español. Es una obra que se sostiene por sí misma.

No es una historia de personajes y la trama es la historia misma del Reino de Olar. En él se enmarca la historia y este sirve de una suerte de columna vertebral para que Ana María Matute habla de muchos temas. Seguro, si fuera yo aquí otra persona, me detendría un poco a hablar del worldbuilding y de todos esos detalles históricos y políticos que se atisban sobre Olar, pero no estoy tan interesada en ese tema. Me gustaría más compartirles más bien lo mucho que me maravilló el lenguaje de Ana María Matute para crear los cimientos de Olar y el ambiente del libro. Es muy claro, desde el principio, que estamos presenciando la historia de un reino y los personajes están en él, sujetos o hacedores de sus destinos. 

Mapa de Olvidado Rey Gudú

No importa tanto, en este caso, imaginarme cómo y dónde está Olar o situarlo en un mapa, como sentir las palabras que Ana María Matute hila para construir la historia de Olvidado Rey Gudú y sus múltiples temas. (Lo digo porque recuerdo hablar de él en conjunto, porque fue leído en un club de lectura y que fuera una pregunta común: ¿dónde está Olar? que me sacó un poco de onda, porque aunque sí puede ser un dato curioso interesante, para mí no pasaba de eso, porque lo importante era todo el lenguaje de la autora para hablarnos del olvido, de las historias populares, de la pérdida de la infancia).  

Entonces pues, quiero hablar de Olvidado Rey Gudú partiendo desde el mismo libro. Así pues, vamos tema por tema.

Tontina y la pérdida (olvido) de la infancia

—Me sorprende que no lo supieras, Ardid. Es del todo natural que así sea: aunque, por supuesto, sólo pude verme un instante antes del sueño. Una vez despierta, me olvida hasta el próximo sueño.
—¿Y cómo es eso? [...] Ha estudiado, como yo, en el libro de algún sabio maestro, y tiene así contaminado sus ojos, como yo?
—No —dijo el Trasgo—. No es extraordinaria, es de una especie corriente. Sólo antes del sueño, hasta el despertar: y olvida, hasta el próximo sueño. Además, algún día también dejará de verme aun antes del sueño, y nunca más nos recuperará: ni a mí ni al Sueño.

Uno de mis temas favoritos durante todo el libro fue toda la parte que le corresponde a la princesa Tonita, destinada a casarse con Gudú. Perdón si no hablo en orden de algunos sucesos particulares de la trama (nada que pueda considerarse spoiler chungo, más bien hablo de los temas y cómo se tratan, así si lo leen quizá tengan una percepción cercana a la mía o me pueden contar de sus lecturas). El arquetipo de Tontita es uno de los más recurrentes en muchos cuentos populares. Las tontinas pagan por sus pocas luces, por su ingenuidad. Me encanta como Ana María Matute usa este arquetipo justamente para mostrarnos que Tontina sí es perceptiva, imaginativa, entregada a su infancia y a sus juegos y no comprende el mundo adulto tanto como los adultos no la entienden a ella. 

Ilustraciones de fantasía de John Bauer
Artista: John Bauer

Cuando aparece, contrasta con Ardid, Reina de Olar, quien siempre fue un ser humano brillante y quizá hasta podríamos decir que adulto. Ardid, por sus circunstancias particulares, no tuvo tiempo de entregarse tanto al juego o a la imaginación tan desmedida (aunque tampoco es que la rechace, tiene una relación con un trasgo y con cosas mágicas, de hechicería) y no entiende que Tontina no vea las cosas con la misma seriedad que ella. Me encanta cómo está manejado el tema justamente porque en la princesa vemos la pérdida gradual de la infancia y cómo se ve desde afuera. Los adultos alguna vez olvidaron que fueron niños y tienden a glorificar esa época o a desdeñarla. Por eso me gusta ese subtexto de que las Tontinas no son tan tontas, aunque todos los personajes se esfuercen en que ella cumpla un arquetipo ya dado ("todo pasará como tenga que pasar").

—¡Oh, ahora atino! No nos hemos conocido: es que tenemos que conocernos mucho, que no les lo mismo. Por eso, también yo guardaba en mi memoria vuestra persona y vuestra voz.

Justamente en toda esta parte es que Ana María Matute rescata los cuentos populares de la memoria y me parece muy bien como los va hilando en su narrativa. Desde ahí habla del olvido, cuando aparece el Príncipe Once (de el cuento Los Cisnes Salvajes, que me encanta) y sólo unos pocos pueden reconocerlo. Cuando habla del tiempo, que para estos personajes no se mueve lineal (cosa muy interesante y que como escritora me gusta mucho: la idea de que alguien te resulte conocido porque lo vas a conocer o historias que salen del tiempo para instalarse en otro). La historia de Tontina y Predilecto es probablemente de mis favoritas de la historia y por eso quiero resaltarla en primer lugar. Porque además se puede hablar mucho de las personajas de Matute.

Ardid, Ondina y las mujeres de Olvidado Rey Gudú

—Querida, no olvidéis que ésta es una isla, y una isla mujer: y que si bien nadie puede dudar que los hombres son extraordinarios conquistadores, además de otras cualidades bien conocidas, en definitiva las mujeres somos la civilización. 

Uno de mis intereses (no tan recientes, pero sí recientes) es ver cómo las escritoras retratan a las mujeres. Otro es ver los retratos de las mujeres en la fantasía. Existe la idea de que las mujeres en la fantasía son las damiselas en apuros que carecen de agencia y que sólo existen para ser salvadas; diría, sí, que esta ya no es la idea que prevalece en en género, pero está allí. Existen también las mujeres que son sólo sanadoras, cuidadoras y secundarias porque, obviamente, ese es un trabajo femenino y como femenino que es, es mal visto. Hablando de ello, existe una dicotomía muy clara en obras recientes: las personajas enmarcadas en los cuidados y las guerreras. Parecería que estas dos cosas no se juntan y que reivindicar los cuidados (¡tan importantes y no reservados a lo femenino, por más que el mundo insista!) está más mal visto que presentar mujeres fuertes, guerreras, desapegadas, que siguen y repiten patrones masculinos y desprecian la feminidad. Y digo dicotomía porque pareciera que no se mezclan y tenemos arquetipos rígidos, como una lista que palomear a la hora de crear un personaje. Eso debería ser más libre por supuesto. Adoro a las mujeres cuidadoras y a las guerreras, a las viajeras, a las que cuentan historias y a las que lo hacen todo también.  

Ilustración medievalista de Warwick Goble
Artista: Warwick Goble

Tengo planeado hablar de ello pronto con más extensión, pero sí es algo que me llama la atención. Por eso me gustan las mujeres de Olvidado Rey Gudú. Recuerdan constantemente que las mujeres no son una masa homogénea y que puedes escribirse con infinitos ángulos y matices (vamos, como los señores escriben a los señores, harta estoy de listas de "cómo escribir mujeres"). Ardid es probablemente la personaja que se alza más alta sobre todas, por su permanencia en la trama, quizá, pero todas tienen una gran presencia en la historia. Ya hablé de Tontina, pero quiero también resaltar a Ondina y sus amores, esa visión tan profunda que ofrece Matute sobre los amores imposibles y románticos que acaban con todos los implicados y como es eso lo que da nacimiento a la tristeza (y recuerda mucho a como asociamos el azul a la tristeza, además de a la calma, y como los grandes cuerpos de agua nos causan nostalgia). 

También está Leonia y su isla, el último reducto de los sueños; Urdska, mujer guerrera y salvaje; Gudrilkja, la niña que grita "¡Yo soy el rey!" y que además protagoniza, junto a Lontananza, su madre, uno de los pasajes que más me gusta de este libro.

—Nunca te acerques a ellos, Gudrilkja —dijo—. Nunca, hija mía.
—¿Quién es? —preguntó la niña, en su media lengua. Y vio Lontananza que sus ojos azules tenían la misma expresión colérica y centelleante que los ojos de Gudú.
—El Rey —dijo Lontananza—. Vámonos, el rey siempre está lejos, y nadie le puede alcanzar.
—Yo seré Rey —dijo la niña.
Al oírla, la madre se estremeció, y le tapó la boca con la mano.
—Las mujeres no son Reyes —dijo—. ¡Y creo que es suerte para nosotras!

Me gusta porque no entiendo el ansía en este mundo real por acaparar los puestos de poder o romper el techo de cristal para volverse opresor de otro. Así que estoy con Lontananza: las mujeres pueden encontrarse en otros lugares y configuraciones lejos de esos puestos, con más horizontalidad y más sensibilidad: ¡y qué suerte para nosotras!

Las personajas de Matute me gustan también por su gran dimensión. No trata a las mujeres como seres perfectos de luz ni como receptáculos de maldad y pecado, sino que retrata matices. ¡Y no lo hace sólo con las mujeres! Ahí están personajes como Gudú, Almíbar, Volodioso, Predilecto, Lisio y no quiero hacer una lista de todos, pero se dan una idea. Me maravilla muchísimo ver a escritoras tratar tantos matices en sus obras.

Conclusiones

El viejo sueño llegaba hasta él revestido de un deslumbramiento que si hubiera sido capaz de sentirlo, hubiera podido llamarse amor, pero que no era más que otra manifestación de su única pasión: la estepa.

Creo que podría hablar de muchos otros temas que Ana María Matute trata en su obra. Por ejemplo, del tono antiépico que tienen algunas partes y de ese retrato crudo de la guerra (que nos arranca de un tajo de esta idea del amor a la guerra), de la sangre y las batallas, siempre con una sensibilidad increíble (sensibilidad que, sinceramente, ya querrían autoros de "grimdark"). El gran tema del libro es el olvido y está presente siempre. Como trata el miedo. Sólo alguien sensible podría hacerlo como lo hace ella. Sin embargo, aspiro que a mis reseñas no sean eternas, así que, por hoy, me quedo con esto de lo que les he hablado.

Ana María Matute
Ana María Matute

Olvidado Rey Gudú es un gran libro de la fantasía y de la literatura española. Es un libro gordito que exige atención, lleno de prosa poética (y esto para mí es un punto a favor) que es mejor si se disfruta y se lee con calma (ojo, no lento, con calma, cada quien sabrá cómo es su leer con calma). Se los recomiendo si son especialmente amantes de la fantasía. No me consta que se consiga en México o en América Latina (y en ese caso saben que estoy disponible en mi correo si lo andan buscando), pero si tienen la oportunidad de leerlo, lo recomiendo muchísimo. No se lo pierdan. Si lo leen siempre pueden comentarme qué les pareció