Divagaciones de una Poulain
by Nea Poulain
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miércoles, 6 de octubre de 2021

Book Tag Tokyo Revengers

Había pasado ya mucho tiempo sin hacer booktags. Sigo considerando que son un ejercicio muy padre para recomendar libros de maneras diferentes y que siempre obligan a buscar cosas que quizá no hemos recomendado en algún tiempo y siempre es pretexto para hablar de cosas que nos gustan (o que quizá no nos gustan tanto). En el último mes me obsesioné muy fuerte con Tokyo Revengers después de que se estrenara el anime (que no vi, sólo he leído el manga) y me recordó a historias que disfruté mucho en mi adolescencia. Es un manga de niños pandilleros que ha resonado mucho en latinoamérica creo que por muchas razones (pero la principal es que ofrece una mirada muy sensible a las infancias y juventudes marginadas y que es difícil encontrar aquí en este momento del tiempo, puesto que gran parte de nuestra literatura realista está secuestrada por la violencia sin sentido, el morbo y el narco, sin darle un espacio a la esperanza y a la bondad). Prometo después seguirles hablando de la historia, pero quería poner un poco el contexto de por qué había hecho el tag.

En este caso, con este tag intenté en enfocarme en cosas que me hubieran gustado mucho (excepto en una consigna) y en algunas cosas que los personajes representan para mí. Si han visto Tokyo Revengers, quizá entiendan cosas. Si no, no hay ningún spoiler en las consignas y sí buenas recomendaciones. Sin más que decir, empezamos.

1. Takemichi: un libro que te costó trabajo leer pero no te rendiste y te gustó mucho

Takemichi es un perdedor. Un loser. No es bueno peleando y no es fuerte físicamente, pero tiene una esperanza brutal en que podrá conseguir un futuro bueno para todos y la capacidad de nunca rendirse. Aquí voy a poner a Tian Guan Ci Fu (Heaven Official's Blessing) de Mo Xiang Tong Xiu porque es un libro que me costó meses. Muchas veces tuve que hacer pausas en él no porque fuera pesado (de hecho, es muy fluído para lo largo que es) si no porque quería darle tiempo, espacio, quería también explorar otras historias. Llegué a dejarlo semanas completas en pausa, hubo momentos en que vi su tamaño como algo muy cuesta arriba, pero siempre estuve segura de que, no importaba cuando me costara, la historia valía la pena y lo estaba pasando muy bien. Hice una reseña sobre el libro donde hablé un poco del xianxia y la fantasía con raíces en la cultura china que les recomiendo mucho leer si son géneros que les interesen aunque sea un poquito.

2. Mikey: un libro que cada que relees descubres algo nuevo

 

Aquí voy a poner un cliché. Releo mucho, pero tengo hiperfijaciones y muchas veces releo las mismas cosas una y otra vez. Así que no es extraño que diga La historia interminable de Michael Ende. Ya en su momento a principios de año hice una reseña/ensayo donde hablé de que es un libro con múltiples capas y de cosas nuevas que descubrí en mi última lectura. No por nada es una de las obras cumbre de la fantasía y de la literatura infantil y juvenil. Ende tenía mucho cariño por las historias, las palabras y la fantasía y se nota mucho en ese libro. (Además que lo elijo porque la mirada de Mikey, por la que siempre lo reconozco, no importa cuanto cambie de aspecto, me recuerda a la inocencia de adentrarse por primera vez en Fantasia, no sé, tiene algo).

3. Draken: un personaje que sea el corazón de una historia

Luned de El fuego verde de Verónica Murguía es el corazón que alimenta la historia de ese libro. Luned y su amor por los cuentos y los poemas, Luned y su amor por el bosque, Luned y su infinita amabilidad, Luned en el bosque de los elfos y las hadas, Luned frente a Titania, Luned en Brocelianda. La adoro, es una protagonista que deja mucho corazón allí donde las palabras muestran su prescencia y Verónica Murguía la dotó de muchísima fortaleza, así que la quiero muchísimo. No es la primera vez que recomiendo este libro y no dejaré de recomendarlo pronto.

4. Chifuyu: un libro al que siempre recurras cuando necesitas sentirte mejor

A muchos, especialmente los que están mencionados en este booktag. Simplemente elegiré uno de los faltantes y lo pondré aquí. En este caso quiero mencionar a La hija del curandero de Amy Tan. Por alguna razón siempre he sentido a la escritura de Amy Tan como un abrazo, pero este libro, sobre todo, es el que más lo ejemplifica. Hay un momento en el que Pan Kai Jing, uno de los personajes, dice "somos divinos y el tiempo no puede cambiarnos" y siempre que me siento un poco mal acudo a esas páginas. Es una historia muy intimista, de una madre y una hija, que explora las diferencias culturales, la vejez, el pasado y, entre los márgenes, la migración.

5. Baji: un libro que te haya hecho llorar


Olvidado Rey Gudú de Ana María Matute
me hizo sentarme y contemplar el vacío, lo que en mi caso se parece a llorar mientras leo. Hay varios capítulos dedicados a la historia de Predilecto, Tontina (qué manera de cuestionar los arquetipos de las tontinas de los cuentos, destinadas a terribles destinos, qué manera de cuestionar lo que creemos que merecen) y la Ondina (que se convirtió en agua y en lágrimas y me hizo llorar con ella y con el amor que sentía). Hay otros momentos muy desgarradores en el libro, pero creo que esos tres nombres son los que más cosas despiertan en mí. Sí les vengo recomendando este libro maravilloso.

6. Kazutora: un libro que no haya sido lo que esperabas

Rebeldes de SE Hinton. Usualmente Tokyo Revengers me recuerda mucho a narrativas existentes en América Latina, pero existen algunas otras historias en distintos medios (Danger Days, los Killjoys, Aullido) que me recuerdan mucho a Tokyo Revengers. Rebeldes de SE Hinton es una de ellas. Yo la conocí de casualidad. En Estados Unidos es una lectura obligatoria por la que todo el mundo pasa, creo que en otras partes del mundo también. Susan E Hinton puso, a los dieciséis años (quizá antes, pero Rebeldes/The Outsiders se publicó cuando ella tenía dieciséis) sobre el papel la frase "Stay Gold, Ponyboy" y desde entonces me ha perseguido, porque el libro me movió el piso. Me encantaría decirle eso a los personajes de Tokyo Revengers. Stay Gold, Mikey-kun. Rebeldes nunca fue lo que yo deseaba que fuera en mi adolescencia (no era un libro sobre el cual yo tuviera mucha fe y además creía que era mucho más edgy), fue lo que era y me movió el piso de muchas maneras. Quería mencionarlo por su relación con la historia que hizo nacer este booktag y un poco para recuperarlo y recomendarlo de nuevo.

7. Hina: un personaje que salvarías de su destino todas las veces que fueran necesarias


A Wilkilén de La saga de los Confines de Liliana Bodoc. No voy a spoilearles La saga de los confines (en eso ya soy profesional en mis ensayos de análisis publicados) ni meterme mucho en el destino de Wilkilén, pero viajaría una y otra vez a las Tierras Fértiles, a los Confines y la salvaría una y otra vez. La amiga que me recomendó los libros de Liliana en ese entonces me dijo que el kokoro me iba a doler con Los días de fuego y pues me sigue doliendo, qué puedo decir. Salvaría a Wilkilén, una vez, todas las veces. Si alguien merecía ser feliz, era ella (el corazón de los Confines).

8. Kisaki: un libro que desearías no haber leído 

Ten Count de Rihito Takarai. Realmente me irrita. Tengo una entrada que es una lista de todas las cosas que me cagan de esa historia (en la que la gente cree que decirme que no entendí la historia hará que cambie de opinión o simplemente les gusta enojarse porque en mi esquina personal del internet decidí que iba a odiar ese manga que a mí me parece terrible). El problema fue que el primer volumen no fue el culmen de lo pésimo y una vez que estaba asqueada de los personajes no pude parar. Pero, amigos, desearía no haber caído en ese antro del mal.

9. Naoto: un libro que le recomendarías a tu hermanx pequeñx


No tengo hermanxs pequeñxs (yo soy la menor de cuatro) pero supongamos que sí los tengo. Recomendaría sin dudar Harún y el Mar de las Historias de Salman Rushdie. Es un libro divertido y destila amor por contar historias y por recuperarlas y por divertirse con ellas. Me divertí como niña leyéndolo y sería algo que le aventaría a la cara de quien se dejara. Es más, se los estoy recomendando a ustedes ahorita mismo. Para que vayan de viaje al Mar de las Historias y se maravillen de todo lo que allí hay.

10: Tokio Manji Gang: un libro que tenga el tropo de la familia encontrada (found family)

Los Killjoys... no cierto, son un disco (que hay un cómic, pero no es exactamente sobre ellos). Pero quería hablar de ellos y, como no pude, voy a hablar de la Doom Patrol de Gerard Way. Específicamente de esa porque creo que tiene momentos clarísimos en los que ejemplifica que la Patrulla Condenada realmente es una familia encontrada de inadaptados y marginados. Un poco como los niños de Toman, pero adultos, con poderes y en modo surrealista. Hace mucho que no hablo de mi amor por la Doom Patrol, por Casey, por Crazy Jane, así que me pareció un buen momento para recordarlos. 

Incluí todo lo que ha salido en el anime, pero no personajes que han tenido su desarrollo sólo en el manga, por lo que quizá cuando salga la segunda temporada y termine de emitirse, haga ota versión de este booktag con algunas actualizaciones. Voy a etiquetar a Marina Golondrina por si quiere hacerlo, a Hitzuji Books para cuando lea el manga y a quien desee hacerlo. Si lo hacen, por favor mándenme un link.

lunes, 19 de octubre de 2020

La literatura de la imaginación como reflejo de la experiencia de las mujeres latinoamericanas

Nota antes del ensayo: este ensayo fue editado por Cristina Jurado y Lola Robles (a las que agradezco todas sus notas y comentarios); fue publicado con el título La literatura de género como reflejo de la experiencia de las mujeres latinoamericanas, bajo el nombre de Andrea Vega, en el libro Infiltradas, publicado por Palabaristas Press (hoy cerrada) en 2019. Fue escrito en el 2018, editado, trabajado, le di mil vueltas. Hoy, que el libro ya no se publica ni se encuentra a la venta, decidí liberar este ensayo tras una edición profunda, pues en dos años he cambiado muchas cosas en mi forma de ver y pensar la literatura. No es, pues, la versión original que aparece en ese libro. Quizá puedan ahora apreciar algunos cambios y ediciones si es que leyeron esa versión. Esta es la edición de la Nea del 2020, con todos sus pensamientos y contradicciones. Ahora sí, entre otras cosas, feliz día de la escritora a todas las que escriben e imaginan.

A mi mamá

Las mujeres latinoamericanas, tan diferentes entre ellas, están atravesadas por la violencia de género y el colonialismo. En Latinoamérica todavía se ven los estragos del colonialismo, tierra y cultura erigida sobre el genocidio de los nativos y la opresión sistemática de estos y de los esclavos posteriormente traídos desde África. Las experiencias de las mujeres —nombradas en plural porque somos muchas— latinoamericanas no son una sola. Si nos une el territorio en el que vivimos —aunque valdría preguntarse qué es exactamente Latinoamérica, además de unos límites geográficos y cómo es que nos une la historia de la conquista y el colonialismo—, nos separa la clase y nos separa la raza. Finalmente, la experiencia de las mujeres del continente no es una sola, pero todas comparten matices de nuestras realidades particulares que se ven reflejados en nuestra literatura de género —o literatura de la imaginación—, una de las pocas tribunas que han tenido las mujeres para denunciarla, hablar de ella, retratarla o atreverse a pensar otras realidades —como hace Gabriela Damián Miravete en el cuento «Soñarán en el Jardín», al mostrar un futuro en el que no hay más feminicidios [1].

Dentro del presente artículo se analizan tres obras diferentes que presentan dentro de sí mismas problemáticas que son comunes para las mujeres en América Latina —y podrían, también, ser consideradas de, alguna manera, universales para casi todas las mujeres—: «La saga de los confines» (fantasía) de la autora Liliana Bodoc, para abordar el colonialismo y cómo afectó a las mujeres de la conquista; «Frecuencia Júpiter» (ciencia ficción) de la autora Martha Riva Palacio Obón, que presenta un retrato de los feminicidios, y «Las cosas que perdimos en el fuego» (terror) de la autora Mariana Enríquez, para hablar de la violencia de género que se da en el núcleo familiar o de pareja.

La saga de los confines y la violencia del conquistador

¡A la larga, nosotros ganaremos! Que si faltan mujeres españolas, ahí están las vuestras. Y con ellas tendremos hijos, que serán vuestros amos.
Mujeres, Eduardo Galeano
[2]

América Latina está fundada en el colonialismo. La triste profecía que menciona Galeano es cierta: entre toda la violencia de los conquistadores, miles de mujeres fueron casadas con sus propios conquistadores y tuvieron hijos con ellos; muchas mujeres fueron violadas, simplemente por el placer de sus conquistadores de verlas dominadas. «[…] la libido del conquistador no se detuvo ante el  grito  de dolor de las madres, hijas y esposos» [3], así nació el mestizaje en muchas partes de América Latina: mediante la violencia sexual de los conquistadores hacía las mujeres nativas.

Liliana Bodoc, escritora argentina, escribió La saga de los confines, una serie de tres libros de fantasía épica dirigidos especialmente a los jóvenes, relatando en ellos la historia de una guerra contra el mal que tenía obvios paralelismos con la conquista española en América. Latina pero también como un esfuerzo de construir una fantasía Latinoamericana. Los pueblos que Bodoc retrata, con toda complejidad y llenos de claroscuros, tienen influencias de varios pueblos originarios del continente y sus culturas. Hay influencias incas, mapuches, aztecas que se ven a través de los personajes de Bodoc y de la poética narrativa de la saga.

La violencia de los colonizadores también aparece en los libros de Liliana Bodoc, mientras narra la historia de los pueblos nativos que resisten a ella. A menudo, la fantasía puede acercarnos de otras maneras a la realidad. A los personajes de La saga de los confines los acecha un villano con nombre y cara, Misáianes, hijo de la misma muerte. Él es el mal contra el que han de unirse los husihuilkes, los zitzahay, los Señores del Sol, etc.

He elegido centrarme específicamente en la historia de la Destrenzada, Wilkilén, un personaje que vemos crecer a lo largo de la saga de libros: la primera vez que aparece es tan solo una niña, mientras que en el último libro ya es una mujer muy diferente a su hermana Kuy-Kuyén.. Mientras de Kuy-Kuyén respresenta una imagen de la feminidad más convencional, Wilkikén es distraída, demasiado libre y demasiado atrevida, presenta otra imagen de la feminidad que quizá no nos topamos con la suficiente frecuencia. La describe Cucub, su cuñado:

En cuanto a Wilkilén… Esa niña sí que sabe reírse. Si fuera mi propia hija, no lo haría con tanta soltura. Kuy-Kuyén y yo nos preocupamos cuando abandona la casa sin dar aviso y se adentra en el bosque. Pero, ¿qué hemos de hacer? ¡Ir tras sus pasos para averiguar sus motivos!
Los días del fuego, Liliana Bodoc [4]

Es libre y se mueve así mientras por los confines corre el rumor de la Destrenzada: una mujer que corre por el bosque de noche, sin que nadie sepa quién es o qué busca. Una mujer que se deshace las trenzas y sale en busca su propio destino. Todas las mujeres en los Confines son diferentes, pero la Destrenzada es quien más simboliza la libertad al hacer lo que todas las mujeres han deseado en algún momento de su vida: moverse libremente. Esta manera de retratar a las mujeres tiene mucho que ver con los temas que atraviesan a Latinoamérica; Bodoc no es la única en hacerlo. Luned, protagonista de El fuego verde, de Verónica Murguía, también ansía la libertad que le da el bosque [5].

Wilkilén corriendo por los Confines, ilustración de Gonzalo Kenny

En el resto de las mujeres de los confines podemos ver narrativas sobre el poder, como en la historia de Acila quien, aunque reina de los Señores del Sol, es presa en su propio palacio. La princesa Nanahuatli recorre un continente entero buscando al hombre que ama, porque en su reino intentaron sacrificarla cuando descubrieron su amor —y nos recuerda lo que a veces pesa la elección de amar—. Vara se vuelve un símbolo del levantamiento de las Tierras Antiguas sin haber sido nunca libre, buscando su libertad y la del resto. Son todas diferentes. Wilkilén es sólo uno de los muchos ejemplos en La saga de los confines.

Ella es libre de moverse, de correr por el bosque con la forma de la Destrenzada y elige amar a Welenkín, el brujo. Como toda mujer que se atreve a ser libre, sufre a manos de los conquistadores, los sideresios. 

Cuando los sideresios vieron que la balsa traía a una joven mujer que los saludaba, comenzaron a reír. Al principio mordieron la risa, todavía temían una trampa. Pero siguieron acercándose. Parecía seguro: nadie más que una joven mujer que los saludaba. Los sideresios rieron más fuerte. Ningún Brujo en la balsa, ni hechicerías; solamente una mujer agitando los brazos. Los días del fuego, Liliana Bodoc. [4]

A los sideresios una mujer como Wilkilén les da risa, les parece una burla, tan confiada y amable que incluso los saluda. Temen que sea el anzuelo de una trampa, pero para ellos, Wilkilén no es amenaza alguna, sino es más bien un festín de carne. Wilkilén no teme porque cree que sus risas son las risas de Welenkín y las figuras que alcanza a ver en la playa, en el horizonte, son los lulus. Se da cuenta de su error muy tarde y entonces recuerda todas las advertencias de su hermana y recuerda la guerra con la cual ha crecido.

Los sideresios en esa escena nos recuerdan a lo más cruel entre los conquistadores. Hombres que disfrutan ser sanguinarios, que disfrutan maltratar y humillar al «otro». La conquista en los confines no es un encuentro de dos civilizaciones —como se le llama, entre eufemismos, a la conquista de América Latina—; incluso llamarse «choque» parece demasiado benevolente para la historia de Liliana Bodoc. Las Tierras Fértiles luchan contra Misáianes, la figura encarnada de El Mal, y los sideresios no buscan sino exterminar al «otro», destrozar las Tierras Fértiles, del Imperio del Sol a los Confines. 

No dudan en humillar y lastimar a las mujeres —e incluso a los caídos, como ocurre con Kume al final de los días del venado, que no conoce otros códigos de guerra que los de los husihuilkes y ver a los sideresios «preparar su muerte sin poder entenderla»—. Cuando Wilkilén descubre su error, se aterra. Sabe, como todas las mujeres del mundo, lo que la espera. No la espera la muerte, antes que eso, planean humillarla.

La muerte de un hombre era seca y breve. Un ademán, un estampido y todo terminaba. La humillación, en cambio, era un lugar donde el dolor perdía su altivez y su decencia. Los días del fuego, Liliana Bodoc. [4]

La violencia sexual de los conquistadores en América es un tema del que no se habla y que no se toca. Pero todos sabemos, de manera tácita, que el mestizo latinoamericano no nació en el centro de relaciones igualitarias y justas. Desde el momento en que Cristobal Colón desembarcó en lo que el creyó las Indias, los miembros de su tripulación intentaron «satisfacer sus necesidades» con las nativas. Y eso no se detuvo. Los tlaxcaltecas le regalaron esclavas a Hernán Cortés como se llegaran manteles, libros y vasijas; sólo conocemos el destino de una: Malintzin, Malinalli, Doña Marina, La Malinche. ¿Y el resto? ¿Qué fue del resto?

¿Qué fue de las mujeres de la conquista? Las que murieron, las que violaron, las que se casaron con españoles sin poder objetar. Wilkilén nos recuerda a ellas en el momento en el encara a los sideresios. La Destrenzada no es parte de nuestro mundo ni de nuestra historia, pero nos recuerda la violencia de las conquitas, no sólo en América, sino en todo el mundo. Se suele decir que las mujeres no van a la guerra —dato inexacto en realidad—, pero la guerra si va a ellas.

La destrenzada, ilustración de Gonzalo Kenny

La saga de los Confines, con sus tres libros, Los días del venado, Los días de la sombra y Los días del fuego, es una obra de fantasía épica en la que Liliana Bodoc relata los horrores de una conquista con paralelismos a otra que conocemos —y quien sabe, quizá a muchas otras— de los libros de historia. Entre sus páginas relata la historia de la Destrenzada: Wilkilén, que se bebió la libertad entera, que escuchó a los árboles, a la naturaleza, que se deshizo las trenzas y, al final, encontró un destino terrible a manos de los sideresios.

La historia de Wilkilén es, al fin y al cabo, la historia de muchas. Por medio de la fantasía, en un mundo que no es el nuestro, por mucho que se la parezca y tenga influencias de este, de nuestros mitos, tradiciones e historias, Bodoc habla de las violencias de las conquistas. No lo hace con rigor histórico —porque de eso no se trata el libro y mucho menos la fantasía—, sino que retrata y narra desde su posición de mujer en latinoamerica, un continente que vive todavía bajo el yugo del colonialismo y nos acerca a esa realidad del pasado —las mujeres violentadas de la conquista— por medio de las Tierras Fértiles, un mundo fantástico evocado desde Latinoamerica. 

Se oye el lamento, pero también se siente el profundo amor a Wilkilén, la destrezada, que corre entre los árboles de los Confines.

El feminicidio en Frecuencia Júpiter

El término [feminicidio o femicidio] como el asesinato misógino de las mujeres perpretrado por los hombres y como una forma de continuidad en las agresiones sexuales, donde se debe tomar en cuenta: los actos de violencia, los motivos y el desbalance de poder entre los sexos en el ambiente político, social y económico. [6]

Al día 7 de abril de 2018, México contabiliza 500 feminicidios en lo que va del año [7]. No es una cifra extraña en un país acostumbrado a ellas, aunque sí alarmante. El «mapa de los feminicidios» [8], creado para visibilizar la enorme cifra, nos deja ver que en 2016 los medios publicaron aproximadamente 2100 casos de feminicidio y, en 2017, 2200. A las mujeres las matan por ser mujeres en México. 

La historia de terror empezó en 1993, cuando empezaron a reportarse asesinatos en Ciudad Juárez, zona fronteriza. Los cuerpos aparecían abandonados en los campos algodoneros de la región.

Los asesinatos de más de doscientas mujeres en Ciudad Juárez, así como la tortura y las violaciones de cien más desde 1993 hasta ahora [2002], son un doloroso testimonio de la vulnerabilidad de las mujeres en la frontera […] (Traducción de la autora) [6]

Pronto, la historia de los feminicidios se habría extendido por todo el país, con cifras alarmantes, alertas de género poco o nada efectivas y una justicia mayormente inefectiva, que fallaba en encontrar culpables, creaba chivos expiatorios —como los casos mencionados en el libro «La fosa de agua» de Lydiette Carrión, de los feminicidios del Río de los Remedios y el Caso de El Mili Palafox [9]. 

Frecuencia Júpiter, una novela de la escritora mexicana Martha Riva Palacio, es una novela de ciencia ficción y también de iniciación, que, entre sus páginas, esconde los horrores de una investigación periodística sobre los feminicidios en México. Emilia, la protagonista, cuenta la historia empezando por el final —el fin del mundo—, donde recuerda ciertas partes de su adolescencia, su relación con un chico chileno y su padre, Esteban, que es periodista. 

Martha Riva Palacio junta las vivencias de una adolescente que busca oír la Frecuencia Júpiter en un radio, que ha visto tres simulacros del fin del mundo y, finalmente, la investigación que lleva a cabo su padre. No es extraño que la ciencia ficción aborde el feminicidio ni ninguno de los temas que nos atraviesan a las mujeres, puesto que la literatura de la imaginación habla, sobre todo, de lo humano. La investigación es central para la historia puesto que detona el clímax, los simulacros del fin del mundo.

Escondido en la computadora de Esteban, está lo que Emilia llama «un cementerio de cruces rosas»: una carpeta sin nombre, dividida en los estados de la República llenos de dictámenes médicos forenses, fragmentos de noticias, testimonios y fotos («Imágenes de cuerpos mutilados, violados, de niñas y mujeres».) [10]

Lo que le sigue es una descripción frenética de la violencia en la que mueren las mujeres que yacen  en el cementerio de cruces rosas guardado en una laptop. Los horrores del feminicidio a la vista. «Mitad calavera, mitad adolescente». «Fracturas múltiples». «La corriente la llevó río abajo». «¿Cómo provocas tres paros cardiacos al hilo?». [10] Los casos que ve Emilia, enmarcados todos en la ficción, son casos que aparecen en los periódicos mexicanos todos los días. Aparecen mujeres en los campos, en los basureros, en sus casas, en casas abandonadas, aparacen restos al dragar los ríos y escarbar la tierra. Aparecen mutiladas, torturadas, se las reconoce —en el mejor de los casos— por sus registros dentales.

La desesperación se cuela en la narración porque las muertas no tienen nombre ni identidad: sólo son eso, la marca de la violencia de alguien más; un testimonio que se marca en su piel y en sus huesos porque es todo lo que queda de ellas:

Metamorfosis en noventa y seis bits. [..:] Muertas no dichas que suplican a un gigante que las arroja a la fosa común. Ahí las noches son blancas. Enroscadas en su cometa, las sanguijuelas negras de la morgue cósmica recitan códigos de barras. Pasan lista. Lo siento, ya pasó tu nombre. No puedo invocarlo, quedó sepultado bajo el polvo de una polilla translúcida. Silencio. La cámara vigila sombría mientras cavo mi tumba rosa. Frecuencia Júpiter, Martha Riva Palacio [10]

La prosa de Martha Riva Palacio Obón transmite desesperanza. Las tumbas rosas, que recuerdan al campo de cruces rojas que son, no los cementerios, sino las protestas de mujeres que exigen que alguien encuentre el cuerpo de sus hijas, sus nietas, sus amigas y sus compañeras, que alguien encuentre al asesino y que se haga justicia. Evocan los gritos desesperados que se extienden por todo el continente: desde el Ni una menos [11], nacido en Argentina, hasta el Vivas nos queremos [12], que ocurrió en México. 

Revisando las noticias, la despersonalización de las víctimas de Martha en Frecuencia Júpiter no es la excepción, sino la norma. Se encuentran miles de cuerpos sin identificar, sin rostro alguno, y se buscan miles de rostros que no aparecen en ninguna fosa clandestina. El único consuelo que queda, es, finalmente, que en Frecuencia Júpiter, las muertas son ficción, aunque al final del día recordemos que es también una ficción que nos acerca a la realidad y nos muestra la desesperanza.

Se denuncia y se habla del feminicidio a través de la literatura porque se ha convertido en una figura de horror para las mujeres mexicanas y, en general, para todo el contexto latinoamericano. La ficción horroriza, pero la realidad a la que nos acerca lo hace más: de todas. En 2017, el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio reportó que, en sólo dieciocho estados de los treinta y dos de la República, fueron asesinadas 1583 mujeres. De estos casos, sólo 479 fueron investigados como feminicidio. De los casos investigados, siete mujeres fueron asesinadas con arma blanca, 47 a golpes, 20 asfixiadas, 88 con arma de fuego y el resto con métodos no especificados [13]. La brutalidad a la que se alude en Frecuencia Júpiter no es producto de la imaginación, sino un reflejo claro que la situación que vive la mujer en México.

Se hace catarsis a través de la literatura porque con ella podemos acercarnos desde otros ángulos a la realidad, en este caso a través de la ciencia ficción aproximándonos a la realidad de la mujer asesinada brutalmente por ser mujer entre las páginas de un libro.

Las quemadas en América Latina: Las cosas que perdimos en el fuego

Y siempre, cuando terminaba de contar sus días de hospital, nombraba al hombre que la había quemado: Juan Martín Pozzi, su marido. Llevaba tres años casada con él. No tenían hijos. Él creía que ella lo engañaba y tenía razón: estaba por abandonarlo. Para evitar eso, él la arruinó, que no fuera de nadie más, entonces. Mientras dormía, le echó alcohol en la cara y le acercó el encendedor
Las cosas que perdimos en el fuego, Mariana Enríquez [14].

La violencia de género dentro de la pareja azota a América Latina y en general a las mujeres proletarias de todo el mundo. En las noticias abundan las noticias de mujeres quemadas por sus ex parejas o sus parejas. ¿Las causas? Varían desde discusiones aparentemente «sin importancia» —aunque, dado el resultado, sería ingenuo decir que no la tienen—, celos, desconfianza hacia sus parejas —que generalmente es resultado directo de los celos— o venganza por una ruptura.

 El último cuento del libro de Mariana Enríquez, «Las cosas que perdimos en el fuego», que comparte su mismo título, recupera la problemática de la violencia de género —como menciona Nuria Varela: «la violencia que sufren las mujeres, que tiene sus raíces en la discriminación histórica y la ausencia de derechos que éstas han sufrido» [15]— convirtiéndola en una historia de terror donde las mujeres no son ya las víctimas, sino el monstruo.

Silvina, la protagonista, recuerda a la chica del «subte» —metro— que tiene el cuerpo completamente quemado y, para los pasajeros, usualmente resulta un encuentro incómodo, pues la chica del subte se les acerca para pedir dinero y los saluda de beso: algunos lo aceptan, sintiéndose bien consigo mismos porque lo han aceptado a pesar de su aspecto; otros apartan la cara con disgusto, no queriendo que aquella mujer los toque; otros apenas si pueden reprimir el asco. La chica del subte pide dinero para sus gastos —ya no para cirugías plásticas, porque ella misma reconoce que sería inútil— y siempre menciona cómo fue quemada: lo hizo su esposo, sospechando que estaba viendo a alguien más, usando una lógica definitivamente patriarcal: «si no la puedo tener yo, que no la tenga nadie más». [14]

Mariana Enríquez hace referencia a una «epidemia de mujeres quemadas», todas por sus parejas o ex parejas. El hecho parece tan horrible que incluso cuesta pensar que eso puede pasar en la realidad, en nuestro mundo. Pero Mariana Enríquez no inventó nada nuevo con la «epidemia de las mujeres quemadas», el terror en el cuento es otro. Sólo en Argentina, de donde Enríquez es originaria, esta clase de noticias son cosas de todos los días.

Una simple búsqueda arroja los casos: un hombre que en 2004 quemó y descuartizó a una menor de quince y que ahora está buscando pareja en la aplicación Tinder porque salió libre [16]; una mujer —Mónica Garnica Luján— que, después de haber interpuesto una denuncia por violencia contra su pareja fue obligada a retractarse y él le prendió fuego [17]; Florencia Vélazquez fue quemada por su novio después de lo que los medios reportaron como «una discusión» [18]. Mariana Enríquez no estaba creando una pesadilla para las mujeres, simplemente toma la realidad de muchas mujeres argentinas y con ellas escribe terror.

El terror dentro del cuento «Las cosas que perdimos en el fuego» no es el hecho de que las mujeres sean quemadas por sus parejas: sí, eso puede ser bastante terrorífico, pero, como se ha apuntado arriba, es algo que ocurre todos los días. 

En el cuento, después de toda esta «epidemia», como lo menciona la protagonista, Silvina, puesto que la historia se cuenta desde su punto de vista, las mujeres dejan de esperar ser quemadas y empiezan a hacerlo ellas mismas. Empieza, pues, el terror: las hogueras. Las mujeres se someten al suplicio por voluntad propia, reclamando para sí mismas la elección de su propio sufrimiento. Como dice un personaje: «Si siguen así, los hombres se van a tener que acostumbrar. La mayoría de las mujeres van a ser como yo […]» [14].

Cuando las mujeres empiezan a quemarse, nadie les cree, porque nadie cree que un ser humano —una mujer, en este caso—, sea capaz de someterse al fuego por voluntad propia. Y, finalmente, cuando ya no es posible evadir la realidad, el sistema hace sospechosas a todas las mujeres, los bidones de gasolina son evidencia criminal, quemarse es un crimen. El mismo sistema que antes fue tan inefectivo evitando que los hombres quemaran a las mujeres, ahora intenta, por todos los medios, evitar que las mujeres se quemen ellas mismas.

—Las quemas las hacen los hombres, chiquita. Siempre nos quemaron. Ahora nos quemamos nosotras. Pero no nos vamos a morir: vamos a mostrar nuestras cicatrices.
Las cosas que perdimos en el fuego, Mariana Enríquez [14]

 Así, Mariana Enríquez nos transporta a la pesadilla de las mujeres que deciden quemarse vivas y mostrar sus cicatrices. Como rebelión, como protesta o simplemente para reivindicar que, si van a sufrir algún daño, será porque ella mismas lo elijan y se lo inflijan a sí mismas. Es, sin duda, un escenario para un cuento de terror: no hay más monstruo que el fuego y las mujeres.

En la realidad, muchas mujeres son quemadas por sus parejas, no sólo en Argentina y América Latina, sino en todo el mundo. Los casos son reportados como «crímenes pasionales» que ocurren «entre iguales» como bien lo explica Nuria Varela en su libro Feminismo para principiantes:

Un argumento, por cierto, que se emplea todavía con los malos tratos cuando en las noticias se repite: «Después de una fuerte discusión, fulanito degolló a su esposa», transmitiendo así la idea de que la violencia de género se desarrolla entre iguales. De esta manera se olvida —o niega— que el patriarcado existe.
Feminismo para principiantes, Nuria Varela [15]

O bien, son reportados como terribles tragedias, «la excepción» y no la norma de lo que viven las mujeres en una sociedad de clases donde son vistas simplemente como «propiedad de otros». Quizá allí eso es parte del horror en el cuento de Mariana Enríquez: las mujeres han decidido pertenecerse sólo a sí mismas, quemándose y celebrando sus cicatrices.

La protagonista graba, incluso, una quema, para mostrarle al mundo una parte de por qué hay mujeres que lo eligen, pero, ¿se puede elegir libremente quemarse y hacerse daño de esa manera? Parece que las mujeres lo reclaman en la desesperación de que nadie las escuche, de que sus parejas lo hagan y queden impunes. El cuento deja su final abierto, pero nos muestra este nuevo mundo terrorífico, que no nos deja ignorar por qué las mujeres deciden quemarse. 

¿Cuánto horror se necesita para reclamarlo propio?

Conclusiones

Si bien no existe un consenso lo que significa «ser latinoamericano» y mucho menos «ser mujer latinoamericana», hay cosas que nos atraviesan —si bien también nos separa la raza y la clase— a todas como mujeres proletarias. Latinoamérica comparte un mismo pasado colonial, que dejó un atraso económico, el cual en muchos casos impide la integración al trabajo de millones de mujeres —que viven por y para el trabajo doméstico y de cuidado dentro de sus familias, sin propuestas claras de como colectivizarlo e integrar a ellos, por ejemplo, a los hombres; es además en estos contextos en los que son víctimas de las muchas caras que toma la violencia contra las mujeres— u obliga a varios millones de mujeres a sufrir una doble o triple jornada:

La mujer casada, la madre que es obrera, suda sangre para cumplir con tres tareas que pesan al mismo tiempo sobre ella: disponer de las horas necesarias para el trabajo, lo mismo que hace su marido, en alguna industria o establecimiento comercial; consagrarse después, lo mejor posible, a los quehaceres domésticos, y, por último, cuidar de sus hijos.
El comunismo y la familia, Alexandra Kollontai [19]

Es en este contexto en el que se da gran parte de la violencia contra las mujeres, en el de la institución de la familia, donde la mujer es, en teoría, únicamente la encargada del trabajo doméstico y de cuidado —nunca remunerado en el capitalismo y muchos menos compartido en colectividad—. Sin embargo, la práctica es diferente. Las mujeres cuidan, realizan trabajos del hogar, trabajan. Es en este contexto en el que viven muchas mujeres en Latinoamérica, territorio también atravesado por el racismo, la racialización y feminización de la pobreza, la precarización de «los trabajos femeninos» —usualmente labores de cuidados—, y el feminicidio, —que ocurre en ámbitos familiares o laborales.

Existe también un interés desde la literatura por hablar de todo aquello que nos atraviesa desde la ficción. La literatura de la imaginación —fantasía, ciencia ficción y terror— aborda todos estos temas desde miradas muy diversas. El horror y la esperanza, juntos, se dan cita en el lenguaje de las escritoras que imaginan otros mundos y otras posibilidades.

Estas tres obras y las situaciones que retratan a través de la literatura de la imaginación es sólo una pequeña parte de cómo se aborda, a través de la literatura, una situación que de ficción no tiene nada; en otras palabras, la imaginación nos acerca a la realidad de otras maneras. Liliana Bodoc, Martha Riva Palacio Obón y Mariana Enríquez no son las únicas escritoras que recuperan la problemática que implica «ser mujer» o hablan de la feminidad desde nuestro contexto; no son las únicas que hablan de la violencia que sufren las mujeres en el contexto de Latinoamérica dentro de la literatura de la imaginación en Latinoamérica. Se hace desde muchos ángulos y desde muchas perspectivas: las protagonistas de Verónica Murguía desde México, la reimaginación de Blancanieves de Camila Valenzuela en Nieve Negra desde Chile y muchos otros ejemplos.

Sus palabras desde la ficción son claras: «esta es la realidad de muchas mujeres, así viven, así vivimos». La denuncia y la crítica está allí, nos alcanza desde los mundos de la imaginación de las escritras, para quien quiera escucharla y oír el grito de América Latina: escribimos de nosotras y todo lo que nos atraviesa, queremos ser oídas, leídas.

Aquí estamos.

Bibliografía

[1] G. D. Miravete, «Soñarán en el jardín,» mayo 2018. [En línea]. Available: http://www.latinamericanliteraturetoday.org/es/2018/mayo/so%C3%B1ar%C3%A1n-en-el-jard%C3%ADn-de-gabriela-dami%C3%A1n-miravete. [Último acceso: 14 octure 2020].

[2] E. Galeano, Mujeres, México, D. F.: Siglo XXI Editores, 2015. 

[3] G. Guerrero Vinueza, «El "otro oro" en la conquista de América: Las mujeres indias, el surgimiento del mestizaje,» Estudios Latinoamericanos, pp. 9-25, 2008. 

[4] L. Bodoc, Los días del fuego, Buenos Aires, Argentina: Santillana Ediciones, 2004. 

[5] V. Murguía, El fuego verde, México: Ediciones SM, 1999. 

[6] J. Monárrez-Fragoso, «Serial Sexual Femicide in Ciudad Juárez: 1993-2001,» Debate Feminista, vol. 25, 2002. 

[7] A. Hernández, «500 feminicidios en México en lo que va del año,» 07 04 2018. [En línea]. Available: https://www.huffingtonpost.com.mx/2018/04/07/500-feminicidios-en-mexico-en-lo-que-va-del-ano_a_23405263/.

[8] M. Salguero, «Feminicio en México,» [En línea]. Available: https://www.google.com/maps/d/u/0/viewer?mid=174IjBzP-fl_6wpRHg5pkGSj2egE&ll=22.9523095953723%2C-101.4161826021728&z=5.

[9] L. Carrión, La fosa de agua, México: Editorial DEBATE, 2018. 

[10] M. Riva Palacio Obon, Frecuencia Júpiter, México: Ediciones SM, 2013. 

[11] Ni Una Menos, «#NiUnaMenos,» [En línea]. Available: http://niunamenos.com.ar/. [Último acceso: 22 06 2018].

[12] M. Cruz, «#VivasNosQueremos: Los mensajes de las mexicanas durante la marcha contra el machismo,» Verne, 2016 04 24. 

[13] Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, «Implementación del Tipo Penal Feminicidio en México: Desafíos para acreditar las razones de género 2014-2017,» México, 2017.

[14] M. Enríquez, Las cosas que perdimos en el fuego, Buenos Aires, Argentina: Editorial Anagrama, 2016. 

[15] N. Varela, Feminismo para principiantes, Barcelona, España: EdicionesB, 2008. 

[16] Redacción SinEmbargo, «Pablo descuartizó y quemó a una joven; fue sentenciado, pero salió libre. Ahora busca pareja en Tinder,» 22 junio 2018. [En línea]. Available: http://www.sinembargo.mx/22-06-2018/3432335. [Último acceso: 29 junio 2018].

[17] Redacción Clarín, «Hizo una denuncia contra su novio, él la obligó a levantarla y luego le prendió fuego,» 27 diciembre 2017 . [En línea]. Available: https://www.clarin.com/sociedad/hizo-denuncia-novio-obligo-levantarla-luego-prendio-fuego_0_SkFFa7b7G.html. [Último acceso: 29 junio 2018].

[18] Redacción Clarín, «Murió la chica quemada por su novio en Merlo durante una discusión,» 7 marzo 2018 . [En línea]. Available: https://www.clarin.com/sociedad/murio-chica-quemada-novio-merlo-discusion_0_rkua5UTdz.html. [Último acceso: 29 junio 2018].

[19] A. Kollontai, «El comunismo y la familia,» Marxist Internet Archive, 2002. [En línea]. Available: https://www.marxists.org/espanol/kollontai/comfam.htm. [Último acceso: 29 junio 2018].

 

sábado, 24 de marzo de 2018

Escritoras sudámericanas de la literatura juvenil | Mini reseñas

Saben que uno de los temas frecuentes en mi blog últimamente son los libros para niños y jóvenes y estas son varias reseñas que ya debía desde hace tiempo, mucho tiempo. El espejo africano fue un libro que leí hace bastante, Y su corazón escapó para convertirse en pájaro... lo leí en el marco del maratón #GuadalupeReinas que organizamos en Libros b4 Tipos y finalmente Octubre, un crimen le leí también para una actividad de Libros b4 Tipos que fue en septiembre del año pasado, nuestro mes dedicado a la literatura infantil y juvenil latinoamericana escrita por mujeres. Por eso quiero ponerme al corriente con las reseñas y que mejor que aprovechar el final del marzo, el mes donde el blog sólo habla de mujeres para hablarles de las tres escritoras de estos libros.

El espejo africano, Liliana Bodoc


Sinopsis: Esta es la historia de un espejo de ébano tallado en África, obsequio de bodas de Imaoma para su esposa, Atima. La hija de ambos, la pequeña Atima Imaoma, es llevada a América por los cazadores de hombres; junto con ella viaja el espejo de su madre. Es así como este objeto comienza a recorrer el mundo y va enlazando el destino de distintas personas en distintos lugares: una esclava africana, el general José de San Martín, un temeroso huérfano español… Y cuenta las arduas luchas que tantos hombres y mujeres afrontaron para obtener la libertad. Una historia que empezó hace dos siglos, pero aún no ha terminado

HONREN LA MEMORIA DE LILIANA BODOC LEYÉNDOLA. Creo que Liliana Bodoc es una de mis argentinas favoritas, sin duda. Escribe de muchas cosas que me gustan y aunque este libro lo leí hace muchísimo, no quiero perder la oportunidad de hablar de él, aunque sea brevemente. El espejo africano es una pequeña novela, ganadora del premio El barco de vapor 2008 que rescata la herencia esclavista de América Latina. Porque la colonización también nos trajo esclavos y una historia que no solemos voltear a ver demasiado. Esta novela cuenta la historia de un espejo que llega a Argentina (colonizada por españoles) como una de las pocas pertenencias de Atima Imaoma, una niña negra que está condenada a vivir en la esclavitud.


No sé por qué la herencia esclavista (no sé le puede llamar de ninguna otra manera a esa parte de la historia de nuestro continente) es algo que no hemos volteado a ver y enfrentado. En casi todos los países que fueron vasallos de España, la esclavitud se abolió o se intentó abolir durante las guerras de independencia (aquí lo hizo Hidalgo y en el sur lo intentó hacer Bolivar) y una vez que se logró fue algo que no he visto que se haya confrontado en mucho mucho mucho tiempo (digamos que por ejemplo México se niega a reconocer a una comunidad afromexicana, alegando que todos caben bajo el término "mestizo" porque estamos ya todos muy mezclados). Liliana Bodoc recupera una de esas múltiples historias y la cuenta a través de los años y las décadas con la ayuda de sólo un espejo que va cambiando de manos poco a poco.

Me parece que es un libro que se lee rápido y que es una historia esperanzadora, aunque no le faltan sus momentos desgarradores (no olvidemos el tema que trata). Si conocen a Liliana Bodoc por sus trabajos de fantasía épica (La saga de los confines y Tiempo de dragones) probablemente este libro se les haga mucho más sencillo, pero igualmente reconocerán su prosa y su manera tan poética de narrar. El libro está editado por SM, por si quieren saber dónde conseguirlo... o pueden preguntarme directamente.

Y su corazón escapó para convertirse en pájaro..., Edna Iturralde


Sinopsis: Los catorce relatos que conforman este libro son resultado de una ardua investigación sobre la historia de los negros de origen africano del Ecuador desde el siglo XVI hasta nuestros días. En ellos el lector conocerá las lamentables situaciones que estos grupos sociales enfrentaron, así como lo que hicieron para defender sus derechos humanos y constituirse como parte de Ecuador.

Este es un libro de cuentos de la autora ecuatoriana Edna Iturralde. Resulta que este es otro libro que rescata la historia negra de América Latina y lo hace como lo hace Liliana Bodoc: a través de los años y las décadas, pero en este caso, lo hace con catorce distintos cuentos que tienen escenarios muy distintos unos de otros, pero que abarquen una pluralidad de voces increíble. Es más, ¡hasta el libertador Simon Bolívar aparece en varios de ellos! Este fue el primer libro que leí de Edna Iturralde, nunca la había leído, no la conocía, de hecho, ni siquiera me sonaba su nombre, porque es hasta esta edad que estoy poniéndome al corriente con muchos libros infantiles y juveniles que no leí en la época de mi niñez o adolescencia, pero es una escritora latinoaméricana bastante conocida. 


Los relatos son fáciles y rápidos de leer, son dinámicos y tratan de temas muy diferentes, a pesar de estar enmarcados en un tema muy global en específico y nos permiten conocer la diversidad racial y cultural de América Latina. Además, para quienes leen poco o nada o están acostumbrados a no leer, empezar con cuentos siempre es algo ideal, porque es una estructura más sencilla que una novela completa, son cortos, se pueden leer lentamente, etcétera. Así que si quieren un libro para alguien que lee poco, este les puede servir (les juro que sé de que hablo, me dedico a fomento a la lectura para niños y jóvenes en mi vida real).

El libro estaba publicado por Alfaguara Juvenil, pero ahora que todos los sellos editoriales de Santillana pasaron a ser de Penguin (ejem #monopolioeditorial) pues pasó a la colección loqueleo, donde lo pueden encontrar. Es un excelente libro para jóvenes, se los recomiendo, yo lo leí en diciembre del año pasado para el maratón #GuadalupeReinas.

Occtubre, un crimen, Norma Huidobro


Sinopsis: Inés encuentra, en el ruedo de un vestido, una carta de 1958. En ella, una adolescente pide ayuda a una amiga para evitar el asesinato de su padre y tal vez su propia muerte. Intrigada, la protagonista se embarca en una búsqueda detectivesca que la llevará al barrio de San Telmo, a una casa antigua y a dos asesinatos sin resolver. ¿Será posible encontrar a los responsables después de más de cuarenta años? Inés se pone en contacto con Amparito, una jubilada que conoció a Elena, la autora de la misteriosa carta. Juntas irán superando obstáculos, atando cabos hasta llegar a develar la verdad.

Cambiamos un poco de tema porque este libro encaja perfectamente en el suspenso y el crimen y esas obras de investigación donde por más pistas que tengas, siempre parece que el escritor va por delante de ti. Norma Huidobro crea una historia increíble que se desenvuelve en Buenos Aires a dos tiempos. Inés encuentra una carta de ayuda cosida en un vestido que data de 1958 donde una adolescente le escribe a una de sus amigas y así es como esta jovencita se mete de lleno en dos asesinatos sin resolver para lo que está decidida encontrar una respuesta.


La obra, además de centrarse tanto en el misterio la obra, en el subtexto, habla de la vida de las mujeres en una y otra época, además que hace un evidente contraste entre las mujeres de la clase alta, presas de sus casas, sus familias y sus obligaciones, con las de la clase más baja, presas de sus trabajos y de la falta de oportunidades. Para Inés todo es otro mundo, porque ella va a la escuela, piensa sacarse una carrera, pero las mujeres sobre las que está investigando tuvieron vidas muy diferentes que ella. Es un detalle que aprecié bastante, a mí que me gusta analizar las obras con perspectiva de género.

Este es un libro que ganó el premio El Barco de Vapor en Argentina en el 2004 y fue un premio bastante bien merecido, es un libro muy interesante, que te mete completamente en la lectura, yo sí se los recomiendo. Lo edita Ediciones SM, por si quieren saber donde encontrarlo.